Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 4 de septiembre de 2002
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Cultura
REPORTAJE ESCRITOR ESPONTANEO Y UNIVERSAL

A 103 años de su natalicio, sus inéditos aguardan ver la luz

Juan de la Cabada dio voz a la literatura y la política

Una parte del acervo del escritor se encuentra en la galería 7 del AGN; allí se realizan las últimas correcciones y se prepara la base de datos antes de presentar, en octubre, el Inventario analítico del archivo documental de Juan de la Cabada

AMALIA RIVERA

Hoy, hace 103 años, nació Juan de la Cabada, y dicen sus amigos que no se sentiría tan extraño de volver a una galera como huésped del Palacio Negro de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación (AGN). Y es que ahora una parte de su acervo se encuentra en la galería 7, donde se realizan las últimas correcciones y se prepara la base de datos antes de presentar, en octubre, el Inventario analítico del archivo documental de Juan de la Cabada, que comprende inéditos (novela, guiones de cine, cuento), fotografías, dibujos, material sobre su participación en la Guerra Civil española, dictámenes de las sentencias de los presos políticos del 68, así como correspondencia personal y material que refrenda sus intereses políticos y académicos que dan cuenta de una época y muestran la riqueza de una vida prolífica.

''Tener aquí a Juan de la Cabada como huésped es un privilegio", dice Juan Manuel Herrera, director del Archivo Histórico Central del AGN, quien generosamente abrió las puertas al acervo del escritor campechano, que llegó ''de manera inusual: con el entusiasmo de Julia Marichal y con quienes mejor lo conocen y lo han venido trabajando": la antropóloga Flor de María Trejo Rivera, hoy asesora, y más recientemente la historiadora Lilia Isabel López y Daniela Juárez, capturista.

Al rescate del archivo

A dos años de la muerte de Juan de la Cabada (26 de septiembre de 1986), su viuda, Esther Martínez -madre de Julia- abrió el archivo a Alejandro Miguel Méndez, del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS), quien intentó un listado que no concretó. Más tarde, Abelardo Carrillo, gobernador de Campeche, ofreció 15 millones de pesos que se depositarían en una cuenta de la que sólo podrían cobrarse ínfimos intereses. Dado el tristecabada1 panorama, José María Fernández Unsaín, Eraclio Zepeda y Luis G. Basurto pretendieron que el archivo fuera depositado en el AGN, por lo que buscaron a Fernando Gutiérrez Barrios, quien en 1990 lo donó a la Universidad Veracruzana, donde permanece como Fondo Juan de la Cabada, sin clasificación, como si no existiera.

En 1992, Julia Marichal, actriz profesional e hija de Juan, al ordenar la biblioteca de la última casa que habitó el escritor, encontró una caja etiquetada con la leyenda Material de desecho y decidió empezar a ordenar el archivo. Nadie ha dicho que organizar un acervo sea fácil, menos aún si es el de Juanito...

Papeles que paren más papeles

Abrir esa caja fue como invocar a Pandora, pues empezaron a aparecer papeles por todas partes: en los libros, en la recámara y por toda la casa. Julia rememora: ''Esto empezó de la manera más loca y absurda del mundo. Yo nunca antes había tocado un papel de Juan. Si tocabas algo te hacía un escándalo espantoso, porque le fastidiabas 'su orden'.

''Había bolsas con papelitos, papeles y papelotes con documentación muy importante, como una carta que pensamos que es de Octavio Paz. Es un saludo a los compañeros mexicanos en la que dice que viendo la guerra de España empieza a comprender muchas cosas. Están también los Cuadernos del chicle, que habían estado buscando y nadie encontraba, y que Juan quiso hacer toda su vida y nunca logró. Había material de investigación, cuentos, como Aquella noche, el Tratado del yo o la egología, grabados de Quintero, la correspondencia con Leonora Berry, quien fue el amor de su vida, unos 70 cuentos inéditos y cuatro novelas. Mi madre siempre me dijo que Juan se quitaba los años, lo que corroboré al encontrar su acta de nacimiento, porque está como borrada la fecha como con navaja que es 1899, y arriba tiene puesto a máquina 1902."

Dada la cantidad de material optó por poner todo en cajas con carpetas para ir ordenando por temas, ''porque pensé que sería más fácil írmelos acabando así, pero parecía que en la noche los papeles parían más papeles. Y la semana que pensaba dedicarle se extendió a tres, y luego a meses, y ya han pasado 10 años".

La gran cantidad de documentos incompletos que encontró le hizo suponer que encontrarían su otra mitad en el Fondo Juan de la Cabada, por lo que ella y Flor tomaron un autobús para viajar a Jalapa con la ilusión de ofrecer sus servicios para trabajar todo el acervo; sin embargo, recibieron la frialdad de las autoridades, que les respondieron que ''ya contaban con gente".

Entregada en cuerpo y alma al archivo, en 1992 Julia inscribió su proyecto Rescate y organización del archivo privado de Juan de la Cabada en el Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales y recibió el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), que refuerza el Instituto Nacional de Bellas Artes con tres contratos de trabajo, lo que les permitió concluir una parte del inventario. Agotado el presupuesto, continuaron su trabajo con muchas limitaciones; el dinero que Julia obtuvo por su participación en la telenovela Marimar lo invirtió en la compra de archiveros y una computadora, pero materialmente fue imposible continuar. Posteriormente recibieron un nuevo apoyo del Fonca, por 30 mil pesos, que sólo permitió avanzar en la revisión.

''En la primera parte del proyecto pedí auxilio -explica Julia- y me dijeron que debía fumigar los archivos, por lo que fui al AGN, donde conocimos a Leonor Monasterio, quien nos adoptó, y a Alberto Partida, que fue nuestro primer asesor. Más tarde se integró Lilia al proyecto y por ella recibimos la invitación de Juan Manuel Herrera para trasladar el archivo al AGN". A partir de ese momento se dio un gran salto y pasos más seguros.

¿Anécdotas? ¡Eso es De la Cabada!

Julia tenía unos 11 años cuando conoció a Juan de la Cabada, quien le pareció ''un tipo loco, que entró a conocernos a mis hermanos y a mí friccionándose el pecho, así, era un gesto muy suyo. Nosotros dijimos: '¡Hola, Juan'. No obstante la convivencia, fue una relación distante, ''porque él andaba en sus cosas. Entraba y salía. Bastaba que le preguntaras algo para que empezara a ejecutar la historia, a bailar, a cantar y de ahí pasaba a otra historia y se pasaba horas y días con la gente que lo acompañaba. Para escribir se encerraba o desaparecía y se iba a casa de alguien. No tenía una rutina. Pero en el fondo creo que había una gran angustia y una preocupación constante: no tener los medios económicos suficientes para dedicarse a escribir todo lo que quería, a realizar sus sueños.

''Una vez nos buscó una chica que hacía una tesis sobre Juan. Estaba irritada porque decía que toda la gente le contaba anécdotas. 'Eso es Juan de la Cabada', contestamos todas, pero no lo entendió y se fue igual de molesta."

Y esta personalidad tan poco convencional se refleja en el archivo que, a decir de Flor Trejo -asesora del proyecto- vino a plantear problemas metodológicos: ''Un archivo personal es muy difícil de organiza, porque tiene que ver con la vida de la persona y Juan era espontáneo, asistemático, además de universal, pues todos los temas le interesaban, ninguno se le escapaba. Era una persona curiosa, no ordenada, escribía en un papel, una servilleta y sus cuentos tienen muchísimas correcciones aun impresos, por lo que es muy difícil rastrear la cronología de un manuscrito o establecer de manera tajante separaciones".

Otra dificultad, explica la asesora, es que el archivo estaba separado y los diversos traslados hicieron que se mezclaran documentos, lo que requirió de una minuciosa descripción: ''A veces encontraba una hoja suelta que era continuación de algún cuento, por lo que con el tiempo el inventario se fue transformando en un inventario razonado con muchas notas y también en una obsesión por conocer a detalle la vida de Juan y presentarlo al investigador". Las observaciones incluyen, a decir de Lilia López, datos como los besos con el labial sobre el papel que Leonora Berry le enviaba en sus cartas, algunas perfumadas.

''Organizar un archivo -explica Trejo- no es definir cuál fue el primer manuscrito y cuál la versión final de un cuento; eso toca al investigador. La organización debe tener un sentido, porque si no se vuelve un mundo kafkiano, considerando la personalidad de Juan. El inventario que estamos por finalizar dirá qué documentos hay, qué contienen y dónde están. Una vez confrontados los expedientes y corregidos, queremos hacer un catálogo con base en datos para que una palabra despliegue todos los expedientes con esa información, herramienta muy valiosa que ahorrará mucho tiempo al investigador.

Editar inéditos, el mejor homenaje

Si bien existen muchas lagunas debido a la fragmentación del archivo -destaca López-, se ha logrado reconstruir la época y el contexto en que se movía: ''Tenemos documentos externos, como volantes, boletines, información periodística que Juan se fue allegando para trabajar cosas que le interesaban. Esto nos ha permitido ver que le preocupaban los derechos humanos -aunque en ese tiempo no se manejaban como tales- de los guerrilleros, de los presos políticos del 68". Hay también unos 25 boletines sobre la guerra de Medio Oriente, la guerra fría de los años 70, sobre El Salvador, Guatemala...

El archivo tiene una tipología documental muy amplia de documentos personales: recibos de pago de luz, teléfono, agua, carnet de salud y hasta una multa de Hacienda, y desde luego gran parte de la correspondencia con Leonora Berry, relación que se dio en los años 40. ''La gama de un personaje -dice Trejo- puede hallarse hasta en algo tan íntimo como la correspondencia. Sin embargo, cuando empecé a ver sus cartas sentí un poco que cometía una profanación, porque habla de cosas que nadie sabía del Juan enamorado. Tenía un pegue impresionante con las mujeres y se dejaba consentir, pero era muy reservado con su vida personal y cuando le preguntaban no respondía; en sus cartas está esa información".

Flor de María y Lilia Isabel, que conocen el archivo, coinciden en que éste no se puede dividir ni seccionar tajantemente en literatura y política, pues Juan era fusión del ser humano político-literario-social. A más de escritor, Juan era antropólogo y fotógrafo de la vida: ''Cosa que le gustaba, la escribía en una notita -dice Lilia- y de ahí se tiraba un cuento. Encontré una en la que describe que sus vecinos y Esther hacen una pirámide de dinero, y Juan habla sobre la fantasía que tienen de hacerse de dinero.

''Juan da mucho, no sólo a la literatura -concluye Trejo-, sino en cuanto a su visión política del 68. En esos años era difícil ser una persona con voz y aun así nunca trata de vender su filosofía en sus cuentos ni mediante mensajes subliminales, simplemente retrata la vida como es, pero en su actividad política critica la vida social y está convencido de que hay que luchar para establecer cambios."

El archivo, a decir de Juan Manuel Herrera, ''es un cololario del trabajo y la preocupación de hace mucho de Julia Marichal, además de una contribución importante no sólo para el investigador de Juan de la Cabada, sino para quien esté interesado en su generación. Como comunista vivió el periodo más feroz del fascismo, con consecuencias persecutorias, quizá por eso decidió mantener ese talante desordenado, como en mudanza continua, que retrata muy bien el archivo. La documentación depositada aquí tiene mucho que dar y permitirá ligarla con otros acervos. Estoy seguro de que las autoridades de la Universidad Veracruzana estarían interesadas en un proyecto conjunto".

A pesar del reconocimiento de que goza la obra del escritor campechano, ''Juan no sólo está olvidado -concluye Julia-, sino como los faraones: empiramidado con todo y su obra y su familia". Y qué mejor homenaje en estos 103 años del natalicio que reditar la producción agotada y publicar todos esos inéditos que aguardan ver la luz de la misma manera en que Juan de la Cabada no perdió la esperanza durante los encarcelamientos en las lóbregas crujías de la penitenciaría de Lecumberri.

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