Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 29 de agosto de 2002
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Política

Adolfo Sánchez Rebolledo

El Informe, el PRI y su futuro

El primero de septiembre los reflectores estarán de nuevo en el Presidente, pero la atención se concentrará en los priístas. Marcado por la reforma eléctrica y la notoria exclusión del PRD del reparto estelar de la función, el Informe anuncia el comienzo de una nueva etapa en la gestión foxista que deja atrás los "remiendos" y junto con ellos las pretensiones fundacionales atribuidas a la alternancia.

Dicen los que saben que Fox está aprendiendo a hacer política. Puede ser. Es natural que un gobierno dialogue con la oposición en busca de apoyos específicos y adhesiones circunstanciadas para sus propuestas, sobre todo si éstas tienen trascendencia nacional, siempre y cuando, claro está, tales acuerdos no suplanten la deliberación que la Constitución reserva al Congreso. En ese sentido, la postura del Presidente es muy clara: para gobernar se requiere una mayoría que, dada la aritmética legislativa, no se dará espontáneamente si no es conciliando con una parte de la oposición, lo cual es inobjetable en términos democráticos.

Es obvio que en este camino, la Presidencia no tiene nada que perder y sí mucho que obtener en términos de sus objetivos estratégicos, como son la reforma eléctrica y, eventualmente, la de todo el sector energético. En este punto, hay que admitirlo, el gobierno no está improvisando: se trata justamente del programa máximo defendido por los factores reales de poder que impulsaron su candidatura, más allá de los escarceos populistas y socialcristianos de la campaña. Además, tiene en su favor el hecho de que la reforma eléctrica es necesaria para el desarrollo del país, aunque la propuesta oficial no sea obligatoriamente la única racional. Hay de reformas a reformas.

Lo que no está claro en absoluto es la postura del PRI como institución, sobre todo cuando sus dirigentes principales escamotean una definición de fondo, parapetándose en la idea predemocrática de que su partido no da línea porque no la tiene. Resulta sorprendente que lo diga el propio Madrazo cuando de todos es sabido que el grupo parlamentario priísta en el Senado elaboró una iniciativa que trata de consensuar las opiniones de sus miembros y se aproxima más a la de otras fracciones que a la del gobierno. Pero es más extraño que Roberto Madrazo diga que no hay línea cuando existe un mandato expreso de la Asamblea Nacional para evitar ciertas modificaciones a la Constitución que la dirección tricolor hasta ahora no ha denunciado. Al parecer, Madrazo está convencido de que las reformas estructurales de Fox son tan necesarias como las que en su momento impulsó Salinas bajo la bandera de la modernización, de modo que no teme su aprobación, sino que se le queden pendientes a un hipotético gobierno priísta. Pero en vez de solicitar una rectificación, la dupla Gordillo-Madrazo se escuda en el respeto a la pluralidad de los militantes, lo cual no es sino una manera trivial de eludir sus responsabilidades como líderes que son de su partido.

En esas condiciones, la labor de la Presidencia en favor de su propia propuesta avanza, y cómo no, entre los gobernadores para que a su vez éstos "sugieran" a los legisladores de sus respectivos estados que también voten "en conciencia" por la iniciativa del gobierno. Por lo pronto, el asedio al Congreso ha cumplido una etapa. Ahora viene lo más importante: que las iniciativas se sometan de una buena vez al debate de los legisladores, al análisis ponderado de las opciones que nadie puede suplantar, menos cuando se trata de partidos y fracciones parlamentarias carentes de disciplina y de unidad de propósito. Entonces veremos de qué cuero salen más correas.

Si el PRI, o al menos una parte significativa de sus legisladores, aprueba en líneas generales y sin modificaciones sustantivas la propuesta de reforma eléctrica enviada al Congreso por el Presidente, se habrá dado un paso enorme hacia la división del PRI, que ni siquiera el oportunismo proverbial de sus jerarcas conseguirá evitar. Ojalá y la discusión que está en el fondo se asuma como lo que es: una diferencia estratégica en la concepción del presente y el futuro de México; es hora de trascender la polémica estrecha que tilda como dinosaurios a quienes se atreven a sostener que el desmantelamiento completo de las empresas públicas no es el mejor camino para México.

Ojalá y el debate sobre la electricidad supere la estrechez de los ideólogos del "costo-beneficio" que, en esta materia, ya habría dejado sin luz a la mitad del país.

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