Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 13 de agosto de 2002
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Trevi: sé que puedo superar la pesadilla

La Jornada entrevistó a la artista momentos antes del anuncio de su retorno a prisión

ROBERTO DE LA MADRID ESPECIAL PARA LA JORNADA

Brasilia, 12 de agosto. Horas antes de que Gloria Trevi supiera que el Tribunal de Justicia de Brasil revocaba su prisión domiciliaria en el convento de las hermanas escalabrinianas, la cantante mexicana conversó con La Jornada.

Feliz cargaba a su hijo y acomodaba los regalos traídos por su madre Gloria Ruiz. Había una lavadora, un recogedor, una fibra para baño, un líquido quita cochambre para estufa y desodorantes. Además, un pantalón, unas chanclas y unas mamaderas (así se dice en portugués a los biberones). Las cosas se dejaron en el suelo de la cocina y comenzaron el quehacer. "A ver, hija, ayúdame, que tenemos que lavar este chiquero", pedía la madre. Gloria hizo caso. Limpió la mesa, barrió el piso, sacudió el horno de microondas y desempacó la vajilla nueva. "Hija, limpia bien el suelo", le insistió a la cantante caída en desgracia desde hace dos años.

Trevi contesta como si justificara, dando entrada a la entrevista: "Sí, yo ya lavé los pasillos de la cárcel" y "no sabes lo que era aquello. Eso sí era trapear, ya de eso estoy curtida... Cualquier cosa que me pase no se puede comparar a lo que he vivido, es lo más horrible que te puedas imaginar. Es difícil, tormenta tras tormenta, sales de una y entras a otra".

-ƑEra muy negro?

trevitsuhijoOK-No... era aplastante.

-ƑY cómo le hacías para resistir?

-El hecho de ser mujer no implica debilidad. Mi madre desde niña me decía que siempre había que estar con la cara en alto. Si no sabes, me daba mis buenas nalgadas, pero siempre con respeto. Ese fue uno de mis grandes errores, que yo a veces lo declaraba a los periodistas y luego ellos publicaban: 'Gloria Trevi se queja de su familia, vivía con violencia intrafamiliar', y la verdad es que no se vale, porque luego hasta decían que mi casa era un manicomio.

-Cómo ves tu historia. En 1985 apareces como un gran proyecto de artista. La cúspide la alcanzas en los 90. Aclamada en 1994. En 1998 aparece el libro de tu corista y denuncia al clan de Sergio Andrade. En 2000 eres apresada. Surgen todo tipo de imputaciones sobre abuso sexual, maltratos; más adelante la muerte de tu hija, luego una presunta violación y un embarazo, y ahora con un hijo del cual no se sabe...

-Uff... la veo difícil. He vivido muchas cosas. Lo feo, a partir de la detención. Pero sé que puedo superarlo. Es increíble lo que me ha pasado. Si alguien me contara que eso me pasó me quedaría asombrada. Ni yo a veces lo asimilo. Era como una pesadilla. Pero más difícil que contarlo es vivirlo. ƑSabes qué necesité en todo momento para salir adelante? Fuerza, fe, creencia en Dios y en los valores que me enseñó mi familia, que la amo. Ellos no saben cuánto los amo, no lo saben, pero es la fuerza que me hizo salir adelante. A poco crees que yo andaba de pirujilla, o de todo eso que me publican. Mis padres me enseñaron otras cosas más valiosas que eso: la honestidad, la lealtad, la justicia. Solo así se puede salir adelante. Y lo voy a demostrar.

A 10 de la noche del mismo día, Gloria Ruiz y sus abogados regresan al convento. Asustados dan a conocer la noticia. La desesperación se apodera de todos. Las monjas se ponen a llorar. No lo pueden creer. Estaban esperando su libertad total y ahora las regresan de nuevo a la cárcel. "Fueron como unas vacaciones sádicas", agrega una de las religiosas. Gloria, sentada, mirando hacia el suelo. Su bebé al lado. Esa noche iba a estrenar la videocasetera que le había comprado su madre. En el horno de microondas ya estaban las palomitas y había preparado unos emparedados. Las lágrimas no salían pero llenaban el contorno de los ojos, el rostro indicaba desesperación, impotencia. Uno de los policías la veía con ganas de abrazarla. La noche fue larga.

Al día siguiente el ritual de la detención fue inevitable. Una a una, en fila, las monjas se fueron despidiendo de la artista. Su rostro estaba desencajado, pálido. Llevaba a su bebé entre los brazos.

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