Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 30 de octubre de 2002
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Cultura

Vilma Fuentes

El duelo Matisse-Picasso

Después de Londres, París acoge, en el Grand Palais, la exposición Matisse-Picasso que concluirá el próximo 6 de enero. Enseguida, la muestra irá a Nueva York, al Museo de Arte Moderno, de febrero a mayo de 2003.

Hace casi un siglo el poeta Guillaume Apollinaire fue el primero en concebir la idea de exponer juntas las obras de aquéllos que iban a convertirse en dos de los gigantes de la pintura del siglo XX.

ƑDuelo y confrontación?, o Ƒdiálogo y amistad? Las obras, una centena de pinturas, 30 esculturas, 40 dibujos, cubren el periodo de 1906 a 1960 y son presentadas en orden cronológico en 12 salas temáticas.

Henri Matisse (1869-1954) tenía 12 años más que Pablo Picasso (1881-1973). Se encontraron por vez primera en 1906, por intermedio de Gertrude Stein, gran coleccionista prendada del arte de vanguardia -y dueña de una gran fortuna. En sus memorias, Stein escribe: ''Los dos pintores iban a entusiasmarse uno por otro, sin por ello quererse mucho''.

Uno (Matisse) nació en el norte de Francia, el otro (Picasso) en el sur de España. El primero creó el escándalo en el Salón de Otoño de 1905 con el retrato de Madame Matisse, Femme au chapeau, en la sala conocida desde entonces como La cage aux fauves. El segundo iba a provocar otro escándalo: el cubismo. Uno iba a realizar una obra de una pureza cuasimística: la capilla de Vence, el otro haría el testimonio de la barbarie del siglo: Guernica.

Y sin embargo, Henri Matisse dirá: ''A veces nuestros puntos de vista se reúnen de manera extraña. Pienso que, finalmente, ha habido una interpretación recíproca de nuestros diferentes caminos''.

Uno de los aspectos más fascinantes y misteriosos de esta magnífica exposición lleva, en cuanto uno se detiene a mirar los cuadros, a seguir el juego permanente, que para ellos duró toda la vida, de sus diferencias y de sus conjunciones. Una invisible línea divisoria los separa y, sin embargo, los une, como la línea divisoria de las aguas, en la cima de las montañas, separa los flujos de los manantiales que se deslizarán entonces de uno u otro lado.

Matisse mismo debió asombrarse ante este enigma y, lúcido como era, más tranquilo y racional que Picasso, poseído e incluso violento, no podía sino interrogarse. Françoise Gilet, compañera de Picasso de 1945 a 1953, cuenta que Pablo, durante una visita a Matisse, quien vivía en Niza, en 1950, le llevó Paysage d'hiver, tela que acababa de terminar. ''Cuando Matisse vio el cuadro -escribe Françoise Gilot- dijo: ''Es necesario dejarlo aquí en mi casa, quiero verlo con toda tranquilidad''. Picasso aceptó dejarle el cuadro. Dos meses más tarde, cuando quiso recuperar su tela, Matisse se lo impidió: ''šOh!, pero no he terminado de mirarlo''.

Acaso aquí se manifiesta una de las diferencias más profundas entre los dos artistas. La paciencia de Matisse, la impaciencia de Picasso. El silencio, el recogimiento, la suavidad de las telas de Matisse, el estruendo, la provocación la violencia de las de Picasso. El sueño de uno, las pesadillas del otro. Uno contemplativo, el otro matador. ''Picasso destruye las formas -dijo Matisse-, yo las sirvo''.

Al salir de la exposición del Grand Palais, la cuestión queda abierta: Ƒconfrontación o diálogo? Dejemos de nuevo la respuesta a Françoise Gilot: ''Si los dos pintores eran tan opuestos como el blanco y el negro, de hecho eran tan complementarios como el rojo y el verde. Una intensa curiosidad mutua abría la puerta a la amistad. Cada uno quería conocer el por qué y el cómo del poder creativo del otro''.

ƑLa amistad? Cabe recordar la respuesta de André Breton, un día en que jugaban al juego de la verdad, cuando Paul Eluard le planteó la pregunta: ''ƑCree usted en la amistad?'', ''No, querido amigo'', contestó.

Es quizá en este diálogo sin ilusión, pero sin amargura, en el que puede nacer un lazo muy fuerte. En la diferencia reconocida, asumida, cuando uno respeta bastante al otro para no confundirlo consigo, y es también el ejemplo, más allá de su genio de artistas, que nos ofrecen Matisse y Picasso en el plan de la existencia humana. Es también una forma de modestia.

Como decía Pablo Picasso, citado por André Malraux: ''Todo llega solo, la muerte también''.

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