Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 17 de septiembre de 2002
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Capital

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Víctima de estadísticas

DESPUES DEL ASALTO me cayeron los policías.

Y EN ATENCION a mi angustia, hija de la impotencia, los policías me explicaron solícitos, una y otra vez, que en esta parte del centro de la ciudad, que es la esquina de Izazaga y Eje Central, "a cada rato asaltan".

IBAN Y VENIAN. Unos de azul y otros de civil, ninguno vestido de charro, todos los policías preguntaban lo mismo, decían lo mismo y actuaban de la misma forma, es decir: no hacían nada. Lo bueno es que siempre se po-nían a mis órdenes.

FUE EL VIERNES pasado, poco después de las 18 horas. La tarde era de una claridad completa y frente a la luz roja del semáforo dos individuos se acercaron a mi ventanilla. Uno de ellos puso en mi sien una pistola escuadra calibre .22, si no me equivoco. El otro me exigió el reloj. El asalto se había consumado. Unos cuantos metros más adelante un policía de tránsito platicaba con un taxista y él fue quien pidió refuerzos luego de recibir mi petición de ayuda.

DE UN ESTACIONAMIENTO público ubicado exactamente frente a lugar del asalto, uno de los acomodadores había salido y con un teléfono celular parecía hablar con alguien a quien le daba explicaciones del asalto, cuando menos.

LA CALLE SE llenó del ulular constante de sirenas, mientras los ladrones se escabullían entre el gentío que pasaba y miraba incrédulo la presencia de los policías.

PERO ADEMAS, NO resistían soltar la risa al ver al policía de tránsito y a mí corriendo tras un par de asaltantes que nos llevaban una buena ventaja, pero sobre todo de aquel agente que sostenía su propia lucha mientras trotaba entre la multitud.

CON LA DERECHA sostenía la pistola y en la izquierda llevaba el radio de comunicación con el que una y otra vez pedía refuerzos, pero la rapidez de su carrera le hizo perder la cachucha que malabareaba, hasta que en un esfuerzo de equilibrio logró acomodarla bajo el hombro.

UNA PATRULLA NOS alcanzó, por fin, y me paseó por las calles aledañas en busca de los sujetos que, desde luego, no aparecían por ningún lado. Entonces vino la primera petición: "hay que ir a la cuarta a levantar el acta".

Y MIENTRAS LOS policías hablan por sus sistemas de comunicación, ligados a los medios de comunicación, uno piensa encolerizado: Ƒpor qué si saben que este es un crucero de los llamados peligrosos no hay vigilancia?

EL TIEMPO TRANSCURRIO y ni luces de los asaltantes y menos del reloj. La esperanza se desvanecía y se murió cuando una oficial llegó hasta mí y en voz baja me explicó: "Mire usted, yo no debería decírselo, pero creo que es mejor para usted. Yo no puedo hacerlo. Este uniforme no me permite acercarme a ciertos lugares, pero si quiere encontrar su reloj yo le recomendaría que en los días que vienen se dé una vuelta por la calle Nezahualcóyotl, ahí es donde aparecen las cosas robadas. šHágame caso!"

DESPUES DE ESO, no hallé otro remedio y, con mansedumbre, me dirigí al final de este camino que no halla resultados para convertirme en estadística y gritar con mexicana alegría: gracias, Ebrard, la ciudadanía te agradece el vivir en paz.

ciudadperdida

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