Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 24 de agosto de 2002
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Editorial
DEFENDER LO INDEFENDIBLE


El gobernador de Texas está de visita en México, con fines de promoción comercial. Esa fue la ocasión elegida para defender la pena de muerte. En pocas palabras, dijo que si los criminales no quieren que les maten en Texas, no deben ir a ese estado, pues él hará cumplir sin vacilaciones la pena de muerte que allí se aplica con alarmante frecuencia.

En efecto, como se sabe, Texas tiene en Estados Unidos dos tristes récords: el del más bajo nivel cultural y el del más alto índice de asesinatos legales mediante la pena de muerte. Esto no es poco si se considera que Estados Unidos es uno de los pocos países en el mundo (se cuentan con los dedos de una mano) que practican aún la bárbara pena de muerte y que construyen más prisiones que escuelas y, además, las tienen repletas de presos latinos o afroamericanos, en una proporción aplastantemente superior a la de dichas minorías en el conjunto de la sociedad estadunidense.

El sucesor del presidente Bush en la gobernación texana olvida algunos datos del problema que conviene recordarle. Además, desconoce seguramente la más elemental cortesía y el dicho de que no se debe mencionar la soga en la casa del ahorcado, pues viene a hacer propaganda de la pena de muerte nada menos que en México y a pocos días de la suspensión del viaje a Texas del presidente Vicente Fox en señal de repudio a la injusticia y la barbarie que tan normales le parecen al gobernador texano. El mundo rechaza la pena de muerte que no se puede justificar diciendo que Texas es un estado democrático y que respeta a la mayoría que instituyó la pena capital, porque con el mismo criterio, el gobernador podría sostener leyes propuestas por el Ku Klux Klan si éstas tuviesen mayoría o los estados del apartheid (que se vieron obligados a fines de los sesenta a reconocer la igualdad entre los ciudadanos de diferentes etnias) habrían sufrido una imposición antidemocrática.

En Texas hay propietarios de tierras que se organizan y arman para cazar, literalmente, a los mexicanos forzados a emigrar para buscar trabajo (y que otros propietarios explotan vergonzosamente). En Texas, también, todavía se hace propaganda antimexicana en nombre de El Alamo y se fomenta el racismo, cuya expresión más salvaje es la particular indefensión jurídica de los extranjeros.

Por otra parte, la relación entre Estados Unidos y México es la típica relación desigual construida mediante atropellos históricos y saqueos y reforzada hoy con todo el poder del capital financiero y de las trasnacionales, que tienen un papel fundamental en la destrucción del tejido social agrario mexicano y de la economía rural de nuestro país, procesos ambos que provocan una emigración masiva. muy provechosa para Estados Unidos pero funesta para México. Prescindir de esos factores sociales, económicos, históricos, culturales para ufanarse, en tierra de las víctimas, de los asesinatos legales y declarar a priori que el gobernador texano no rexaminará ninguna condena a muerte y seguirá aplicando a troche y moche una legislación aberrante e incivilizada, es algo que, como en el caso de su predecesor George W. Bush, sólo puede explicarse por una combinación entre una brutal falta de cultura y la arrogancia fundamentalista de políticos-empresarios que creen que todo les está permitido. 
 

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