Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 7 de agosto de 2002
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Edward W. Said/I

Muerte lenta: castigo detallado

Aparte de las molestias físicas obvias, estar enfermo por un periodo largo invade el espíritu con un terrible sentimiento de desamparo alternado con lapsos de lucidez analítica que, por supuesto, debemos atesorar. Durante tres meses he entrado y salido del hospital, y hay días marcados por tratamientos largos y dolorosos, transfusiones de sangre, pruebas interminables, horas y horas de trabajo improductivo invertidas en mirar el techo; la infección y la fatiga te desgastan, hay una imposibilidad de trabajar normalmente y un pensar, pensar y pensar. Pero hay también pasajes intermitentes de lucidez y reflexión que le permiten a uno ver las cosas (sin poder hacer mucho por ellas) desde una perspectiva muy diferente.

Al leer las noticias de Palestina y ver las horrendas imágenes de muerte y destrucción por la tele, mi experiencia es de sorpresa y estupefacción absoluta porque deduzco de los detalles la política gubernamental israelí, y en particular lo que pasa por la cabeza de Ariel Sharon. Cuando después del reciente bombardeo de Gaza por uno de sus F-16 -en el que fueron asesinados nueve niños- Sharon dio sus felicitaciones al piloto, según fue citado, y alardeó de este gran éxito is-raelí, tuve la posibilidad de hacerme una idea mucho más clara de lo que es capaz una mente enloquecida, no sólo en términos de planes u órdenes, sino de algo peor: de cómo se las ingenia para persuadir a otros de pensar en formas igualmente engañosas y criminales. Penetrar el pensamiento israelí oficial es una experiencia que vale la pena, por chocante que sea.

Sin embargo, en Occidente hay tantas repeticiones y una atención tan poco edificante hacia los bombazos suicidas de los palestinos que termina por imponerse una distorsión enorme de la realidad y se oscurece por completo lo más grave: el mal perpetrado oficialmente por Israel (quizás estrictamente sharoniano) que se inflige al pueblo palestino tan deliberada y tan metódicamente.

Un bombazo suicida es condenable pero es el resultado directo, y en mi opinión conscientemente programado, de años de abusos, desesperanza e impotencia. Un acto así está tan alejado de la supuesta propensión a la violencia árabe o musulmana como el hombre en la luna. Sharon quiere terrorismo, no paz, y hace todo lo que está a su alcance para crearle condiciones. Pero ante tal horror, la violencia palestina, la respuesta de un pueblo desesperado y horriblemente oprimido, se ha desnudado de su contexto y del terrible sufrimiento del que surge: no ver esto es un fracaso en humanidad, lo cual no torna menos terrible esta violencia, pero al menos la sitúa en una historia y una geografía reales.

Y pese a esto, no se ha dado la oportunidad de que entendamos la fuente del terrorismo palestino -por supuesto que es terrorismo- debido a la insistencia machacona en enfocarlo como un fenómeno aparte, un mal gratuito, en estado puro, que Israel, supuestamente actuando desde el bien absoluto, ha estado combatiendo con virtud al emprender varios pasmosos actos de violencia desproporcionada contra una población de 3 millones de civiles palestinos. No hablo sólo de las manipulaciones israelíes de la opinión pública, sino de cómo se ha explotado en Estados Unidos una campaña equivalente contra el terrorismo sin la cual Israel no habría podido hacer lo que ha hecho. (No se me ocurre ningún otro país sobre la faz de la Tierra que, con gran despliegue entre los públicos televisivos nocturnos, haya podido ejecutar tantos milagros de detallado sadismo contra una sociedad completa y se salga con la suya.) Que lo anterior sea un elemento consciente de la campaña de George W. Bush contra el terrorismo, magnificando irracionalmente las fantasías y fijaciones estadunidenses con extraordinaria facilidad, no es un asunto menor en esta ciega destructividad. Al igual que las filas de ansiosos (y en mi opinión corruptos) intelectuales estadunidenses que despliegan una estructura enorme de falsedades acerca del benigno propósito -de la necesidad- del imperialismo estadunidense, la sociedad israelí ha presionado para que le sirvan numerosos académicos, politólogos y think tanks, además de ex militmdf16874ares que hoy se dedican a las relaciones públicas y a asuntos vinculados con la defensa, para explicar y dar credibilidad a políticas punitivas inhumanas que supuestamente se basan en la urgencia israelí por seguridad.

La seguridad israelí es ahora bestia fabulada y no unicornio. Se le caza o se le busca siempre y nunca se le encuentra, y sin embargo, es el perenne objetivo de cualquier acción futura. Que con el tiempo se haya convertido en una potencia menos segura y más inaceptable para sus vecinos, apenas amerita atención momentánea. Puesto así, Ƒquién cuestiona entonces el punto de vista de que la seguridad israelí deba definir la moral del mundo en que vivimos? Ciertamente no los liderazgos árabes y palestinos que por 30 años han concedido todo en aras de la seguridad israelí. ƑNo debería cuestionarse también esto, ya que Israel ha infligido más daño a los palestinos (y a otros árabes semejantes en tamaño) que cualquier país en el mundo, contando con su arsenal atómico, su fuerza aérea, su armada, su ejército, abastecidos sin limitación alguna por el contribuyente estadunidense? El resultado es que se ocultan las minucias cotidianas de lo que sufren los palestinos y, lo que es más importante, se cubren con una lógica de defensa propia y combate al terrorismo (infraestructura terrorista, nidos terroristas, fábricas de bombas terroristas, sospechosos de ser terroristas: la lista es infinita), algo que mucho le conviene a Sharon y al lamentable George W. Bush. Así han tomado vida propia algunas ideas acerca del terrorismo, ideas legitimadas y relegitimadas sin prueba, lógica o argumento racional alguno.

Consideren por ejemplo la devastación de Afganistán, o los asesinatos selectivos de casi 100 palestinos (por no hablar de los miles de "sospechosos" que soldados israelíes mantienen todavía en prisión): nadie pregunta si todas estas personas muertas o en prisión eran de hecho terroristas, o si había pruebas de que lo fueran o si -como es el caso de la mayoría de ellos- estaban a punto de convertirse en uno. Se asume que todos ellos eran un peligro por el solo hecho de afirmarlo sin que nadie lo niegue. Lo único que se necesita es uno o dos voceros arrogantes, como los patanes Ranaan Gissin, Avi Pazner o Dore Gold, y en Washington algún apologista sin fin de la ignorancia y la incoherencia como Ari Fleisher, y la gente definida como blanco puede considerarse muerta. No hay dudas, preguntas o reparos. No se necesitan pruebas ni tanta y agotadora delicadeza. El terrorismo y sus obcecados propósitos se han vuelto un crimen totalmente circular, autosatisfactorio, y la muerte lenta de enemigos que no tuvieron oportunidad ni decisión en el asunto.

Con excepción de los reportajes de algunos cuantos periodistas y escritores intrépidos como Amira Haas, Gideon Levy, Amos Elon, Tanya Leibowitz, Jeff Halper, Israel Shamir y algunos otros, el discurso público en los medios israelíes han decaído terriblemente en calidad y honestidad. El patriotismo y el apoyo ciego al gobierno han sustituido la reflexión escéptica y la seriedad moral. Ya pasaron los días de Israel Shahak, Jakob Talmon y Yehoshua Leibowitch. Me vienen a la memoria algunos cuantos intelectuales y académicos israelíes -hombres como Zev Sternhell, Uri Avneri e Ilan Pappe, por ejemplo- que son los suficientemente valerosos como para apartarse del imbécil y desubicado debate en torno a la "seguridad" y al terrorismo que parece haberse apropiado del establishment israelí de paz, e incluso de la rápidamente menguada oposición de izquierda. Diario se cometen crímenes en nombre de Israel y el pueblo judío, y no obstante los intelectuales charlan de la retirada estratégica, o tal vez de cómo incorporar o no los asentamientos, o de si continuar levantando esa cerca monstruosa, algo propio de generales o políticos y no de intelectuales y artistas con juicio independiente y alguna suerte de criterios morales. (ƑHabrá idea más enloquecida en el mundo actual que colocar a varios millones de personas en una jaula y luego decir que no existen?)

ƑDónde están los equivalentes israelíes de Nadine Gordimer, Andre Brink, Athol Fugard, aquellos escritores blancos que hablaban inequívocamente y con claridad nada ambigua en contra de los horrores del apartheid sudafricano? Simplemente no existen en Israel, donde el discurso público de los escritores y académicos se ha hundido en la equivocación y en la repetición de la propaganda oficial, y donde la mayor parte del oficio de pensar y escribir en serio ha desaparecido incluso del establishment académico.

© Edward W. Said

Traducción: Ramón Vera

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