Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 7 de julio de 2002
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Capital
CON VISTA AL ZOCALO

José Agustín Ortiz Pinchetti
 

La reforma política del DF, bloqueada en El Caballito

LA REFORMA política del Distrito Federal está atrapada en las oficinas del Senado en la plaza de El Caballito (no es plaza, El Caballito es una escultura amarilla abstracta). Con el proyecto concluye un largo camino para liberar a la capital del control autoritario de la Presidencia de la República. Los mayores cambios se dieron ya, pero debe completarse el trabajo histórico. Los órganos de gobierno y todos los partidos en la capital produjeron y apoyaron la iniciativa. La Cámara de Diputados la aprobó en diciembre de 2001 con 97 por ciento de votos. En el Senado está congelada desde hace siete meses.

RECORDEMOS COMO funcionó la capital dentro del sistema montado en tres piezas: a) la Presidencia, b) el partido único o semiúnico, c) el control de la capital. El Presidente (en realidad un monarca absoluto), hereditario por línea transversal, ejecutor y árbitro supremo. Su única limitación era su temporalidad sexenal. El partido único sirvió para mantener la estabilidad del sistema y los recambios sexenales. Había una tercera pieza: el control de la capital, donde residían el Presidente, su gabinete, sus guardias y su corte, además de la población más culta, preparada, poderosa y díscola del país.

TODOS LOS grupos de presión tenían residencia en el Distrito Federal. También las universidades más importantes y los partidos de oposición. El DF aportaba un tercio de la riqueza y tenía la mayor carga impositiva. Era vital mantenerlo uncido a las riendas del poder presidencial y monárquico. Y así se hizo. El Presidente nombraba a un regente empleado suyo. Era un funcionario bastante poderoso y algunos llegaron a ser fuertes competidores por la grande. Ninguno lo logró. Pero, ¿por qué era tan importante el control de la metrópoli? Porque podría ser un contrapeso excesivo contra el poder presidencial. Además, si la población capitalina -la más politizada del país- podía elegir a sus representantes, podría elegir opositores y exigir cambios. Hubiera contagiado con sus torpes anhelos de modernidad a las demás regiones del país y debilitado a la monarquía.

LOS VIEJOS sabios del sistema sabían del peligro. Por eso se opusieron siempre a las reformas para el DF. Aceptaron algunos ajustes administrativos, pero ir a fondo ¡jamás! Al fin las reformas se fueron dando a contrapelo. Los sabios tenían razón. El triunfo de la oposición, en 1997, abrió a la alternancia no sólo las puertas de la capital, sino de toda la nación.

HOY UNA reforma que libere a la capital y garantice su carácter de sede de los poderes de la República está congelada por una curiosa coalición de políticos a la más vieja usanza. La opinión pública y los senadores progresistas de todos los partidos pueden destrabar la reforma y vencer a los nostálgicos.
 


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