Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 30 de julio de 2002
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Política

REPORTAJE ESPECIAL CRONICAS TEXANAS

JIM CASON Y DAVID BROOKS / ENVIADOS

del rio, texas

A la caza de los refugiados económicos

Por todas partes cerca del río hay señales de éxodo humano

La migra detiene a unos 100 indocumentados cada 24 horas en el área de Eagle Pass y refuerza con equipo de alta tecnología sus labores, pero ni así hace invulnerable la frontera. Ayudados por contrabandistas ínfimos -ratas del río- o profesionales -coyotes- los indocumentados no son considerados peligrosos; el temor de los agentes es al narco

"Vamos a jugar", dice el agente de la Patrulla Fronteriza mientras toma unos binoculares de visión nocturna y sube a una camioneta todo terreno para empezar el trabajo de todas las noches: cazar indocumentados en uno de los puntos de cruce más activos de la frontera texana con México.

Manejando por la frontera, cerca de la ciudad de Eagle Pass, no es difícil entender las reglas y formas de este juego. Uno está obligado a respetar la inteligencia de los jugadores, sin necesariamente respetar sus motivos.

Durante el día el agente había señalado pequeños grupos de personas congregadas bajo unos puentes y en las orillas del río Bravo del lado de Piedras Negras, esperando el anochecer. Tras el ocaso, esos grupos desaparecieron y, de este lado, era hora de subirse a las camionetas y sumarse a los otros agentes para repetir el juego de cada noche en esta zona: capturar indocumentados cuando intentan cruzar hacia Estados Unidos.

Nadie sabe en verdad cuántos indocumentados ingresan a Estados Unidos desde Coahuila cada día, pero en Eagle Pass los agentes detienen a unos 100 cada 24 horas, y se calcula que esta zona pronto se convertirá en uno de los principales cruces.

Preparándose para el incremento previsto, el número de agentes de la Patrulla Fronteriza en este sector se ha más que triplicado en la última década; se espera que llegará a mil 500 agentes en pocos años. El gobierno federal también ha instalado equipos, como cámaras digitales infrarrojas sobre torres, detectores de movimiento, helicópteros y aerolanchas de alta velocidad para patrullar el río.

Para mejor entender este esfuerzo de control fronterizo, estos enviados pasaron un día de finales de mayo junto a los agentes de la corporación en sus labores. Las únicas condiciones impuestas fueron no identificar los nombres completos de los agentes y no publicar "detalles operativos" que podrían ser utilizados por contrabandistas.

El primer punto que agentes, supervisores y jefes subrayaron fue que es casi imposible, aun con todo el equipo de alta tecnología y el mayor número de agentes, evitar el ingreso de todos los indocumentados que intentan cruzar a lo largo de los 329 kilómetros de frontera en este sector.

Hay muchos puntos del río Bravo, en particular los cercanos a pueblos, donde un inmigrante sólo necesita cruzar por las partes no profundas o peligrosas, cambiarse de ropa y avanzar menos de 200 metros antes de desaparecer en una de las colonias del lado estadunidense. La Patrulla Fronteriza, explicó el jefe de sector Paul Berg en entrevista, se centra en estos cruces en zonas urbanas.

Uno de sus agentes, Alberto, nos conduce al río, donde señala varios puntos de cruce. En algunos hay senderos casi invisibles por donde cada noche avanza el tráfico humano. Se ven bolsas de plástico en las cuales se transporta ropa seca para los que logran cruzar.

Alberto señala a un hombre al otro lado del río; es Porfirio, dice. Parece estar pescando pero, según Alberto, jamás pesca. Es un contrabandista de bajo nivel, afirma el agente, aquí se les conoce como "ratas del río", que cobran entre 40 y 100 dólares por cabeza para ayudar a inmigrantes a cruzar.

Porfirio parecía poner mucha atención en los movimientos del lado estadunidense, y en particular en la dirección en que apuntaban las cámaras móviles colocadas sobre las torres y la ubicación de las camionetas blanco y verde de los agentes migratorios. Nos estacionamos bajo un puente y directamente al otro lado unas 20 personas parecen simplemente esperar. Porfirio es "dueño" de esta sección del río y si alguien decide competir con él lo delata y llama a la Patrulla Fronteriza.

Al anochecer el grupo de 20 se ha esfumado. Desde un centro de comando, a unos kilómetros, agentes de la corporación observan ya las imágenes enviadas por las cámaras infrarrojas. Aparecen figuras, en grupos de dos o tres, saliendo del carrizo de la orilla del río del lado mexicano e intentan cruzar por un campo de golf municipal para tratar de desaparecer en una colonia de Eagle Pass. Dos hondureñas son fácilmente capturadas, pero otro grupo evade a los agentes y escapa, al menos por ahora, entre las sombras de Eagle Pass. Los agentes no tienen derecho de catear las casas si sospechan que hay indocumentados en una colonia.

En el centro de comando de la Patrulla Fronteriza los agentes manipulan las cámaras de las torres para observar zonas de ingreso, y monitorean las señales electrónicas enviadas por los sensores de movimiento plantados en esta región. Cuando se sospecha un movimiento humano y aparece una imagen en pantalla, el centro de comando se comunica por radio con los agentes en el campo para que investiguen.

Aparece la imagen de tres inmigrantes, como fantasmas en la óptica de la cámara infrarroja. Acaban de cruzar, corren e intentan esconderse detrás de un árbol al ver una camioneta de la corporación. No tienen idea de que se les ve clarito por las cámaras, y que desde este centro se guía al agente justo adonde se esconden. Esto haría pensar que las posibilidades de cruzar son mínimas.

Pero las cámaras no logran ver todo. Hay partes donde no las hay y eso no es nada fácil para los agentes. Varios de los barrios son abiertamente hostiles a la migra. En uno hay perros que sólo ladran cuando pasan los agentes y guardan silencio si pasa un inmigrante.

Aunque por ley los agentes tienen derecho de ingresar a cualquier propiedad dentro de una franja de 40 kilómetros de la frontera, varios residentes no se muestran contentos de tener camionetas pasando por sus negocios o sus granjas a toda velocidad durante la noche. Un granjero comentó que en una noche pasaron por lo menos cinco patrullas por su propiedad detrás de inmigrantes.

COYOTES ESTADUNIDENSES

La mayoría de la gente que cruza es guiada por "ratas del río" como Porfirio, que se ganan unos cuantos dólares por cabeza, o por contrabandistas profesionales -coyotes- que ganan miles de dólares por cabeza a cambio de la promesa de un viaje seguro desde México a un punto en Estados Unidos. Estos coyotes conocen bien las rutas y los puntos vulnerables de la Patrulla Fronteriza, incluyendo los sitios donde no alcanzan a ver las cámaras.

"Muchos coyotes son ciudadanos estadunidenses, residentes permanentes o con credenciales fronterizas (que les permiten viajar hasta 40 kilómetros de la frontera en Estados Unidos)", informa el agente Alberto. Nos lleva por varias casas propiedad de coyotes, algunas utilizadas para almacenar mercancía -aspirantes a inmigrantes- mientras espera hacer la siguiente escala del viaje clandestino hacia el interior, o son los hogares conocidos de los contrabandistas de humanos.

Se nos señala la de uno de los coyotes más importantes de la región, contra quien jamás ha properado una acusación. Aunque otros oficiales de la Patrulla Fronteriza insistieron en que menos de 20 por ciento de los coyotes son ciudadanos estadunidenses, admitieron que sería casi imposible establecer las redes necesarias para su negocio sin tener la posibilidad de un acceso constante a Estados Unidos.

Para dificultar el trabajo de los coyotes, la estrategia de la Patrulla Fronteriza es obligarlos a cruzar cada vez más lejos de las ciudades para detener a los indocumentados en zonas rurales abiertas, con pocos lugares donde esconderse. También hay una serie de retenes de inspección donde cada vehículo debe detenerse y se pregunta a los ocupantes su ciudadanía.

Esta parte de Texas ofrece un panorama casi infinito de tierra seca, ranchos con tan poca vegetación que se necesita casi una hectárea para mantener una vaca o un caballo, y el sol no deja de castigar tramos en los que quizá en kilómetros a la redonda hay un solo árbol capaz de ofrecer un poco de sombra. La economía rural está en dificultades y muchos de los ranchos no pueden mantenerse y sobreviven rentando sus tierras para cacería deportiva. bridgeflagone

Pero por todas partes están las señales de éxodo humano, y tantos inmigrantes se ven obligados a cruzar por los ranchos, que algunos granjeros han construido escaleras en ambos lados de sus cercas para que la gente pueda cruzar sin dañarlas.

En el verano, cruzar aquí puede tener consecuencias mortales. "A veces tenemos uno al día, a veces más de uno", informa el agente Alberto en referencia a los muertos con los que él y sus compañeros se topan en esos meses. Los agentes, desde jefes hasta principiantes, se mostraron preocupados por la muerte de personas que son, como dijo el jefe Berg -y casi todos lo entienden-, "refugiados económicos".

Así se ha incrementado la capacidad de la policía migratoria para actuar también como agencia de rescate; hay una unidad de emergencia (que cuenta con helicópteros, barcos y vehículos), dedicada a ubicar a inmigrantes abandonados en el desierto o en las aguas del Bravo, o a otros residentes y ciudadanos que también se encuentran en apuros en estas tierras que no perdonan errores.

Algunos agentes describen cómo sus compañeros, por su cuenta y contra las normas establecidas, han encontrado mujeres y niños que no han comido y bebido en días y, antes de enviarlos al cuartel para que sean "procesados", pasan por un McDonald's para ofrecerles algo de comer.

En Eagle Pass, la Patrulla Fronteriza tiene presupuesto para alimentar a inmigrantes detenidos antes de que sean regresados al otro lado; estos reporteros vieron a varios detenidos en el cuartel comiendo hamburguesas McDonald's.

Pero las peligrosas condiciones de la inmigración ilegal se incrementan al paso que las autoridades aumentan la vigilancia de este lado. Ahora, inmigrantes cada vez más desesperados aceptan ser encerrados en vagones de carga de ferrocarril que cruzan desde las maquiladoras del lado mexicano, pero por falta de aire y agua es cada día más común hallar muertos dentro de estos vagones, convertidos en ataúdes.

Esta noche llegamos junto a un tren en el que un vagón tiene un agujero hecho desde dentro con un hacha; por allí lograron escapar unos inmigrantes dejando atrás comida y herramientas. Lograron abrir un hoyo para recibir aire. En otro vagón los agentes hallaron a dos inmigrantes vivos, que fueron detenidos. "Estos son los que tienen suerte", comenta un agente.

EL NARCO

A la mayoría de la gente detenida en este sector se le toman las huellas digitales, una foto, y si son mexicanos y no han cometido otros delitos ni tienen ficha criminal, son regresados por el puente al lado mexicano, aunque los que han repetido este rito demasiadas veces podrían enfrentar una condena de cárcel de 30 días o más. Los indocumentados no son percibidos como algo peligroso ni como "enemigos" por la migra. El temor entre los agentes son los narcotraficantes.

Los agentes están armados, pero aun con eso y la alta tecnología, el trabajo que desempeñan no es para miedosos, pues enfrentan en las noches a grupos de desconocidos en lugares alejados, especialmente cuando no se sabe si son "sólo inmigrantes" o narcotraficantes.

"Cuando uno se aproxima a inmigrantes generalmente empezarán a correr en todas direcciones. Pero los narcotraficantes se enfrentarán, porque no desean perder su mercancía", explicó el agente Alberto. "Cada día detenemos a algún tipo de narcotraficante." Hace unos años un agente de este sector fue asesinado a balazos por un narcotraficante, comenta Alberto, señalando el lugar donde ocurrió el incidente.

La mayoría de los agentes de la corporación en esta zona -tal vez 80 por ciento- son latinos, explicó Alberto, cuyos padres eran mexicanos, fueron inmigrantes y se hicieron ciudadanos. Pero regresaron al lado mexicano de la frontera para que sus hijos aprendieran el español de México. Alberto no percibe ninguna contradicción en su trabajo de detener el ingreso de gente que hace algo parecido a lo que hicieron sus padres.

Sin embargo, no le resultó agradable cuando, al tomarse un café con estos reporteros, se escuchó por el sistema de sonido del restaurante a Carlos Santana cantando "migra, migra, pinche migra, déjame en paz". "Mis hijos -comentó- me preguntan a qué se refiere esa canción." Estamos en un lugar donde no hay muchas opciones de empleo.

"Esto se trata de la ley, no es más. Es una chamba interesante y variada, no es lo mismo todos los días, siempre es un reto", refirió. Al mismo tiempo Alberto y sus colegas no ocultaron su opinión de que las políticas de control fronterizo no pueden tener éxito mientras no se genere más empleo en México y cada día más patrones estadunidenses buscan desesperadamente mano de obra inmigrante de este lado.

"Es un juego, no se puede tomar demasiado en serio, porque uno se volvería loco si cree que puede detener este flujo. A veces logra detener a un grupo de 20, y otros días todos logran escapar. Intento no hacerme muchas bolas con esto", señala.

Claro que oficialmente el jefe Berg sostiene que sí existe una estrategia nacional, y busca hacer cada vez más difícil cruzar por la frontera del suroeste estadunidense en diversos puntos. Pero la presión de sectores empresariales ha obstaculizado efectivamente los esfuerzos de detección y expulsión de indocumentados en sus lugares de empleo dentro del país, y sin cancelar ese imán es poco creíble que la Patrulla Fronteriza logre mayor éxito en su misión. "Para tener una estrategia nacional efectiva, uno debe manejar tanto el interior como la frontera. El problema es que la politiquería en Washington siempre empaña la realidad", reconoció el jefe Berg.

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