Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 28 de octubre de 2002
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Política
La ayuda, concentrada en las zonas turísticas de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas

En la Costa Dorada de Nayarit, cientos de afectados por Kenna; no llega apoyo

Casas, plantíos y todas las embarcaciones fueron arrasadas en Boca de Camichín

ROBERTO GARDUÑO ENVIADO

Boca de Camichin, Nay. 27 de octubre. Lejos de tener la fama turística internacional de Puerto Vallarta o Bahía de Banderas, adonde las autoridades canalizaron todos los apoyos para recuperarlos de los daños causados por el huracán Kenna, las comunidades de pescadores de la Costa Dorada de Nayarit no han recibido las ayudas prometidas por los gobernantes. Cientos de familias se encuentran en indefensión, porque sus balsas y embarcaciones desaparecieron arrastradas por el oleaje.

Al norte de San Blas, donde se extienden las playas a mar abierto, la fuerza del huracán no sólo se llevó el patrimonio de los pescadores de camarón y ostión. También destruyó los campos de productores de plátano y las hortalizas dedicadas al cultivo de chile serrano, frijol y jitomate.

En el valle, atravesado por el río Lerma- Santiago, Kenna dio la puntilla a las comunidades que se niegan a abandonar sus campos de cultivo de tabaco. También en unas cuantas horas terminó con años de trabajo de los pescadores dedicados al cultivo de almeja: destruyó 800 balsas, derribó decenas de restaurantes y arrancó de tajo las casas de cientos de familias.

Boca de Camichín, la comunidad más alejada de la Costa Dorada de Nayarit, representa el caso típico del abandono. Comunicado con la carretera de Santiago Ixcuintla por un camino de terracería, el pueblo se quedó sin herramientas para dar sustento a las mil 300 mujeres, niños, ancianos y hombres que lo habitan. Se perdieron todas las balsas y barcazas dedicadas a la pesca.

Como sucedió en el resto de las comunidades de Jalisco y Nayarit, los habitantes recibieron el aviso del paso de Kenna por sus pueblos. La mayoría abandonó sus casas y se fue rumbo a Villa Juárez, Villa Hidalgo y Santiago. En Camichín, el viernes, se quedaron unos 15 hombres a cuidar sus propiedades.

Genaro Jaimes, propietario de la única tienda del pueblo, se arrepintió de no haber salido a tiempo: "Comenzó a las seis de la mañana un vientecito y una lluvia muy poquita. Como a las ocho vino la primera racha fuerte, muy fuerte. Ahí me asusté, y jijo de la chingada. Me fui, pero llegó otra racha con aire calientito. La verdad, yo me encomendaba a Dios. Hice lo que los animales: me puse de culo contra el aire adentro de la camioneta, pero con todo y freno de mano nos empujaba.

"Usted sabe, si yo me iba y dejaba todo, estaba renunciando a mi sacrificio de toda la vida. Lo que primero hice fue mandar a mi familia a Santiago. Uno, pues como sea. Te vas a un pinche árbol y ahí te atrancas, pero tus hijos, tu mujer, son muy indefensos y lo más importante, ¿no?"

En Boca de Camichín las familias se organizaron y constituyeron con el tiempo una cooperativa pesquera conocida como Ostio-Camichín. Son 158 productores y de ellos dependen más de mil personas. La novedad es que las 800 balsas acondicionadas con flotadores para cultivar las almejas desaparecieron. Las pequeñas embarcaciones para transportar el producto también. Y con todo ello perdieron 800 toneladas de ostión.

Mientras el estero de Camichín se convirtió en un enorme depósito de peces muertos "por el golpe de la ola", sus habitantes, sin nada para comer, consiguieron poco frijol y recogieron algunos animales muertos en las aguas para prepararse un caldo. Y de la ayuda prometida por el gobernador, Antonio Echevarría, nada llegó. El único apoyo fue el del camión de la Pepsi Cola, que anduvo repartiendo botellas de agua purificada.

Es más, a pesar de declararse estado de emergencia y de ponerse en marcha el plan DN-III, el Ejército Mexicano apenas se apareció por el área de la Costa Dorada de Nayarit. La mayoría de los efectivos de las fuerzas castrenses se concentraron en Santiago Ixcuintla, adonde, se presume, llegará el presidente Vicente Fox a supervisar las labores de apoyo a la población.

Ni en Boca de Camichín ni en las playas Los Corchos y el Sesteo llegó el apoyo. Los habitantes y propietarios de los restaurantes dañados lo único que hicieron fue presentarse en sus derruidas posesiones y esperar juntos a sus hijos y esposas.

En el Sesteo, Martín Padilla permanecía sentado junto a la única barda en pie de lo que fue su marisquería. Observaba el oleaje picado y recordó que su especialidad es el pescado zarandeado, el ceviche, los ostiones y los camarones al gusto.

El cocinero volteó en dirección del manglar y señaló a lo lejos un objeto de color blanco -a unos 300 metros-: "es mi refrigerador. Yo tengo cuatro hijos y vamos a esperar una solución. No queremos que nos regalen nada, sólo necesitamos apoyo. Hasta hoy no hemos recibido ni una despensa". Martín se despidió y volvió a sentarse a un costado de la barda.

Mientras dura la luz del día, los campesinos y los pescadores de la Costa Dorada cortan con machetes los troncos de los árboles derribados por el meteoro. Son cientos de bejaminas arrancadas del suelo con todo y raíz.

Las mujeres limpiaron los pozos contaminados. Barrieron sus solares, secaron las cocinas y los cuartos de sus casas. Prepararon el caldo con los peces muertos en el estero. "No pasa nada, se murieron por el golpe de la ola", asegura Balbina Durán.

La señora es esposa de un cooperativista en Camichín. Resignada ante la destrucción, manifiesta: "Estamos muy tristes. No se puede hacer nada. Hay que seguir luchando para levantar nuestras casas. Hay que ver qué Dios dice..."

Una de sus vecinas, Eustasia Ramos, mujer que tuvo ocho hijos del cooperativista Benito Ramos, quien vive en el pueblo con otra familia, enfrenta la situación desde otra óptica: "Yo tengo 20 años sola, siempre he trabajado. Tenía mi restaurante, La Gaviota, y todo se me fue. Todo. Yo preparaba ostiones, albóndigas de camarón, pescado zarandeado y quesadillas. Voy a seguir luchando, no tengo nada, pero voy a pedir".

-¿Pedir qué?

-Créditos. No me voy a quedar con las manos cerradas.

-Señora, pero usted perdió todo...

-Siento mucha tristeza, pero gracias a Dios nos dejó viviendo y seguiremos luchando.

En el valle de Santiago el panorama también es desolador

Así como los habitantes de la Costa Dorada, la mayoría de los campesinos del valle de Santiago perdió su patrimonio. Las interminables extensiones de los campos de cultivo de tabaco se anegaron. Los platanares resultaron arrasados, y de las hortalizas de chile y jitomate poco quedó.

Los pobladores de esa franja de tierra, sin recursos, se dedicaron a sacar el cauque (camarón de río) para comer. En Villa Hidalgo y sus comunidades, El Corte y La Birocha, decenas de casas, oficinas y la "gran" bodega de la Coca-Cola fueron derribadas por la fuerza del viento.

En todos esos pueblos y en Villa Juárez, Amapa y Los Otates la mayoría de las familias comenzó a padecer la escasez de agua, el desabasto de alimentos y la falta de energía eléctrica.

Un hecho que hace prever una solución no pronta al problema de la energía eléctrica es la destrucción de los postes en todo el valle. El cableado fue derribado y las autoridades de la Comisión Federal de Electricidad estiman que la restitución del servicio será en un plazo mínimo de dos meses.

El paso del meteoro también provocó daños de consideración en Santiago Ixcuintla. La ciudad también quedó en penumbras y el servicio de agua potable fue suspendido. Un día antes, algunas versiones periodísticas aseguraban que esa cabecera municipal era un sitio semidestruido. Efectivamente, se derrumbaron algunas paredes, techos de lámina e infraestructura metálica, como sucedió en la gasolinera del pueblo. No obstante, la población comenzó a realizar sus actividades habituales. También se desmintió la versión que señalaba medio centenar de desaparecidos.

Por el contrario, donde urge la intervención de las autoridades federales y del estado es en la Costa Dorada; allá los más pobres perdieron todo y permanecían hasta ayer sin recibir la ayuda más elemental.

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