Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 29 de agosto de 2002
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Cultura

Olga Harmony

Juan y Beatriz

Aunos meses de que fuera estrenada por el Thèatre D'Aujourd' Hui en Montreal, Canadá, con Mauricio García Lozano, el primer extranjero invitado como director huésped por esta compañía (que donó la escenografía -entre nosotros adaptada al espacio de la sala Xavier Villaurrutia por Philippe Amand- de vestuario y utilería), podemos ver en México esta obra de Carole Frèchette con el mismo diseño de dirección pero actuada por dos actores nacionales.

El texto de la dramaturga canadiense trata de la imposibilidad de amar de dos seres, cada uno aparentando lo que no es, pero también de la reinvención del amor desde el punto de vista femenino hasta convertirlo en algo muy real para la solitaria Beatriz, a pesar del juego de irrealidades que en todo momento ofrece.

La obra se divide en dos momentos muy palpables. En el primero, la bella Beatriz de los cabellos largos y con un traje -en vestuario de François Saint-Aubin- que nos remite a una figura prerrafaelista, somete al pretendiente a varias pruebas, en lo que sigue los cánones de los cuentos de princesas lánguidas y aburridas (y que tiene resonancias hasta Shakespeare con las cajas de Porcia en El mercader de Venecia). Allí Juan, el cazador de recompensas, cuenta historias que pueden o no ser autobiográficas ante la falsa biografía de la heredera, y cada cuento, narrado de manera diferente, incluso con muñecos de guiñol, hace que vaya ganando, al tiempo que sostiene la atención del espectador en lo que ocurre entre el hombre pobre pero dominante y la frágil mujer.

El tono cambia en la segunda parte, la historia da un giro y los personajes también, incluso en la apariencia de Beatriz y en los modales de ambos. El humor se va convirtiendo en tristeza, los juegos son ahora diferentes, a veces todavía graciosos pero que van mostrando la posible verdad de los dos solos y el largo discurso de Beatriz, que reinventa la realidad a partir de su intenso deseo de amar y ser amada. Juan es, quizá, el más despojado de los dos porque es el que más teme al amor, el más renuente a soñar siquiera con su existencia. Es un excelente texto extraño, doloroso y pleno de posibilidades que Mauricio García Lozano aprovecha al máximo.

En una muy bella escenografía de Raymond-Marius Boucher, enmarcada en madera, con un amplio ventanal que se corre y descorre y se irá tiñendo de colores según la iluminación de Etienne Boucher, con un techado también de madera que tiene un tragaluz y con un sofá, un estante lateral repleto de botellas de agua que también yacen por el suelo, y tres canastos llenos de rojas manzanas, se ambienta el cuarto de Beatriz, la primera Beatriz, la del cuento de hadas. Ese primer efecto, con Beatriz recostada, es sorprendente, un tanto surrealista. La habitación se transformará luego, como se van transformando historia y personajes por obra y gracia de la acción escénica. García Lozano, que ya ha demostrado trabajar todas las tesituras teatrales, en sus diferentes escenificaciones, ahora las recorre en el montaje de esta difícil obra con verdadera maestría, ya en plena madurez de su oficio.

No sólo es su cuidado trazo escénico -apoyado por la música de Serge Arcuri y Luc Aubry- que ocupa todos los espacios y mueve a los actores, a veces juntos, a veces separados y por momentos los mantiene quietos. Es, sobre todo, su capacidad de dar la vuelta escénica a las vueltas dramatúrgicas y escalar todos los matices que el texto requiere, ya lo chispeante, lo tierno, lo violento y lo desesperado, en un ir y venir de los sentimientos y actitudes de sus personajes excelentemente encarnados por los dos actores, esta vez dos profesionales, así sean de diferente trayectoria, aunque su propuesta siga manteniendo el nombre de El Farfullero con que el director bautizó su intención de abrir espacios a actores y actrices recién egresados de escuelas teatrales. Aquí se necesitaban intérpretes muy capaces de ofrecer los más obvios matices de Beatriz, los recónditos de Juan, es decir, ya enteramente formados como la espléndida Lisa Owen y Carlos Aragón, que demuestra ser muy buen actor cuando está bien dirigido.

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