Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 21 de octubre de 2002
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Editorial
NORCOREA, EN EL EJE DEL MAL

La semana pasada, a decir de funcionarios del gobierno estadunidense, las autoridades de Corea del Norte habrían admitido que su país estaría desarrollando armas nucleares. Fuentes de inteligencia de Washington señalaron la probabilidad de que Pyongyang poseyera "unas cuantas" bombas atómicas, además de los vectores necesarios para lanzarlas sobre Corea del Sur, Japón e incluso territorios estadunidenses como Alaska y Hawai.

La Casa Blanca acusó a los gobernantes norcoreanos de incumplir el acuerdo bilateral de 1994 -el cual establecía el compromiso del país asiático de congelar su programa nuclear para recibir a cambio diesel de Estados Unidos y dos reactores livianos que habrían de ser construidos por Corea del Sur y Japón-; ayer, el secretario de Estado, Colin Powell, anunció que su gobierno anuló el acuerdo.

Por diversas razones, este nuevo episodio de la guerra contra el eje del mal, emprendida por la administración del presidente George W. Bush, resulta difícil de entender y dilucidar.

De entrada, los grandes conglomerados mediáticos han divulgado la versión estadunidense, pero no se han tomado la molestia de recabar los puntos de vista de Pyongyang.

Adicionalmente, no es claro el propósito de la Casa Blanca de abrir en el momento presente un nuevo frente en su pregonado combate al "terrorismo internacional" y a la supuesta proliferación de armas nucleares en países enemigos de Estados Unidos.

Sea como fuere, la sorpresiva aparición en el panorama internacional del tema de las pretendidas bombas atómicas norcoreanas, aunado al rechazo que las propuestas militares estadunidenses suscitan entre varios miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, ha complicado significativamente los planes del gobierno de Bush, el cual parece haber perdido la iniciativa, si no es que el rumbo, en la presente coyuntura internacional.

La Casa Blanca enfrenta serias dificultades para explicar el contraste de sus actitudes hacia Irak, país al que se pretende arrasar aunque no exista ninguna prueba de que posee armas de destrucción masiva, y Corea del Norte, ante el cual Washington se muestra mucho más obsecuente, con todo y que alega tener evidencias de la producción por Pyongyang de esa clase de armas.

Si el episodio fuera cierto, habría que concluir que la diferencia entre las dos circunstancias no tiene mucho que ver con la proliferación nuclear, sino con el interés de Bush por el petróleo iraquí y el control de posiciones estratégicas en Medio Oriente.

En otro sentido, si los funcionarios estadunidenses dicen la verdad sobre el presunto desarrollo de bombas atómicas en Corea del Norte, una conclusión inevitable es que Estados Unidos ha fracasado en su autodefinida tarea de agente disuasivo ante la proliferación de armas nucleares, y que esa labor debe ser desarrollada única y exclusivamente por la ONU, con el acuerdo de todos sus integrantes.
 

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