Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 11 de octubre de 2002
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James Petras

La doctrina Bush: construcción imperial irrestricta

La doctrina Bush, esbozada en el discurso con el cual el presidente estadunidense presentó su "estrategia nacional de seguridad" el 20 de septiembre pasado, promueve "un solo modelo sostenible para el éxito", el de Estados Unidos, por medio de guerras ilimitadas, unilaterales y ofensivas ("preventivas"). Aunque revestida con el lenguaje de la "defensa" y la "libertad", se aparta por completo de la anterior doctrina Truman de la "contención" (limitar la influencia soviética) e incluso de la doctrina Reagan de la "marcha atrás" (re-vertir la influencia soviética). La doctrina Bush está basada en conspiradores enemigos indefinidos, "redes oscuras de individuos" que "se sobreponen" a los estados y planean un ataque "inminente", basado en peligrosas tecnologías.

La amplitud y profundidad de las amenazas políticas de Bush abarcan el mundo entero, el cual es precisamente el blanco de la política imperial: la conquista global.

En la mayoría de sus discursos, así como los de Donald Rumsfeld (secretario de Defensa) y el resto de la banda imperial, Bush deja claro a sus escuchas el punto de arranque imperialista de la política estadunidense: "Hoy Estados Unidos goza de una posición de poderío militar e influencia política sin paralelo... buscamos... crear un equilibrio de poder que favorezca la libertad de la humanidad (léase el imperio estadunidense)". Por definición, cualquier nación, grande o pequeña, que se niegue a aceptar o apoyar la conquista imperial estadunidense se vuelve enemiga: Estados Unidos persuadirá a los países de apoyar la construcción de su imperio "convenciendo u obligando a los estados a aceptar sus responsabilidades soberanas". Un ejemplo reciente son los violentos y vitriólicos ataques de Washington al canciller federal alemán, Gerhard Schroeder, por oponerse a una guerra contra Irak.

La visión totalitaria que Washington tiene de la conquista mundial mediante guerras ofensivas es defendida con una lógica extremadamente irracional: "Los estados débiles... pueden representar un peligro tan grande para nuestra seguridad nacional como los fuertes". Afganistán e Irak no bombardearon Estados Unidos, sino al revés.

La doctrina Bush habla de "amenazas emergentes, ligadas a peligrosas tecnologías", y cita lo ocurrido el 11 de septiembre del año pasado. Los aerosecuestradores emplearon cortadores de cajas de plástico que valen dos dólares, alta tecnología por un total de 38 dólares, para adueñarse de los aviones y estrellarlos contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

La doctrina Bush no tiene como objetivos terroristas activos, armados con intención de causar daño: se propone destruir "planes" y "amenazas emergentes". La palabra "planes" se refiere a discusiones, ideas, debates, no a acciones y ni siquiera al decomiso de armas. En otras palabras, la destrucción estadunidense de "amenazas emergentes" significa licencia para asesinar a cualquier "radical" asociado con "tecnologías peligrosas": cuidado, lector, con lo que diga cuando se esté rasurando.

Más en serio, la doctrina Bush afirma que la "libertad económica" -el fracasado sistema neoliberal- es uno de los valores fundamentales amenazados que Washington defiende mediante la guerra ofensiva. Esta parte de la doctrina tiene relevancia específica para América Latina, donde la "libertad económica" estadunidense ha devastado las vidas y aspiraciones de cientos de millones de personas. En vez de reconocer que esta "libertad" ha conducido a la pobreza, el autoritarismo y la inseguridad, la doctrina Bush reduce "el conflicto regional" a un problema con "los cárteles de las drogas" y los "grupos terroristas y extremistas", y se refiere a la intervención militar estadunidense en Colombia como modelo. El resurgimiento en Argentina, Bolivia, Brasil, Venezuela y otras partes de movimientos populares sociales y electorales que rechazan el dominio estadunidense y a sus estados clientes, evidencia la falsedad de la afirmación del presidente George W. Bush de que "en el hemisferio occidental hemos formado coaliciones flexibles con países que comparten nuestras prioridades, en particular México, Brasil, Canadá, Chile y Colombia". Fuera de ciertos "ministerios de relaciones exteriores", la gran mayoría de los latinoamericanos repudian las prioridades de Washington, como demuestran los 10 millones de brasileños que votaron contra el Area de Libre Co-mercio de las Américas, la mayoría del Congreso mexicano que se opone al apoyo a la guerra contra Irak y los cientos de miles que participaron en la huelga general contra el plan de austeridad de Alvaro Uribe (presidente de Colombia) y el Fondo Monetario Internacional.

Pese a que la doctrina habla de consultas, colaboración entre aliados y libertad, el mismo documento contiene una docena de aseveraciones sobre el "derecho" a una acción unilateral. Habla de "cooperación con los aliados" mientras dirige dardos envenenados hacia Francia y Alemania, sus aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por no apoyar la guerra. Asegura que respalda "una Palestina independiente y democrática" en tanto se abstiene en una resolución de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que exige a Israel dejar de bombardear el cuartel general de Yasser Arafat.

La doctrina Bush combina la retórica de la libertad y la construcción de coaliciones, de las consultas y la paz, con los preparativos de guerra, la acción unilateral y la conquista. Advierte de manera expresa a los críticos y competidores europeos, así co-mo a Rusia y China, que no se resistan a los esfuerzos de Washington por construir un imperio mundial. Recomienda a los líderes chinos que hagan "las elecciones adecuadas acerca del carácter de su Estado" y eviten "desarrollar capacidades militares avanzadas". Ante rusos y europeos, "reafirma el papel esencial del poderío militar estadunidense. Debemos construir y mantener defensas superiores a cualquier desafío". Y hace una advertencia inequívoca contra "la renovación de viejos modelos de competencia entre grandes potencias".

La doctrina Bush va más allá de alardear del poderío militar estadunidense como una especie de chantaje político a los competidores: es la justificación de una serie de guerras, cada una construida en torno a la promesa explícita de que "la mejor de-fensa es el ataque". El extremismo de la doctrina se encuentra en su adhesión a las guerras ofensivas, y en su abierta dedicación, no sólo a defender las actuales fronteras del imperio por medio de regímenes clientes, sino a extender los límites geopolíticos, militares y políticos para conquistar y explotar nuevas "regiones estratégicas".

¿Cuál ha sido el efecto del extremismo de Washington, de sus irracionales prédicas de guerra y sus amenazas paranoicas? Schroeder ganó la elección gracias a su desafío a Washington y al ataque virulento de Rumsfeld. En Bolivia, la intromisión del embajador estadunidense en la elección presidencial dobló la votación popular para el antimperialista Movimiento al Socialismo. La amenaza de guerra unilateral contra Irak ha acarreado mayor oposición en las calles, los parlamentos y en la ONU que cualquier otro suceso en la historia reciente. De los 11 principales funcionarios del gobierno de Bush encargados de las relaciones con América Latina, ocho son exiliados cubanos, profundamente hostiles hacia el gobierno de Cuba, y sin embargo 700 empresas, productores agrícolas y políticos estadunidenses participaron en la Feria Alimentaria de La Habana y el Congreso de Estados Unidos estuvo a punto de echar abajo la prohibición de viajar a la isla. Mientras Bush hace preparativos bélicos, encuestas recientes muestran que dos de cada tres ciudadanos de su país piensan que los asuntos económicos nacionales son más importantes que la guerra.

Las políticas ultraimperialistas enunciadas en la doctrina Bush son una verdadera amenaza para toda la humanidad. Aparte de Israel y sus cabilderos en Washington, y de los señores de la guerra en el gobierno, existe apoyo limitado a la doctrina Bush y a la invasión de Irak, en gran medida por el temor personal de que la guerra tendrá un impacto catastrófico en la economía y provocará nuevos y mayores actos de violencia. Es importante criticar y rechazar las amenazas inmediatas planteadas por la doctrina Bush, pero también reconocer y oponerse al sistema imperialista y a la casta militar gobernante que la sostiene.

© James Petras, 2002

Traducción: Jorge Anaya

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