Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 4 de septiembre de 2002
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Política

Arnoldo Kraus

Acerca del Informe

iete días antes del último Informe de Gobierno del presidente Vicente Fox, un enfermo, tan anónimo como los 53 millones de mexicanos pobres, rompió el protocolo al adelantar su informe de gobernado. Informe que conjuga las herencias priístas y las prístinas y evocadoras visiones de un futuro, por supuesto sin presente, de muchos de los ministros del cambio.

El enfermo tiene 35 años, es casado, padre de dos hijos y padece una enfermedad crónica e incurable -granulomatosis de Wegener-, pero que en la mayoría de los casos tiene buen pronóstico y permite llevar una vida digna y productiva si se diagnostica a tiempo y se cumplen las indicaciones médicas. Acudir tres o cuatro veces al año y tomar los medicamentos suele ser suficiente. El contrainforme del afectado empezó desde el inicio de los síntomas.

Fue diagnosticado tardíamente por carecer de trabajo y por ende de atención médica. Fue tratado a destiempo porque las cifras millonarias que preconiza el gobierno son cifras, pero no calidad, y no ha evolucionado bien porque suspende con frecuencia el tratamiento o no acude a sus consultas, ya sea por no tener dinero o porque en el trabajo no le permiten faltar. Suprimir el tratamiento le ha costado perder un ojo y dos internamientos por problemas pulmonares graves que pudieron haberse evitado. No es menester ser ministro de Hacienda ni de Trabajo -esto a pesar de que el paciente no pecó, pues no ha leído Aura- para entender que hospitalizarse implica para muchos dejar de ganar dinero, quedar sin empleo, endeudarse con el nosocomio y empeñar el resto de la vida. Agrego que estas hospitalizaciones son subvencionadas por el propio gobierno y los impuestos de algunos mexicanos, y que la calidad de vida del afectado disminuye cada vez que recae.

Una semana antes del Informe, el enfermo asistió a consulta. Había interrumpido los medicamentos, los cuales son vitales para evitar recaídas, pues entre los útiles escolares de sus vástagos y las medicinas optó por los hijos. El costo mensual de sus fármacos oscila entre 150 y 200 pesos. El costo de suspenderlos es altísimo: puede mermar o terminar con la vida del afectado o cortar los estudios de sus hijos -llamémosle paradoja perpetua. En síntesis, su estado de salud -llamémosle Informe Wegener- es un tratado de injusticia social y de mediocridad gubernamental. ƑA quién culpar?

El enfermo acude al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y de la Nutrición Salvador Zubirán desde hace 10 años por una de las siguientes razones, ninguna optimista, ninguna plagada del júbilo de los dichos del Presidente y su camarilla. Si asiste a Nutrición es porque carece de protección social y por ende de alguna institución que se ocupe de su salud, o porque se encuentra desempleado y no hay quien "lo asegure", o porque no confía en la atención médica que le ofrecen en el Seguro Social o anexas y prefiere pagar sus consultas, o bien porque no encaja ni en los números de Fox ni en las palabras de Abascal ni en los análisis de Levy.

A Ernesto Zedillo le encantaba decir que no había lugar para el escepticismo y Fox continúa por la misma ruta. Asegura, entre otro piélago catártico y digno del mejor diván, que "México está en marcha", que "en casi todas las comunidades del país están sucediendo cosas buenas" y que "basta echar la mirada a otros países para ver claramente cómo nuestro país se ha diferenciado y ha logrado el propósito de proteger lo que tenemos".

Cuando no se trata la granulomatosis de Wegener, la mayoría de los órganos -pulmones, ojos, riñones- se afectan. La necrosis -muerte celular y tisular- y la inflamación son datos característicos de esta enfermedad. Por no conocerse con precisión su causa -es de origen inmunológico- el tratamiento no es curativo. En el caso que nos ocupa, el origen del Informe Wegener es preciso. La necrosis social de más de la mitad de los connacionales proviene de la herencia del PRI aunada a un exceso de optimismo y diagnósticos equivocados por parte del gobierno del cambio.

Zedillo y Salinas siguen pecando de optimismo y por eso no viven en México. Echeverría se exilió en una fortaleza de Cuernavaca hasta ahora impenetrable. Fox evita el pesimismo. Yo, en cambio, creo que el optimismo puede ser una enfermedad que impide ver la realidad, que niega las causas que construyen la cotidianidad y que evita razonar y juzgar adecuadamente, pues esconde el diagnóstico. El optimismo mal entendido es una gran equivocación. Aunado a nuestra riquísima tendencia a la impunidad y corrupción, es otro de los factores responsables de la necrosis social.

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