Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 10 de octubre de 2002
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Mundo

El candidato del PT a la vicepresidencia dice que la presión financiera no afectó la votación

Quedó clara la voluntad política; en Brasil se votó por el cambio: Alencar

El presidente del Banco Central pide a aspirantes comprometerse a pagar deuda externa

STELLA CALLONI ENVIADA

Sao Paulo, 9 de octubre. Luiz Inacio Lula da Silva, el ganador de la elección presidencial en primera vuelta, y el oficialista José Serra completaban hoy el cuadro de alianzas para la segunda ronda del 27 de octubre, pero entre tanto una de las mayores preocupaciones es la celeridad del mercado en dar señales de su vuelta a la presión directa, lo que levanta temores de mayores turbulencias.

Sin embargo, tampoco los gurús del sistema fianciero las tienen todas a su favor. El plebiscito que fue la primera vuelta, en oposición a sus intentos de poner al país contra la pared, para un alineamiento que la mayoría de los políticos no entiende como un camino de desarrollo, sino como de involución y dependencia exterma, también ata las manos a las figuras visibles del mercado. Como señalan hombres cercanos a Lula, el aspirante por el Partido de los Trabajadores (PT), aunque el mercado "impone un test" e intenta marcar caminos, "también ya tuvo su primer turno y no logró asustar a nadie. Las emociones y pasiones que despertaron las elecciones en Brasil no son comunes en la región, y permitieron una ventana abierta para saber que en el país existen alternativas posibles".

Lula ha señalado que es el gobierno de Fernando Henrique Cardoso el que debe hacer frente a una serie de compromisos con los organismos internacionales, ya sea que triunfe él o el oficialista José Serra. Los mercados tampoco pueden seguir moviéndole el piso al actual gobierno.

En entrevista con La Jornada, el candidato a vicepresidente por el PT, el empresario José Alencar, señala que las duras presiones, altibajos del dólar y los juegos financieros no lograron volver atrás "la voluntad política de Brasil que se expresó muy claramente. No hubo miedo a decir lo que no se quería más ni a demandar el cambio". Alencar se burla de "los miedos" del mercado y sostiene sonriente que él está a la izquierda de Lula, para advertir que sería mejor que en el sistema financiero analizaran a fondo lo que está sucediendo en Brasil. "No nos asustan más", sostiene. "Nosotros sabemos, trabajadores, empresarios y otros sectores, que hay caminos para Brasil y son millones los brasileños y también muchos otros fuera del país que entienden que Lula representa la legitima alternancia el poder.

"Hoy el gobierno está abocado a la administración financiera y monetaria. Es importante como medio y no como fin. El fin es el desarrollo para alcanzar los objetivos sociales. No podemos estar administrando siempre de esta manera. Nunca en la historia de Brasil hubo una transferencia tan grande de renta originada en la producción, es decir, en el trabajo, al sistema financiero. Nosotros estamos tratando de cambiar eso y dispuestos a favorecer el trabajo y la producción. Brasil es muy rico, tanto en recursos humanos como naturales.Y tenemos suficiente como para levantar la cabeza", añade.

Críticas a organismos financieros

Desde varios sectores llegan las críticas contra los vaivenes a que someten al real los organismos financieros internacionales, desde el propio ministro de Hacienda, Pedro Malan, hasta economistas del entorno de Lula, o personajes como Delfim Netto, a quien todos reconocen como una eminencia gris detrás de los militares.

Antes se amenazaba con que un triunfo de Lula significaría la fuga de casi un millón de inversionistas. Pero en esta oportunidad, empresarios como el poderoso Eugenio Staub sostienen que no hay nadie con la capacidad de Lula para unir a todos los sectores.

Quien hoy salió al ruedo fue el presidente del Banco Central, Arminio Fraga, quien llamó a los candidatos a que se comprometan a pagar la deuda externa y cumplir los acuerdos fiscales, para frenar "el clima de miedo" financiero.

Esto provocó una respuesta del PT: José Dirceu consideró esto como una maniobra del gobierno para atribuir a la oposición las turbulencias, cuando Lula ya ha dicho que mantendrá la estabilidad económica.

Las declaraciones de Fraga fueron consideradas por analistas como un intento de influir en el voto de los brasileños, cuando Lula ya obtuvo el apoyo del candidato Ciro Gomes (11 por ciento de votos en primera vuelta) y también el de Anthony Garothino (casi 18 por ciento de los sufragios), aunque el partido de este último hará una declaración mañana. Serra, por su lado, tiene el apoyo del derechista Partido del Frente Liberal, aunque figuras de éste votarán por Lula.

El senador Eduardo Suplicy, una de las figuras fuertes del PT, señala que en las negociaciones pesan no las posiciones individuales, sino las realidades programáticas. "Todos aquellos con que estamos hablando se comprometieron al crecimiento del empleo, a enfrentar las graves consecuencias del modelo (neoliberal), y a producir cambios que todos exigen (...) Lo que estamos haciendo son compromisos serios, para alcanzar la estabilidad que el país requiere".

Para Suplicy, la gran derrota de las fuerzas conservadoras marca un punto de inflexión en Brasil, "es un salto de calidad para la democracia y el PT, que nos hemos podido transformar y crecer lo suficiente como para construir una nación más justa y una forma democrática ejemplar.

"Ya hemos provocado transformaciones extraordinarias. El PT produjo una nueva forma de hacer política contribuyendo de tal manera que ahora no hubo un solo candidato a la presidencia que fuera de derecha", añade.

Un nuevo ciclo

Lo cierto es que las elecciones del pasado domingo han marcado un ciclo en el país, donde por primera vez un presidente que gobernó durante dos periodos consecutivos entregará el gobierno a quien lo suceda elegido por el voto popular. Los analistas señalan que esto marca la entrada verdadera a la democracia en una nación que de 1964 a 1985 estuvo bajo una dictadura militar que llevó al exilio a miles de brasileños, entre ellos el propio Serra, o buscaba la cárcel para otros, como Lula, quien como líder sindical dirigió una de las más importantes huelgas contra el régimen.

Luego, la transición fue traumática. En 1985 el presidente electo Tancredo Neves murió y asumió el vicepresidente José Sarney, quien entregó el gobierno a Fernando Collor de Mello en una elección donde los medios de prensa, recompuestos con fuertes alianzas con el poder económico, vendieron a un candidato surgido casi de la nada, para evitar que Lula llegara al gobierno.

Fue un tiempo en que se instaló una cultura política de la frivolidad, pero Collor de Mello terminó acorralado por un juicio político en 1992 por los escándalos de corrupción, para ser remplazado por Itamar Franco. Este abrió las puertas a uno de los intelectuales importantes, Fernando Henrique Cardoso, quien en 1994 compitió con Lula. Cuatro años después, Cardoso logró la relección gracias al Plan Real y las acciones antinflacionarias.

Pero su segundo periodo tropezó con crisis, realidades económicas negativas, y una deuda social no saldada. Ahora Lula y Serra "son expresión de la movilidad social existente en Brasi. Hay un punto en común en la sociedad: se quieren los cambios. Y los miedos que algunos del sistema financiero pueden desatar ya no hacen huracanes como hace tiempo", señala un analista local. Por lo pronto, el pueblo brasileño tiene un espejo muy cerca en el cual mirarse: Argentina.

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