Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 3 de junio de 2002
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Deportes

De la sordera en España

Lumbrera Chico

Doña Carmen Madrazo, descendiente de los ganaderos fundadores de La Punta, publicó hace algunos años una deliciosa biografía de su ídolo -que en más de un sentido lo fue-, el matador Jesús Solórzano. Al relatar la época más gloriosa de este divino calvo, a quien sus contemporáneos apodaban El Rey del Temple, la escritora cuenta la siguiente anécdota, situada hacia el mes de octubre de 1931, cuando al finalizar la temporada española el diestro michoacano volvió a México...

"Se embarca en el Bremen acompañado de varios toreros, que en los salones de recreo organizaban grandes tertulias. A su amigo Cagancho se le ocurre hacerle una broma pesada. Era del conocimiento de todos que Solórzano no escuchaba bien del oído derecho.

"-Después de cenar -platicaba Chucho-, íbamos a los salones de juego. Cierta noche yo fui primero a mi camarote y cuando regresé al salón vi cómo todos mis compañeros estaban en una conversación muy acalorada, pero como yo no escuchaba ni una sola voz, me quedé atónito observando las bocas de todos y los gestos que hacían; luego vi cómo movían las fichas del dominó pero ni el zumbido de una mosca escuchaba. Lo primero que pensé fue que ya estaba totalmente sordo y que no podría seguir toreando. No comprendía el por qué me había quedado sin poder oír de un momento a otro. Estaba en esas cavilaciones cuando todos soltaron una estruendosa carcajada. Fue tal mi alegría de oírlos que la broma no me molestó en absoluto..."

Continúa doña Carmen: "La sordera que Chucho padeció le causó problemas en España. Toreaba en Ubeda y las cosas no le marchaban bien. No podía matar al toro. La autoridad le dio un aviso y así pasó el tiempo reglamentario, y Chucho recibió los tres avisos. Pero Solórzano permanecía impávido ante tal situación; parecía como si no hubiera escuchado nada y Chucho seguía intentando matar al toro que la autoridad había ordenado que se fuera vivo a los corrales. Al no obedecer el torero, el juez ordenó que fuera apresado. En los momentos en que los alguaciles hicieron su entrada en el redondel, Solórzano, muy indignado, les gritó:

"-šFuera! ƑQué hacen ustedes aquí?

"-ƑQué hacemos? Llevarlo a usted a la cárcel por desacato al señor juez.

"-ƑA la cárcel? ƑPero por qué?"

Y en efecto lo pusieron tras las rejas. La historia, aparentemente, nada tiene que ver con la actualidad, pero adquiere el valor didáctico de una parábola si se piensa en el ridículo desempeño que Eloy Cavazos tuvo el pasado viernes en Las Ventas de Madrid, donde se despidió de la afición ibérica en la corrida de La Prensa, ante el mismísimo Juan Carlos I de Borbón. Al igual que El Rey del Temple, el regiomontano simplemente desatendió las voces de quienes le advirtieron que no cometiese tal desatino. Sin embargo fue, después de visitar en Los Pinos a Fox, y allí están las consecuencias. Lo dicho: no hay peor sordo que el que no quiere oír la voz de su propia conciencia...

A propósito, las crónicas del desastroso acontecimiento no mencionan que se hubiese rendido homenaje al recién fallecido maestro Joaquín Vidal.

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