Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de junio de 2002
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Capital

Angeles González Gamio

Color indio

Es el título de una edición especial de la extraordinaria revista Arqueología Mexicana, que dirige con gran talento Mónica del Villar, sabiamente asesorada por un comité científico-editorial, que integran, entre otros, especialistas de la talla de Miguel León Portilla, Beatriz de la Fuente, José Emilio Pacheco, Joaquín García-Bárcenas, Enrique Nalda, Alejandro Martínez Muriel y la directora general de Editorial Raíces, María Nieves Noriega de Autrey.

Este número está dedicado exclusivamente a mostrar fotografías excepcionales de Guillermo Aldana, quien durante muchos años se ha dedicado a recorrer todo el país, captando imágenes de indígenas en sus fiestas, en el mercado, en la calle, en sus casas, en su vida cotidiana, que encierran una belleza absolutamente conmovedora.

Nos dice Mónica en la introducción que "Color Indio" es una muestra de la belleza y dignidad de los indígenas mexicanos vistos a través de sus expresiones de color, de su manejo asombroso del color en cuerpos y espíritu, en su vestir y vivir, en sus adornos sofisticados y en su sencillez primaria.

"Mezclas que se mimetizan y se contrastan con la naturaleza, con el entorno, con el ritual, dando por resultado sentimientos encontrados en los que nos identificamos y diferenciamos, en donde descubrimos honra, origen y raíz; puntos donde nos unimos a un lenguaje universal y, al mismo tiempo, reconocemos nuestro ser mexicano. Amalgama de gente y colores que se unen y separan, que dan nombre a culturas cargadas de simbolismo y significación o simplemente de color".

Nos dice la autora al final de su artículo que, con "Color Indio", esperan contribuir, de alguna manera, a encontrar un balance y armonía entre lo indio y lo mestizo; comenta: "Entre la aceptación y el rechazo a lo indígena, nos descubrimos racistas y protectores, negamos y aceptamos serlo; ojalá logremos un punto medio ante posturas extremas, un equilibrio en donde no exista el desprecio pero tampoco la exacerbada exaltación del México indio; a fin de cuentas se trata de brindar respeto y las posibilidades de "ser".

Muy correcta la postura de Mónica del Villar, sin embargo es casi imposible, al admirar las imágenes que presenta, no exaltar emocionados el México indio. Hay que ver a la joven madre chol con su bello atuendo de brillantes franjas multicolores, cargando en un lienzo rojo y blanco a un pequeñito del que sólo asoma un rosado piecito. Es casi imposible creer la perfecta belleza y armonía de la muchacha zapoteca que porta un jardín en su blusa totalmente bordada de flores y encima un gran collar con monedas de oro, flores naturales y lazos en el cabello, esmeradamente trenzado, y en el brazo una colorida jícara de laca.

El problema con estas fotografías es que con la mayoría se acelera el corazón: el niño maya con su albo atuendo de mestizo que, mira con seriedad a la cámara con sus inmensos ojos negro azabache. La niñita huichola líndamente ataviada en medio de la milpa, orgullosa de su primera pizca. Estremece la dulzura de la sonrisa de la madre niña purépecha, que carga con ternura un rubicundo bebé que porta un gracioso gorrito de olanes.

Nos llevaría varias crónicas comentar las emociones que provocan estas fotografías, que hacen indispensable tener esta revista y atesorarla, pues es una publicación a la que hay que acudir cuando se tenga necesidad de nutrir el alma. Además de a Editorial Raíces y a Mónica del Villar, hay que felicitar al diseñador, Martín J. García-Urtiaga, por su sensibilidad y buen gusto al permitir el pleno lucimiento de las imágenes, con un sobrio diseño que las enmarca en negro con un pequeño pie de foto en blanco, y a lo largo y ancho de la página el esplendor de la figura humana, en sus expresiones más espontáneas, envuelta en una sinfonía de colores. Otro acierto es el conmovedor ensayo de Ricardo Pozas Horcasitas.

Elemento adicional de exaltación de los pueblos indios es su herencia gastronómica, así es que hoy nuevamente vamos a degustar nuestra maravillosa comida. Un buen sitio es la hostería de Santo Domingo, en Belisario Domínguez 72, a unos pasos de la prodigiosa plaza que la bautiza. Hay que aprovechar que es temporada de escamoles y gusanos de maguey, exquisitos manjares comparables al afamado caviar y a los caracoles franceses, que pueden ser seguidos por un buen mole poblano que combina, entre muchos otros ingredientes, los chiles y el chocolate prehispánicos con las almendras, el azúcar y la canela de origen asiático y europeo; otra opción es la deliciosa pechuga en natas, y de postre el incomparable huevo real, o los chongos zamoranos.

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