Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 28 de octubre de 2002
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Cultura
El Ballet de China se presenta en la explanada de la Alhóndiga, casi a reventar

En el FIC, folclorismo vacuo, pero entretenido

ARTURO JIMENEZ ENVIADO

Guanajuato, Gto., 27 de octubre. Hay Cervantino para todos. En una explanada de la Alhóndiga de Granaditas a reventar, miles de gargantas cantan, gritan y aúllan una singular versión de México lindo y querido, acompañadas por instrumentos de cuerdas, de viento y percutivos interpretados por ocho músicos del Ballet Folclórico Nacional de China.

Poco antes, en medio de ovaciones generalizadas, un cantante ataviado con una camisola y pantalón de satín azul magenta con motivos orientales, así como con una capa de terciopelo rojo y cinturón con bordes de peluche blanco, había sorprendido al público, pero no por esa vestimenta, sino por calzar botas de cuero y sombrero típicos del norte... de México.

Ridiculizado por unos y reivindicado por otros, el kitsch se convirtió anoche en un espacio de encuentro entre los pueblos de México y de China, ambos con muchas de sus milenarias tradiciones ya petrificadas por efectos de la folclorización y las necesidades de promoción de la imagen nacional.

La segunda presentación de los mosaicos regionales del Ballet Folclórico Nacional de China en la Alhóndiga, en el penúltimo día del Festival Internacional Cervantino, resultó tan exitosa como la primera y como sin duda lo será la de esta noche en la ciudad de León. Así lo dictan los miles de asistentes, la mayoría familias completas, que gustan de verlo.

Muñequitas de porcelana y Bruces Lees

Con música de new age grabada, más de una decena de bailarinas orientales, bellas y delicadas como las figurillas de porcelana que suelen encontrarse en La Lagunilla, salen al escenario ataviadas con largos vestidos amarillos y ostentosas diademas doradas.

Sus movimientos son cadenciosos y suaves, casi lentos. Es demasiado y los finos hilos de la atención atrapada se rompen. El ininterrumpido murmullo de voces de niños, mujeres, hombres y de los muy pocos jóvenes asistentes comienza a crecer hasta casi competir con la musicalización.

Son los riesgos inherentes a los espectáculos y públicos de esa naturaleza. Pero la brevedad de los mosaicos folclóricos es una aliada y, enseguida, entra en acción un grupo de percusionistas que ejecuta carrizos, varas y otros instrumentos. El humorismo de lo que quizá fue un ritual agrícola capta de nuevo la atención.

Y así, los bailes, cantos, músicas, malabares y otras destrezas circenses, en tempo lento o rápido, se sucederán intercalados con los momentos de algarabía y de ovaciones, de desatención de la inmensa mayoría y de los "¡sssssshhhh!" de unos cuantos.

Pero también con momentos de confusión y de relajo, como cuando un bailarín con taparrabo y cinta en la frente, tan atlético como sus compañeros y como el mismo Bruce Lee, salta al escenario.

El joven emite un grito, quizá en mandarín, que casi todos entendieron como un "¡hooolaaa!", al cual respondieron de inmediato. En medio de un cotorreo colectivo, el hallazgo fue repetido dos o tres veces ante el impertérrito danzante.

Sin embargo, anoche también quedó claro que lo folclórico, aunque le extrae sustancias a las expresiones de la cultura popular para estereotiparla, puede por momentos brindar algunos chispazos a los espectadores y ganar su simpatía. Y ante la escasez de contactos entre las culturas de los pueblos, eso ya es algo.

"Público maravilloso", les dijo al final Ramiro Osorio. La respuesta fue casi un rugido. Y el director del FIC, quien en los últimos días no las ha tenido todas consigo, sonrió feliz. Sabía que había descubierto una veta de espectadores locales, lo cual en estos tiempos de pragmatismo puede ser una garantía de permanencia.

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