Alarmadas
por las condiciones de pobreza y marginación que enfrentan en
las comunidades rurales, en donde día con día se topan
con el lento aprendizaje de sus alumnos/as, la desnutrición,
la deserción escolar, el machismo y el "costumbrismo"
que impiden que las estudiantes progresen, maestras rurales se sumaron
a las protestas realizadas frente a un gobierno "que piensa que
ya todo está solucionado".
Abandonaron las aulas para adherirse a la lucha para exigir mejores
condiciones para sus alumnos/as y para ellas mismas. Las entrevistadas
coinciden en que este gobierno, el de Vicente Fox, es todavía
más duro para negociar que los anteriores.
Las hay quienes dicen que el machismo ya quedó atrás y
que, al menos entre el profesorado, hay igualdad y tienen voz y voto;
sin embargo en la comisión que negocia con el gobierno no figura
ninguna de ellas. Tampoco asaltan los micrófonos como ellos para
expresar sus inconformidades. Ellos, dicen, han asumido una actitud
paternalista y les han ordenado que si van a dar una vuelta por la ciudad,
vayan "acompañadas de un hombre" y en los mítines,
si alguna va al frente, le piden que "no se arriesgue", que
por favor "se resguarde atrás".
Guadalupe Flores Cano tiene 34 años, es maestra rural, originaria
de Malinaltepec, Guerrero. Estudió la secundaria gracias a que
trabajó de "pilmama", de sirvienta. Luego, hizo examen
para poder prestar su servicio como instructora del nivel primaria;
al mismo tiempo estudió el bachillerato pedagógico y después
la licenciatura en la Universidad Pedagógica Nacional y estaba
embarazada.
"Yo no quería ser maestra - confiesa-, lo hice por necesidad,
porque mis padres ya no me podían dar estudios". Aunque
en principio Guadalupe se negaba a ser parte de los y las jóvenes
convocados/as para ir a enseñar a leer y a escribir en las regiones
apartadas del país "por miedo y por no conocer bien el Estado",
esta mujer guerrerense, llegó a la Costa Chica de Guerrero, al
municipio de Ayutla de los Libres -donde permaneció 16 años
alejada de sus familiares-, específicamente en la comunidad El
Salto, en la escuela Rubén Mora Gutiérrez, dando clases
a niños/as de segundo, tercero y cuarto de primaria, trabajo
por el que le pagaban en aquel entonces 20 pesos a la quincena.
"Sufrí mucho porque en esa comunidad no nos querían
vender las tortillas, la gente era muy pobre y lo que sembraban apenas
les alcanzaba a ellos. En esa época tenía que pasármela
con tortillas con sal, con chilito verde y hierbitas. En noviembre y
diciembre, casi ya no había niños en la escuela, porque
se los llevaban a cortar jamaica y ya no los dejaban estudiar".
Posteriormente, pidió su cambio a la Montaña Alta, municipio
de Metlatonoc, comunidad de Juanacatlán... Guadalupe, se dice
preocupada por la escasa preparación con que cuenta el magisterio,
el rezago en la educación a causa de la pobreza, la migración
de los estudiantes y el destino de las jóvenes que se casan a
edades muy tempranas y llegan a tener hasta 12 hijos/as.
Ella se casó a los 22 años, tiene dos hijas, una de 12
y una de nueve: "ahora dejamos de tener hijos, porque la vida es
muy cara y no nos presta para tener más, además hay que
caminar mucho para llegar a las comunidades a dar clases e iba a ser
difícil hacerlo encinta y no hay nadie que los cuide en lo que
uno trabaja". Su esposo también es maestro y cada uno obtiene
un sueldo quincenal de mil 800 pesos que tienen que repartir en gastos
personales, manutención de sus hijas y de sus padres que ya son
ancianos y no pueden trabajar.
Para llegar a Juanacatlán, a las ocho de la mañana a la
escuela Teresa de Mier, -donde tiene que enseñar el español
a niños/as que en su totalidad hablan su lengua materna: el tlapaneco-
Gudalupe tiene que "tomar un carro" que le cobra 50 pesos
y que hace, de donde vive a la escuela, aproximadamente dos horas.
"Donde actualmente trabajo tenemos aulas muy decaídas y
no hay butacas, los salones son de adobe, hechos por la comunidad; las
casas de los maestros también son así; no tenemos material
didáctico, hay que comprarlo de nuestro propio bolsillo o pedirles
cooperación a los alumnos, pero sus padres se molestan porque
no tienen dinero. En Juanacatlán, continúa, las niñas
se casan a los 10 años, su padres "las venden" entre
5 mil o 10 mil pesos "a quienes ya les echaron el ojo".
Cecilia Escobedo de 24 años, Nancy Guadalupe López, de
23 y Mónica Lucas de 26 años, son maestras de secundaria
en el estado de Michoacán: San Francisco de los Ranchos, la Huacana
y el Churumuco. Mientras realizan la comisión de mover el atole
y preparar la comida para los integrantes del plantón, cuentan
a Triple Jornada que en ese estado de temperaturas extremosas, se sigue
dando el machismo y ellas lo padecen día con día y por
lo mismo, tratan de inculcarles a los/as estudiantes que tanto el hombre
como la mujer tienen los mismos derechos "pero es difícil
porque traen las costumbres de los papás":
"Los
maestros tienen más autoridad que las maestras. Se nota en el
trato que nos dan. En las juntas, se imponen más". Nancy
asegura que ante esos signos de autoritarismo patriarcal, ellas reaccionan
con "tolerancia, porque si te les rebelas, toda la comunidad se
va contra ti... Las que contamos con algún maestro varón
en las comunidades, nos hacemos fuertes con él, porque él
si nos ayuda bastante a controlar a la gente, a saberles hablar. Nosotras
como mujeres tenemos limitantes, porque cuando les damos una sugerencia,
ellos creen que es una orden y se sienten agredidos, entonces, una maestra,
como mujer, tiene que cuidar mucho las formas".
Aunque aseguran que "para un hombre es mucho más sencillo"
ser maestro rural, porque tienen que acudir a pueblos marginados donde
no hay transporte, estas tres jóvenes profesoras comentan que
lo de ellas es vocación, a pesar del sueldo y de las magras condiciones
en que desarrollan su profesión.
"Cuando uno va a las comunidades, corre más peligro, porque
todavía acostumbran robarse a las muchachas. Desde que llegamos
el consejo que nos dan es que andemos acompañadas, aunque sea
con alumnos, el caso es que no te vean soltera", explica Mónica.
Cecilia y Nancy son solteras, Mónica es casada pero no tiene
hijos/as. Viven lejos de sus familias y sólo las van a visitar
en época de vacaciones, en tanto, se organizan para rentar un
lugar dónde vivir. Entre broma y verdad, Nancy asegura que no
se va a casar y mucho menos a tener hijos, "hasta que haya clínica"
en su comunidad, porque la más cercana está a dos horas,
por esa razón, la mayoría de las mujeres siguen dando
a luz con las parteras.
Participan en el plantón porque "carecen de muchas cosas".
En San Francisco de los Ranchos, dice Cecilia, no hay salones y casi
están al aire libre, por lo que resienten los estragos del clima
caluroso, no hay suficientes libros, ni baños "los muchachos
van muy atrasados porque no pueden asimilar las cosas por el calor y
porque están mal alimentados".
En el Cuirindal, donde trabaja Nancy, sí hay baños, pero
no hay agua, que para el caso es lo mismo y... el colmo: ella es maestra
de una telesecundaria, que requiere de una televisión y recibir
la señal de Edusat, pero no tienen nada de eso y "con dificultad"
tienen electricidad.
A ellas, también les inquieta la deserción escolar: "a
los 17 ó 18 años los hombres sólo piensan en irse
a Estados Unidos y las mujeres se salen de la escuela para casarse,
se casan con el que se va a EU y él, año con año
viene a embarazarla. Nuestro reto es precisamente convencer a las mujeres
para que no sigan pensando que lo único que hay para ellas es
casarse.
"Como son comunidades muy cerradas, los hombres les impiden a las
mamás que hablen con sus hijas de estos temas y uno la tiene
que hacer de psicóloga, de mamá, de todo. A nosotras nos
toca, dentro de lo que se puede, sin meternos en problemas, tratar de
meterles algunas ideas".
Hablar de temas como la sexualidad entre la comunidad estudiantil es
algo complicado y más bien lo evitan porque les puede traer problemas,
y no descartan que por ello hasta las corran.
En cambio María del Rayo Barraza Ochoa, una de las pocas mujeres
provenientes de Durango que participaron en el plantón, profesora
de quinto año en la primaria Raquel Velásquez, de la capital
de ese estado, expresa no tener problemas con los padres por impartir
la educación sexual, porque previamente se habla con ellos. El
dilema está, indica, en que los niños/as ven el asunto
"con morbo".
A diferencia de sus compañeras, María dice que en Durango
no hay diferencias entre maestras y maestros y todas/os reciben el mismo
trato: "aquí en las reuniones, las mujeres también
participamos, también tenemos voz y voto". Coinciden con
ella Reyna Carillo Gómez y Sureyma Cruz Vázquez, directora
y profesora, respectivamente, del kinder Bernardo Mayrén, ubicado
en Santo Domingo Armenta, Oaxaca.
Carrillo, quien lleva ocho años en el magisterio, describe que
el Bernardo Mayrén es una escuela marginada donde sus alumnos
tienen graves problemas de desnutrición debido a la pobreza que
impera en la región. Están "en ruinas" por estar
cerca del mar. El jardín de niños/as actualmente cuenta
con una comunidad de 150 alumnos/as, 85 de ellos son mujeres, quienes
son atendidos/as por seis maestras en tan sólo tres aulas.
La situación de las maestras, lamenta Carrillo, es deprimente,
porque no tienen clínicas de salud y si acuden a alguna otra
comunidad, ya no les otorgan los servicios porque no alcanzan a obtener
una ficha para la consulta... "Las guarderías ni las conocemos",
recrimina; quienes tienen hijos buscan a alguna persona para que se
los cuide mientras trabajan.
A través de becas, trabajos a máquina y pinturas, Reyna
pudo concluir sus estudios, realizados en Puebla, la ciudad de México
y Oaxaca. Es originaria de Veracruz y actualmente paga por la renta
de una habitación 100 pesos, más la luz y el agua. Es
soltera, pero cuida a un niño que adoptó hace cinco años.
Sureyma, una joven soltera de 25 años, oriunda de Izhuatán,
Juchitán de Zaragoza, señala que quiso estudiar porque
su tía también era educadora y sus condiciones económicas
mejoraron bastante: "la casa era muy pequeña y por su sueldo
se fue haciendo más grande, con muebles y todo";
Piensa que la educación es importante y forma "una conducta
para bien" aunque considera que es difícil mantener a los/as
estudiantes en la escuela, por los conflictos económicos a los
que se enfrentan, la mala alimentación y las costumbres, porque
allá, todavía se sigue creyendo que las niñas no
deben estudiar porque ellas no van a mantener al marido...