Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 16 de junio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Fotos del Día
  Librería de La Jornada
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política
Rolando Cordera Campos

¿Hacienda contra el mundo?

El Programa Nacional para el Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) nos enfrenta a enormes necesidades no resueltas. Quizás se trate del nudo gordiano de nuestro desarrollo esquivo y ausente por ya casi dos décadas. No se trata, entonces, de un asunto menor y es por eso que el programa debería concitar la más cuidadosa de las discusiones. No ha sido así, lo que apunta a otra falla fundamental del mecanismo político-económico que debería sustentar la conducción del desarrollo: la casi absoluta falta de discusión político-institucional en materia económica.

El documento de más de cien cuartillas ha quedado atrapado en el boletín o la reseña apresurada, pero le dio oportunidad al Presidente para volver a abrir el fuego verbal sobre el Congreso, mismo que diputados y senadores regresaron de inmediato. El financiamiento del desarrollo se volvió otra pelota de ping-pong.

En algunas notas de prensa se dijo que el programa exploraba rutas alternas para el crecimiento, pero de primera intención resulta difícil coincidir con ese optimismo. El discurso reafirma las verdades convencionales sobre la estabilidad y su primacía sobre el crecimiento, y da muestras de una notable insensibilidad política en materia fiscal. Insistir en "homologar" el IVA no sólo es una necedad retórica sino una manifestación de que la "vicepresidencia" económica es concebida como una "subdictadura", que no busca "mandar obedeciendo", como el otro sub de la región, sino que requiere para funcionar de unos poderes plenos que nadie le puede otorgar.

Cifras más o menos, el programa ofrece una perspectiva insatisfactoria para el desarrollo nacional. Menos de 4 por ciento de crecimiento en promedio sin reformas y alrededor de 5 con ellas en el sexenio, no en el trienio, no es un panorama que entusiasme a nadie. Además, con esas proyecciones parece quererse poner a la sociedad contra la pared: o se hacen las reformas que quiere el Ejecutivo o no hay crecimiento alto al final del sexenio. Nuestros mandatarios se llevan las canicas a su casa.

Cómo es que estas reformas se darán la mano para producir a tiempo un crecimiento mayor que el esperado, es asunto arcano. Si el consumo popular se ve afectado por el IVA, ya vendrá algo para aliviarlo y volverlo demanda. Si la inversión creciente para la electricidad liberada se vuelve compras externas y no demanda interna o empleo, ya vendrán otros a crearlos. Si la reforma educativa produce mano de obra calificada en gran escala que no encuentra ocupación al dejar el aula, ya se encargará la providencia de empatar la oferta con la demanda. Lo que importa, parece implorar el Pronafide, es que los de fuera nos crean y jalen parejo, se olviden de la feroz competencia por mercados y capitales, hagan a un lado el temor y el desconcierto y se unan al equipo. Lo demás se dará en cascada, una vez que la casa parezca flamante.

Mala política, peor política económica y equívoca conducción financiera, porque es de esta última de donde emanan las primeras "señales" para los que deciden los movimientos sin alma del capital financiero. Si lo que se ofrece a "los mercados" es sólo estabilidad y mucho más conflicto político en materia económica que antes, se trata de un mal negocio de la secretaría que todavía recorre Limantour por las noches, salvo que se haya decidido que no hay política que sirva y que lo que se requiere es un toque de alto voltaje como los que a ciertas horas se antojaban como indispensables en Garibaldi.

Se dijo por ahí que el Pronafide admitía la ineficacia del sector externo como locomotora del crecimiento y volteaba la vista al mercado interno. No parece ser el caso, si nos atenemos al credo del superávit que alimenta el alma hacendaria, pero lo que importa advertir es que el sector externo nunca ha sido locomotora de nada, salvo de las ilusiones de quienes soñaron que la mejor política industrial era la que no había. El sueño es ya pesadilla.

Para lo que deben servir las exportaciones es para aumentar nuestra capacidad de comprar bienes y conocimiento en el exterior, que no producimos internamente. También deberían servir para aumentar sensatamente nuestra capacidad de endeudamiento externo, hoy sostenida en gran medida por la capacidad de producir y exportar crudo, lograda, por cierto, en buena parte gracias al endeudamiento del pasado.

Aquella deuda, vale la pena recordarlo, la sirve la factura petrolera, a pesar del lloriqueo interminable de quienes quieren vender Pemex para "no dejar endeudadas a las generaciones que vienen". Mientras el mercado interno se mantuvo inerte no hubo crecimiento. Fue sólo cuando el consumo privado interno se despertó, y luego lo hizo un tanto la inversión bruta, que la economía despegó, hasta llegar al crecimiento espectacular del presidente Zedillo... que empezó a clavar el pico antes de que su mandato concluyera en gloria y crucifijos.

Proponer como meta nacional un superávit fiscal es punto menos que absurdo y una tomada de pelo al respetable. Más cuando el argumento que se ofrece es el de dejar libre el campo del crédito al sector privado, al que no tiene acceso hoy por la "indebida" interferencia estatal en la puja por fondos prestables.

De libro de texto y peor lectura, el razonamiento no se sostiene en la experiencia reciente de México, ni tiene nada que ver con la búsqueda de un crecimiento alto y sostenido que postula el Presidente y reclama la mayoría de la sociedad mexicana. Tampoco guarda relación seria con lo que se hace hoy en otras partes del mundo, para empezar con nuestro socio mayor. Mala jugada ésta, de una vicepresidencia tan costosamente adquirida.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año