Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 12 de julio de 2002
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Editorial
ATENCO: REPRESION Y REVUELTA

Macintosh HD;É;SOL CORNISA 1Finalmente el conflicto entre los pobladores de San Salvador Atenco, opuestos a la expropiación de sus tierras, y las autoridades federales y del estado de México alcanzó ayer niveles inadmisibles desde todos los puntos de vista.

El levantamiento de los ejidatarios de Atenco fue desencadenado por la detención de los dirigentes del movimiento campesino -que gozaban de amparo contra los órdenes de aprehensión en su contra- y por la represión de los manifestantes que se disponían a exponer sus demandas al gobernador Arturo Montiel, en gira por la zona. Al cometer estos atropellos, el gobierno del estado de México se colocó en una delicada posición, pues dejó en claro que no se encuentra dispuesto a ningún tipo de negociación civilizada y razonable con los habitantes de las zonas afectadas por la instalación del nuevo aeropuerto, sino que incurrió en injustificables prácticas de violencia oficial. Es alarmante que la indignación de los ejidatarios de San Salvador Atenco haya alcanzado, luego de meses de ser ignorados y vilipendiados por las administraciones federal y estatal, tal grado de virulencia, al punto de que éstos se encuentran hoy decididos a defender a cualquier precio -incluidas su propia integridad física y la de las personas que fueron retenidas por ellos- lo que consideran su derecho a permanecer en sus tierras.

La represión desatada contra los campesinos de San Salvador Atenco por las fuerzas policiales del Estado de México, por un lado, y la retención de funcionarios judiciales y agentes de policía, el bloqueo de importantes vialidades y la destrucción de vehículos por parte de los iracundos ejidatarios, por el otro, son todas acciones contrarias a la legalidad y a la búsqueda pacífica y negociada de una solución al conflicto suscitado por la ubicación del nuevo aeropuerto capitalino y, sobre todo, son muestra de la profunda descomposición del tejido social que ha provocado la falta de sensibilidad de los funcionarios encargados de hacer frente a este conflicto. Pero más allá de los reprobables sucesos de ayer, la desesperación que ha motivado la sublevación de los pobladores de Atenco tiene su origen en el avasallamiento de su dignidad y sus derechos, en el desprecio por su patrimonio comunitario ?no debe olvidarse que las autoridades pretenden pagar los terrenos expropiados a un precio ínfimo para entregarlos a los especuladores inmobiliarios? y en la prepotencia con la que los gobiernos federal y estatal han pretendido someter a los habitantes de esa región mexiquense. Además, debe reiterarse que, en lo inmediato, fue la decisión deliberada de detener a la dirección del movimiento lo que desencadenó la ira y la movilización de los ejidatarios. Por añadidura, los habitantes de Atenco ya habían tenido que enfrentar la realización en sus tierras de trabajos no autorizodas por parte de empresas constructoras, pese a haber conseguido por la vía judicial la suspensión de las obras. La sociedad debe condenar toda manifestación de violencia, venga ésta de donde venga, pero también debe conocer sus causas y demandar soluciones de fondo a la problemática que la ha inducido.

Al margen de que se dilucide la procedencia de fincar responsabilidades penales a quienes resulten responsables de estos estremecedores acontecimientos, es evidente que la estrategia oficial utilizada para enfrentar este problema ha fracasado de manera estrepitosa y sólo ha contribuido a la polarización de las posiciones y al estallido de la violencia. Por ende, es urgente que el gobierno federal modifique su postura y reoriente sus prioridades, hasta ahora volcadas en favorecer los intereses económicos de los grandes grupos interesados en la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, y ofrezca a la brevedad una solución justa y digna a los campesinos afectados. Es hora de que las autoridades competentes sopesen el grave costo social inherente a mantener su actual proyecto aeroportuario y rectifiquen sus decisiones a fin de terminar de una vez por todas con un conflicto que ha rebasado los límites de la racionalidad y ha degenerado de manera ostensible y peligrosa.
 

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