Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 28 de junio de 2002
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Política

Horacio Labastida

ƑHacia el hombre unidimensional?

La batalla contra la monopolización del pensamiento por las minorías que se adueñan del poder político como consecuencia de su señorío económico muestra capítulos gloriosos de la radical oposición del hombre a renunciar a su libertad. Esta batalla, cuya universalidad arranca del momento en que los administradores del patrimonio tribal primitivo se convirtieron en directores del grupo social al imponer a los demás sus intereses de clase, llega a nuestros días. Ahora las altas burocracias personeras del capitalismo trasnacional diseñan y ponen en práctica estrategias que intentan modelar a los débiles en los términos de la lógica del capitalismo multinacional -máximas ganancias y costos mínimos-, concepción en la que los últimos se desempeñan como castas superexplotadas, destinadas a garantizar una continua y creciente reproducción de las relaciones de subordinación que han alimentado y alimentan las pasadas y actuales estructuras de dominio.

Para mantener la situación, los gobiernos metropolitanos manejan los métodos de sujeción a su alcance, incluidos genocidios y burla de Naciones Unidas, al implantar ideologías que igualan con la suprema razón de la convivencia, induciendo a los demás a remitir convicciones propias y caminos a una vida justa y tolerante. Acentuemos otro aspecto del proceso de unidimensionalidad del hombre.

En la medida en que el capitalismo industrial sustituyó al mercantil del Renacimiento y de las monarquías absolutas, en los finales del siglo xviii y primeras décadas del xix, y en cuanto el propio capitalismo rompió sus límites nacionales y concluyó la etapa competitiva cien años adelante de las complejas revoluciones de 1848, surgiría el escenario de intensa concentración del capital y expansión global, subrayada en el amanecer de nuestro tercer milenio, que entre millones de muertos por bombardeos indiscriminados y bestiales abre anchas puertas a la desintegración del juicio crítico, o sea la capacidad de negar el establishment, porque la necesidad intrínseca de absorber mercados de materias primas, fuerza de trabajo y consumo exige a las empresas multinacionales sellar a los pueblos con el dogma de mercados libres, inversiones sin fronteras y exclusión de disensiones, puesto que admitir ideas diferentes a la absoluta significaría la relativización del dogma y su ineludible invalidez. Hegel afirmó que pensar es pensar negativamente, por lo que dinamitar la facultad de negar es cosificar al hombre, unidimensionalizarlo, revertir su calidad humana en calidad animal, es decir, en el escarabajo descrito por Kafka en su clásica y estremecedora La Metamorfosis (1915). La identificación del poder económico y el poder político como formalización del primero genera extrema enajenación de la conciencia porque tal identificación, para reproducirse, requiere de un consentimiento sin discrepancias, de una sociedad sin humanidad.

México no es ajeno al imperio de la unidimensionalidad. El absolutismo monárquico de la España de los reyes católicos y los tribunales de la Inquisición simboliza en la Nueva España el esfuerzo por privar al mexicano del pensamiento crítico. Y el dogmatismo reaparecería por igual en la Constitución de Apatzingán (1814) que en la primera federal de 1824, en las dos centralistas santanizadas de 1836 y 1843 y en la segunda federativa de 1847, tan endeudada ésta con el talento de Mariano Otero. Nada importó la libertad de pensamiento y la supresión de la Inquisición, promulgadas por el Constituyente español de Cádiz (1812) ni el partido del progreso (1833-34) de la generación de Gómez Farías y José María Luis Mora, ni tampoco las sabias prédicas de distinguidos miembros de la Academia de San Juan de Letrán, presidida por Andrés Quintana Roo al fundarse en 1836, ni otras admirables luchas registradas en los primeros 47 años de vida independiente. Fueron necesarios la conmoción de la Revolución de Ayutla, el debate que sancionó la Constitución de 1857, las leyes juaristas de Reforma (1859) y la revolución iniciada por Madero en 1910 para que la sangre derramada durante 107 años por insurgentes, reformadores y revolucionarios hiciera posible la derrota de España y conservadores junto con el clero católico, así como la siembra de semillas antiunidimensionalistas, persistentemente desenterradas tanto por dictaduras del tipo Santa Anna y Porfirio Díaz cuanto por el presidencialismo autoritario militarista de Obregón y Calles (1920-36) y el largo, a las veces tambaleante y frecuentemente riguroso presidencialismo autoritario civilista que inauguró Miguel Alemán (1946-52) y prosigue en las confusas circunstancias de hoy el presidente Vicente Fox al propiciar innovaciones jurídicas favorables a la integración de México en el programa neoliberal que auspician los acaudalados gobiernos del G-7. Y vuelve la pregunta acuciante, Ƒestamos en camino del hombre unidimensional?

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