Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de junio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  FotoGalería
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política
Rolando Cordera Campos

El cambio perdido

Las señales, como se dice ahora, apuntan a serios desajustes en el gobierno, que se ve incapaz de darle al conflicto un cauce adecuado, no digamos productivo. El desorden violento de los días recientes, provocado por supuestos maestros disidentes pero permitido por la autoridad de la capital, es un botón de muestra de que el tristemente célebre México bronco está con nosotros y no sólo en las miserables serranías, donde todo sigue dirimiéndose a tiros... de alto calibre.

Ninguna de esas señales del lamentable estado de la nación son nuevas ni aparecieron como relámpagos en cielo claro. Tampoco puede decirse que yacían por ahí, larvadas, a la espera de que la revolución continuase su marcha. Estaban y están en actividad y las muertes habían sido apropiadamente anunciadas. Lo que muchos pensábamos que estaba rumbo al archivo muerto del viejo régimen es lo que aparece de nuevo como signo ominoso de que al país le faltan muchas millas de marcha para cantar victoria y decir que la democracia se ha instalado plenamente como forma de gobierno. Se trata del uso político subrepticio del conflicto social, no para hacer avanzar causa legítima alguna, sino para buscar un entendimiento especial con el nuevo grupo gobernante.

Las estruendosas declaraciones del gobernador de Oaxaca sobre la matanza en Xochiltepec, debidamente coreadas en cuanto a su ligereza por las del secretario del Medio Ambiente, coinciden con la acción de las turbas provenientes en parte de Oaxaca contra el Senado y el Palacio de Cobián, a pesar de que las legiones oaxaqueñas, se dice, habían firmado ya convenios laborales; así solía ocurrir en el pasado, cuando las marchas sobre México de supuestos damnificados de Pemex desembocaban en opacas victorias que nadie sabía bien a bien adónde iban, aunque sí le dieron al máximo líder de entonces una estatura nacional que ahora capitaliza en el Zócalo, desde donde dicta cátedra, a quién se deje, sobre cómo controlar los ánimos y cómo no hacerse cargo de la responsabilidad de gobernar y dar seguridad a sus mandantes. Todos los caminos se cruzan, pero como en el viejo régimen que goza de cabal salud todo termina en la capital de la República con reclamos de audiencia y gracia al Presidente.

De todo esto, un solo resultado: la banalización de la violencia y el usufructo politiquero y vil de la muerte de los pobres. Cuando no la celebración demencial de los macheteros de la desvergüenza impune. Así está el país y qué le vamos a hacer, dirá el aspirante a estoico, como hace casi 50 años nos dijo Carlos Fuentes: si aquí nos tocó. Pero eso ya no consuela a nadie y las consejas sobre la inmutabilidad de los sistemas políticos y de poder no sirven ni para disfrutar las sobremesas.

Nada pasa, si tomamos en cuenta lo que nos informan los medios o hacen los políticos, pero vaya que ocurren cosas si echamos una ojeada al mundo turbulento que no cabe en la globalización a la americana que quiso diseñar Bush, el viejo, y que ahora su hijo busca ordenar descubriendo amigos por el mundo. Nuestro país y su gobierno son parte de esta ola amistosa, pero nuestra capacidad real, política y económica, para aprovecharla, está cada vez más en entredicho. Y no por los aprendices de brujo que chantajean con el tipo de cambio, sino por quienes nos observan y estudian y recomiendan inversiones y otras cosas.

Los políticos parecen haber decidido renunciar a la política, en consonancia con la renuncia del gobierno a darle sentido de futuro al Estado. Vivimos la calma chicha, pero las tormentas vienen y vendrán en verano, otoño e invierno, hasta que podamos saber si la sociedad adulta, que ha votado y botado a los que antes mandaban, quiere seguir por el curso que ella misma abrió en las jornadas portentosas de 1994, 1997 y 2000. No lo sabemos, pero sí podemos estar seguros que muchos de los que sufragaron saben y sienten, y ya resienten, que su mandato no fue acatado ni por los triunfadores en la justa presidencial ni por los que gracias también a los votos se quedaron para compartir el poder... y se niegan a hacerlo, porque al parecer no se resignan a vivir en la pluralidad que nunca da todo a uno solo.

Darle a la política su vieja dignidad de matraz, en el que se dirime el conflicto y se civiliza progresivamente a la sociedad, es la tarea crucial a la que han renunciado los políticos so pretexto del cambio democrático. Para no tocarlo ni con el pétalo de un acuerdo serio, los demócratas ceden sus trastos a los jueces y todos prefieren jugar al avestruz cuando de encarar las turbulencias se trata. Nos mal acostumbramos a hablar del gobierno como si éste fuera cosa del presidente en turno. Nos olvidamos que la responsabilidad de gobernar una república, más si ésta es democrática y representativa, corresponde a los tres poderes que, además, son siempre constituidos y renovados en y desde la pluralidad.

El cambio democrático va más allá de echar al PRI de Los Pinos y, desde luego, de la mecánica electoral que a su vez debería estar por encima de los abusos a que ahora los políticos quieren someter al IFE, seguramente porque han llegado a la conclusión de que ya no les importa tanto. De seguir así, sólo hay una terminal para este cambio perdido y no se llama democracia. 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año