Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 20 de junio de 2002
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Mundo

Angel Guerra Cabrera

Bush y el socialismo cubano

Un vendaval de pueblo aboga en Cuba por hacer "intocable" el socialismo cuando la cobardía o las vacilaciones de un sinfín de gobiernos le abren paso a la conducta bárbara de George W. Bush en el mundo. De una población total de 11 millones, más de 8 millones de cu-banos en edad electoral han endosado la iniciativa de reforma constitucional que así lo dispondría. Es la respuesta a las desvergonzadas y prepotentes afirmaciones de Bush en Miami sobre el sistema político y social de la isla y a la actitud de Washington después del 11 de septiembre, sintetizada así por Fidel Castro: el mundo comienza a ser regido "por métodos y concepciones nazis".

El socialismo cubano es el fruto natural de las luchas del pueblo de la isla por la independencia y la justicia social. No es una imposición de fuera o dentro, ni está asociado a las prácticas políticas que terminaron desintegrando a la URSS. Sus antecedentes se remontan al siglo XIX, cuando hombres como el sacerdote Félix Varela, el maestro José de la Luz y Caballero, el hacendado patriota Carlos Manuel de Céspedes y el jefe militar mulato Antonio Maceo forjaron una conciencia de nación arraigada en una profunda ética humanista y en las ideas políticas más avanzadas de entonces. Ellos se inspiraron en Bolívar y en los movimientos emancipadores de su época y, dadas sus peculiares circunstancias históricas, se propusieron una república de iguales que fraguó en un antiesclavismo irreductible. La larga guerra popular por la independencia, la cercanía de un vecino voraz y expansionista, que ya se disponía a tragar las repúblicas al sur del río Bravo, y el genio previsor de José Martí dotaron a aquella gesta de un insólito programa ultrademocrático y antimperialista, frustrado por la intervención estadunidense de 1898, pero que continuó vivo y afloró de mil maneras en las décadas siguientes. No es extraño que Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras, sus continuadores en los años 30 del siglo XX, y en los 50 el terremoto social desencadenado por Fidel Castro y sus compañeros concluyeran que las aspiraciones cubanas sólo podían encontrar cauce en un proyecto que volcara en el molde nacional las ideas del socialismo revolucionario.

La política singularmente hostil de Estados Unidos contra la naciente revolución cubana y la postura resuelta y lúcida con que fue enfrentada por sus dirigentes aceleró el ritmo de los cambios sociales y propició que el radical programa de liberación nacional y justicia social iniciado en 1959 asumiera, sin solución de continuidad, contornos nítidamente socialistas en sólo dos años. Esa es la razón por la que cuando fue proclamado el socialismo en la víspera de la invasión ordenada por Washington en 1961 ya estaban sentadas por igual sus bases económicas fundamentales y desarrollada una conciencia política tan radical que exigía el avance por ese camino.

El socialismo, como fue concebido en Cuba, demostró su eficacia para romper con la opresión del imperialismo y de la oligarquía criolla y para echar los cimientos del desarrollo. Suprimió la explotación de los obreros por los patronos, de los campesinos por los latifundistas, liberó a la población de origen africano de la discriminación racial y dio a las mujeres las oportunidades de realización personal que nunca habían tenido. Universalizó la educación, la cultura, la atención sanitaria, la seguridad social y la práctica del deporte. Propició, en suma, el goce de auténticas libertades y derechos políticos, económicos y sociales a los cubanos como nunca lo pudo hacer el régimen anterior. Pero su realización mayor es haber fomentado la aparición de un ser humano superior: generoso, solidario, instruido, dotado de una actitud crítica ante su entorno y el mundo. Demostró, además, sus ilimitadas potencialidades creativas cuando fue capaz -pese a la desaparición de la URSS y al bloqueo redoblado- de sobreponerse a la crisis que siguió y de preservar las conquistas revolucionarias en una sociedad austera, es cierto, pero en pie de lucha y dueña de su futuro. Mientras América Latina se hunde en la pobreza y la sujeción al imperio yanqui, Cuba avanza y reafirma su soberanía. De ahí la desesperación de la contrarrevolución terrorista de Miami, cuyo periódico dice ahora que los cubanos fueron obligados a la fuerza a dar su apoyo al régimen político y social de la isla. ƑHabrase visto estupidez semejante?

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