Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 16 de junio de 2002
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Política
Guillermo Almeyra

Vías para la reconstrucción argentina II

Como dijimos en el artículo del domingo anterior han fracasado tres modelos de economía y de país. El primero es el agroexportador basado en el poder de la oligarquía terrateniente, con el monopolio de las divisas obtenidas de las exportaciones de productos primarios, porque ese modelo impide el desarrollo del mercado interno y, por consiguiente, del ingreso y de las fuentes de trabajo en la industria liviana y en la agroindustria y, al mismo tiempo, limita al Estado al controlar la fuente principal de sus ingresos y del respaldo a la moneda local con divisas fuertes (que esa oligarquía puede no ingresar al país o derivar hacia paraísos fiscales).

Sin romper con el dominio de la oligarquía y sus lazos con el capital financiero internacional, sin una amplia reforma agraria, sin el control de las riquezas generadas por la agroganadería y la agrindustria no habrá fuentes de trabajo para los desocupados, desarrollo para el interior del país y para los pequeños y medios agricultores, capacidad financiera para el Estado y respaldo para el peso. Además, continuará el terrible deterioro ecológico de las mejores tierras del mundo debido al carácter "minero", extractivo depredador, de los cultivos de bienes primarios que tienen bajo costo en el mercado y de la concentración de la tierra con la destrucción de los pueblos campesinos.

La reorganización de la sociedad argentina necesita hacer lo que no hizo Perón o el desarrollismo: expropiar a la oligarquía, que es el instrumento de poder del capital financiero mundial sobre la Argentina y poblar el interior, acabando con la trágica paradoja del hambre en un país de 37 millones de habitantes que puede alimentar a 800 millones de personas, según los organismos internacionales especializados.

El segundo modelo, el de la gran Argentina "socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana", el del peronismo desde 1946 hasta 1952, fracasó porque no tocó el poder de la oligarquía y pretendió industrializar al país disputándole, con el monopolio estatal del comercio exterior, sólo la distribución de la renta agraria. Y fracasó también porque, apostando al alto precio de las materias primas agrícolas después de la Segunda Guerra y hasta el fin de la guerra de Corea y a un capitalismo mundial que abriese brechas y diese tiempo para el desarrollo de los países dependientes más favorecidos, como la Argentina, después no tuvo los medios para desarrollar la investigación necesaria para la independencia tecnológica o para crear una industria pesada que respaldase la sustitución de importaciones mediante la industria liviana nacional. La reconstrucción del mercado y del poder mundial del imperialismo y la transformación de Europa, que hasta entonces era importadora neta de alimentos, en gran exportadora de granos y de carne acabó con los sueños peronistas. El golpe militar oligárquico de 1955 se encargó por su parte de tratar de reducir el mercado interno al achicar mediante la dictadura la parte de los trabajadores en el mercado interno bruto para favorecer las exportaciones y abrió el camino, con el general Onganía, a finales de 1969 y, sobre todo, con la dictadura de 1976 y su ministro Martínez de Hoz, al tercer modelo, basado en la transformación de la deuda privada de los capitalistas en deuda externa estatal y en la fusión entre los grupos oligárquicos, convertidos en exportadores-importadores-financieros, con el capital financiero internacional. Ese modelo privilegió el pago de la deuda y la exportación de capitales: fue un modelo succionador de recursos y de destrucción del mercado interno y de la capacidad del Estado, al cual corrompió por completo con el estímulo y el apoyo activo de las grandes empresas trasnacionales (que así hacían negocios fabulosos) y del Fondo Monetario Internacional, que así controlaba al país y erosionaba su soberanía. El resultado principal de este modelo sometido al capital financiero y que, por supuesto, siguió apoyado en la oligarquía terrateniente, fue la desindustrialización, la extranjerización de la poca industria que queda, la entrega de las palancas del desarrollo al capital financiero mundial y, sobre todo, la destrucción del sistema financiero nacional, al extremo de que todos los bancos son extranjeros y comerciales, se limitan a succionar los fondos del país para exportarlos, y sólo le queda al Estado un impotente y amenazado Banco Central y el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Sin la nacionalización sin pago alguno de estas máquinas de robar al país y a sus habitantes y la creación de un aparato financiero al servicio del desarrollo y que se apoye en los fondos también expropiados a la oligarquía y en los recursos ahorrados no pagando la deuda externa, que es insostenible, impuesta por las dictaduras e inmoral, no habrán fondos para asegurar planes de trabajo y para mantener el nivel de vida mediante el sostén financiero a los desocupados. Sin el control de cambios ningún Estado dependiente podrá defender su moneda, dar prioridad a las importaciones necesarias, evitar la fuga de capitales.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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