Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 26 de septiembre de 2002
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Cultura

Determinar el significado del reciente descubrimiento en Teotihuacán llevará tiempo

Indicios para esclarecer misterio de gobernantes

El hallazgo en la pirámide de la Luna será evaluado por un equipo interdisciplinario

RENATO RAVELO ENVIADO

Teotihuacan, Mex., 25 de septiembre. En la zona arqueológica de Teotihuacán, por vez primera se descubren vestigios que podrían esclarecer el misterio de sus gobernantes, pues en el interior de la pirámide de la Luna se hallaron restos de tres seres humanos acompañados de ornamentos, lo cual indicaría que se trataba de personajes importantes que custodiaban la tumba de alguien con mayor poder.

Saburo Sugiyama, encargado de la investigación, es cuidadoso sobre los alcances de ésta frente a los medios de comunicación que acudieron, también por primera vez, a conocer el reciente hallazgo. Sin embargo, fuera de micrófonos y cámaras, el arqueólogo admite: ''No podemos decir que encontraremos otra tumba de un gobernante, pero sí la estamos buscando. Hay el antecedente de Pakal, entre otros, en el que un gobernante era enterrado con algunos de sus funcionarios mayores".

Información simbólica

Sugiyama explica que gracias al Proyecto Pirámide de la Luna se descubrieron siete niveles constructivos en la misma por medio de túneles. En un primer momento, en 1998, hubo apoyos de National Science Fundation, National Geographic, la Universidad de Arizona y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Los restos fueron hallados en el nivel cinco. Las dos temporadas pasadas sólo recibieron del gobierno japonés 10 millones de yenes (83 mil pesos) para cada una.

El arqueólogo Rubén Cabrera Castro refiere que en los entierros anteriores se trató de individuos atados con las manos atrás, acompañados de lobos, pumas, águilas reales, serpientes, cuchillos y vasos. Por los indicios hallados se dedujo que los sacrificios eran en honor de la siguiente construcción.

Con Sugiyama, Cabrera encontró en la pirámide de la Luna otros cuatro esqueletos y posteriormente 17 cráneos con sus vértebras, lo que supondría la decapitación. A pesar de estar acompañados de caracoles o animales sagrados, el hecho de estar atados de manos no permitía suponer otro sentido que el sacrificio. Los de ahora fueron descubiertos sentados en flor de loto.

La subida a la pirámide de La Luna es resguardada. Zeferino Ortega, trabajador que tiene 40 años en la zona, explica cómo con cuidado se barrenó desde la temporada pasada. Como lo han hecho en otros sitios de Teotihuacán, avanzaron a razón de dos metros por jornada, con una cuadrilla de 30 trabajadores, hasta que hallaron elementos que indicaban la presencia de una cámara mortuoria: ''Los arqueólogos decidieron dejar los trabajos para este año".

El pasado mayo se inició la temporada del equipo de antropólogos físicos, biólogos, paleobotánicos y ceramistas. No hay un día que se pueda señalar como el del hallazgo. Sólo se sabe que fue una tarde de hace tres semanas, porque el arqueólogo trabaja por suposición y excava alrededor, abajo, sabedor que debe proteger algo valioso.

El grupo de reporteros que sube los empinados escalones de la pirámide pregunta por las coordenadas exactas, por el impacto, pero Sugiyama es cuidadoso como con los restos que descubrió: ''En Teotihuacán, a diferencia de la zona maya, no hay indicios de los gobernantes en estelas y la información de los murales es simbólica. Lo que podríamos encontrar es una relación entre los murales y la información histórica de los hallazgos".

Ritual con cámara de televisión

Por grupos de cinco personas se ingresa al pequeño túnel. Al avanzar unos 10 metros, se baja una pequeña escalera y ahí aparecen: son tres arqueólogos inclinados sobre una alfombra de tierra en un espacio de seis por seis metros, suspendidos mediante una estructura metálica para que sus pies no toquen la superficie.

Los tres callan en un silencio que es por la incomodidad de saberse observados, como nunca, porque normalmente cumplen su ritual sin la presencia de una cámara de televisión.

A la humedad del lugar se agrega cierta pesadez cuando se cae en la cuenta de que se observan los restos de tres personas, como ellos querían ser observados por sus dioses, descompuestos pero cargados de orejeras lujosas, cuentas de jade, códigos ancestrales de reconocimiento. Esa información aún debe ser procesada por biólogos, ceramistas, antropólogos sociales. Afuera, ninguno de los camarógrafos considera que tenga la imagen de impacto y piden filmar la computadora de Sugiyama.

Adentro, el arqueólogo logra explicar lo que no pueden las cámaras: ''Este es un proceso de estudio largo, podemos solamente decir lo que se encontró, pero no su significado".

Finalmente, todas las miradas que salen de la tumba de la pirámide la Luna tienen un brillo de emoción, por un momento, antes de que la vitrina y el gabinete ordenen ese pequeño caos y le pongan cifras, periodos y nombres raros, se ha visto la historia en bruto, cuando aún no significa sino más preguntas a viejas respuestas.

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