Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 28 de octubre de 2002
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Moscú encubre criminal error

Expertos: hubo mal cálculo en el uso de gas para rescatar a los rehenes; van 168 muertos

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscú, 27 de octubre. El Kremlin utiliza todo el aparato mediático a su servicio para imponer la idea de que no tuvo otra opción que emplear un gas extremadamente tóxico durante la reciente operación de rescate de las 700 personas secuestradas por un comando checheno, mientras sigue creciendo el número de rehenes liberados que mueren en los hospitales de esta capital.

La cuenta mortal, que por desgracia seguirá subiendo en los próximos días, llegó este domingo a 118 ex cautivos, de los cuales 116 fallecieron por los efectos letales del gas y sólo dos por herida de bala.

Así lo informó alrededor de las tres de la tarde de este domingo Andrei Seltsovsky, presidente del Comité de Salud de Moscú, instancia gubernamental de la cual dependen los hospitales públi- cos de esta capital.

Se desconoce, por tanto, lo que haya podido ocurrir después, pero el mismo funcionario precisó que 646 personas están internadas y de éstas 150 reciben tratamiento en terapia intensiva. El estado de todos ellos es muy delicado, sobre todo el de 45 personas, que empeoró en las últimas horas.

Al sumar los 50 chechenos -de 53 miembros del comando- acribillados, la mayoría de ellos durante el asalto de las unidades especiales rusas tras ser previamente neutralizados por el gas, el saldo preliminar de muertos llegó a 168 hasta las primeras horas de la tarde de este domingo.

Dentro del teatro Dubrovka casi no hubo combates, se concluye de los testimonios de los primeros ex rehenes que fueron dados de alta de los hospitales.

Todos coinciden en que no recuerdan en qué momento perdieron el conocimiento, lo cual, en opinión de los expertos, puede significar que a través del sistema de ventilación de la sala se insufló tal cantidad de gas neuroparalizante que los que se encontraban ahí, tanto plagiados como plagiarios, cayeron en un estado de letargo completo.

El tiempo fue suficiente para que entraran por un boquete en la pared los efectivos de las fuerzas especiales rusas y remataran a los chechenos, incluidas 18 mujeres que formaban parte del comando, y sacaran de la sala a los rehhostage_russia_va3enes para que se le inyectara un antídoto contra el tóxico.

El factor sorpresa también fue decisivo para matar a los restantes secuestradores, entre ellos al jefe del grupo, Movsar Barayev, que se encontraban en una de las oficinas del teatro en el segundo piso, sin que hasta el momento ningún vocero oficial haya indicado si se les aplicó también el gas.

En general, la operación de rescate sigue envuelta en el misterio. Es comprensible que los servicios de seguridad no revelen sus procedimientos ni técnicas, pero no puede evitarse la sensación de que se abusa de esto con fines que nada tienen que ver con una razonable discreción.

A muchos llamó la atención, por ejemplo, que junto al cuerpo tendido del jefe del grupo secuestrador hubiera una botella de coñac. Quien la haya puesto ahí se va a quedar sin premio de sus superiores, pues en las prisas no se dio cuenta de que la botella está sellada ni pensó que se habría roto al caer, además de que Barayev era un wahabita confeso, fanático islámico que simplemente detestaba el alcohol.

Y una incongruencia de este tipo, que sólo busca desprestigiar a los chechenos y no guarda relación ninguna con los detalles del asalto, sucedió con imágenes grabadas por el propio FSB, el servicio de seguridad ruso.

Dos horas antes de comenzar la operación de rescate todos los equipos de televisión, que hasta entonces se disputaban la primicia, sin faltar los que hicieron de la tragedia un reality show, fueron retirados a no menos de 500 metros y a una zona restringida, desde la cual se podía observar sólo parte del edificio.

Por tanto, durante la acción nadie vio lo que el FSB no quiso que se viera, aunque ello no impide deducir que los soldados con máscaras antigás bien pudieron entrar al teatro por zonas ocultas desde el punto de mira de los periodistas.

Después, ante el efecto devastador que empezó a causar entre los propios rehenes, fueron los propios generales rusos los que confirmaron el uso de un gas neuroparalizante, no identificado al invocarse el secreto de Estado por razones de seguridad nacional.

Expertos independientes como el doctor Liev Fiodorov, presidente de la Unión por la Seguridad Química, prestigiada ONG local, están convencidos de que se le pasó la mano al FSB al determinar la cantidad de gas que debía dispersarse en la sala.

"Mucho me temo -denuncia- que la muerte de los rehenes es culpa de los toxicólogos del FSB, que no supieron evaluar las consecuencias de la aplicación del gas en tales volúmenes."

Hasta ahora ningún funcionario del Kremlin o militar de alto rango acepta que la muerte de los ex cautivos en los hospitales se debe a las secuelas del envenenamiento.

Repiten, una y otra vez, que lamentan de verdad que haya habido víctimas mortales, pero dicen que únicamente así se pudo evitar que murieran todos los rehenes.

Es comprensible que el presidente Vladimir Putin decretara duelo nacional para este lunes, aunque resulta un tanto extraño que las autoridades de Rusia hayan fijado como compensación a los deudos de los ex cautivos fallecidos una suma equivalente a 30 mil pesos por cadáver.

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