Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 20 de junio de 2002
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Cultura

REPORTAJE

El bordado es un arte al que en la práctica se regatea valor

Manos indígenas recrean el significado del vestido como atributo cultural

Entre la artesanía y el arte popular existe gran distancia. ''Este -afirma María Teresa Pomar- no se demerita nunca porque el artista popular busca calidad, busca su forma de expresión, su manera de decir las cosas como cualquier otro artista. Los indios no están en las piedras, también son seres humanos, son seres que nos alimentan culturalmente''

ROSARIO JAUREGUI NIETO/ II Y ULTIMA

Del arte del bordado pueden desprenderse enseñanzas innúmeras. Entre ellas: ejemplifica una manera de trazar identidad, hace patente la dignidad indígena, demuestra que de tal bella arte nunca han sido relegados los artistas hombres, subraya la supremacía femenina en tan difícil disciplina creativa, puede trazar, todavía en nuestros días y a pesar de los embates globalizadores y totalitarios, un atlas cultural del país y, ni último ni menos importante, enfatiza el alto valorbordados4 de esa parte relevante de la personalidad artística mexicana. Pese a todo lo anterior, se trata de un arte que en la práctica resulta poco valorado.

En la primera parte de este reportaje se trazó un recorrido histórico del bordado en México, sus significantes y su contexto social. Una mirada al presente ocupa esta segunda entrega.

En la práctica, el bordado mexicano presenta peculiaridades de insospechada relevancia. Por ejemplo, mientras en la ropa contemporánea se disimulan las uniones, las mujeres indígenas siempre se han interesado en que sean vistosas; así desarrollaron diferentes maneras de unir los lienzos para dar forma a su huipil, o a sus triangulares quechquémitl, prenda especial, pues en algunos lugares era regalo para la futura nuera. A esas uniones se les llama randas y las hay desde las más sencillas hasta las más difíciles y exquisitas, tejidas con la misma aguja dando la apariencia de delicadísimos encajes. En el caso del traje de mixteco tacuate, de Oaxaca, primero se deshila la tela y luego ese pedazo se borda a base de aguja de ojo; la prenda se realiza sobre un algodón coyuchi (color del coyote).

Trabajo que no tiene precio

Hoy también el bordado y los textiles constituyen una parte importante de las artesanías del país, aunque para este fin tiene otra calidad. ''Lo que las mujeres tejen para su uso no es igual que lo que hacen para vender. Muchas veces tardan tres o cuatro meses en realizar una prenda, es parte de ellas mismas y eso no tiene precio. Su huipil para amortajarse o el quechquémitl, un regalo, nunca los venderán", dice Elvira Herrera Acosta, subirectora de Relaciones Públicas y patrimonio Cultural de Banca Serfín y directora del Museo Serfín de Indumentaria Indígena, quien agrega que a las personas les parece cara una artesanía y sólo viendo cómo se desarrolla el proceso, que en el caso del bordado es laborioso y lento, comprenden el valor de la prenda.

Entre la artesanía y el arte popular hay gran distancia. ''Este -afirma María Teresa Pomar, una de las fundadoras de la sociación Populart- no se demerita nunca porque el artista popular busca calidad, busca su forma de expresión, su manera de decir las cosas como cualquier otro artista. Los indios no están en las piedras, son seres humanos, son seres que nos alimentan culturalmente."

Marco Buenrostro, creador de la página Tradición y cultura que publica cada dos miércoles La Jornada, afirma: ''Un artesano, como cualquier otra persona, hace piezas con distinto valor. Es capaz de hacer una pieza para entregársela a Dios, a sus antepasados cuando vienen de visi-ta, de regalo a una persona o a sus hijos, o para alguien que se la pide de peso. Cada vez que la gente regatea o presiona a un artesano, éste tiene que bajar cada vez su calidad para poder sobrevivir con ese precio que se le paga, que es absurdo. Y eso hay que reflexionarlo porque nosotros mismos devaluamos lo nuestro. Lo que se está jugando es pasarnos de ser productores de cultura a hacernos consumidores de otros productos venidos de otras culturas. Es un juego que nosotros, los mexicanos, debemos entender con claridad para poder hacer vivir lo nuestro sobre lo que nos proponen de otras latitudes; no que sea malo comprar cosas, sino que simplemente habría que darle el justo valor a cada una y entender que cuando regateamos a un artesano estamos de alguna manera demeritando su trabajo y demeritándonos a nosotros mismos. Tenemos que entender los valores que hay dentro de cada pieza. Si somos capaces de producir expresiones culturales, entonces debemos reconocer la capacidad de otros mexicanos para producirlas.

''Uno de los aspectos que debemos atender desde el principio y muy profundamente es la dinámica que tienen las expresiones culturales en el país, considerar que lo popular es lo que producen grupos o comunidades enteras y eso habría que tratar de conservarlo", precisa.

''Las presiones económicas o las de lo que hoy se llama prestigio también han destruido muchos de esos valores -explica Buenrostro-. Una persona quizá valora más una playera con un mensaje en francés o unos signos que no entiende en inglés o en alemán que una bellísima blusa hecha a mano por una indígena.

''A veces por mala información o por mala educación somos capaces de rega-tearle a una persona que hace una blusa y no a quien vende una playera que está hecha por millares y millones de piezas en el mundo, que no tiene los contenidos de la otra pieza: los otros mensajes que no se entienden, los otros mensajes de belleza, de particularidad, de singularidad que tiene cada pieza producida a mano."

No obstante lo moderno, los atuendos globalizados, es notorio cómo manos indígenas siguen tejiendo nuestra manera de ser, es decir, bordan con sus manos lo que visten. Perviven, entonces, muchas técnicas de bordado que retratan la actitud, el porte, el significado profundo del vestido como identidad cultural. Todas esas manos indígenas tejen, bordan, urden todo aquello que no tiene precio.

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