Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 3 de junio de 2002
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Política

Víctor Quintana

šAh, Chihuagua!

Ninguna de las desafortunadas declaraciones de Vicente Fox ha caído tan mal en el norte del país como la de que "pagaremos la deuda de agua con Estados Unidos". Se ve que el Presidente ni se ha informado ni ha sentido la tristeza de ver secos hasta los arroyos que siempre llevaban agua, requemados los sufridos pastizales, partida la tierra, las vacas muriéndose y la gente dejando los sedientos pueblos.

Se necesita estar muy cerca de la Casa Blanca y muy lejos del navegar de los agricultores y de los ganaderos norteños para declarar, muy quitado de la pena, que les pagaremos el agua a los agricultores gringos.

Y es que Chihuahua tiene sus venas abiertas desde 1944. Al estado le toca aportar, a través del río Conchos, El aventurero del desierto, como lo llamó Fernando Jordán, 55 por ciento de los 432 millones de metros cúbicos de agua que México debe entregar anualmente a Estados Unidos, según el tratado de ese año. Coahuila aporta 24 por ciento y Tamaulipas, el estado donde más llueve de la cuenca del Bravo, únicamente 21 por ciento. Con el agua que Chihuahua aporta se garantizaría 80 por ciento del consumo anual de la zona urbana de la entidad... y sin embargo se va para el otro lado.

Pero siempre que se ha podido, se ha pagado. Y, ahora, contra todo lo que digan Bush y Davidow y los rancheros texanos, el estado va llegando al colmo de su sed.

Las presas chihuahuenses se encuentran a 23 por ciento de su capacidad. Los escurrimientos de los ríos y de los arroyos de la cuenca del Bravo registran de 1993 a la fecha una captación 71 por ciento menor de la que se registró históricamente entre 1944 y 1992. En el Conchos el promedio de lluvia al año de 1994 a 2000 fue de apenas 267 milímetros cúbicos, 23 por ciento debajo de los promedios históricos.

La agricultura y la ganadería del estado están en situación de emergencia, por más que los tecnicismos del gobierno federal se nieguen a reconocerlo. El hato ganadero, que llegaba a 2 millones de cabezas de bovinos en 1990, se ha reducido a menos de la mitad: a 870 mil. Las hectáreas cultivadas en la zona de temporal disminuirán este año una tercera parte. Las de riego de agua rodada se reducirán por mitad. Y las de riego por bombeo si no se reducen más es porque hay que buscar el agua hasta a mil pies de profundidad.

La postura sumisa del Presidente no tiene en cuenta que la carencia de agua que por acá se sufre es causada, en parte, por nuestros mismos acreedores. El 60 por ciento de las lluvias del norte de México depende de los ciclones que se forman en el océano, mismos que los estadunidenses bombardean para desviar o diluir. Por otro lado, la sequía de estas latitudes es consecuencia evidente del sobrecalentamiento global, mismo que Bush no se compromete a detener al negarse a ratificar el protocolo de Kyoto.

No sólo eso. Tala de bosques, sobrepastoreo, agricultura intensiva, sobrexplotación de los mantos, técnicas inadecuadas de riego, saturación de agroquímicos, todo ha llevado a que 90 por ciento de los suelos de Chihuahua se encuentren gravemente degenerados, según los especialistas. El desierto se está vengando de los largos años de furia productivista. Ahora no sólo recupera su espacio: se apodera de tierras antes fértiles o arboladas.

Por eso, ante el problema binacional del pago de agua, lo que menos esperaban los chihuahuenses de su Presidente eran sumisión o descuido. Los tratados se cumplen, pero deben reconsiderarse las condiciones que hacen posible su cumplimiento y no son los caprichos de la naturaleza los que hacen que no llueva.

Hay un compromiso claro y público del gobierno federal por pagar. Pero no hay ningún compromiso con productores agropecuarios y usuarios del agua potable por poner en marcha un programa muy inmediato y operativo de protección de bosques, de conservación de suelos, de recarga de mantos, de regeneración de pastizales, de recuperación de espejos de agua.

Entre la docilidad a Washington del gobierno federal y los desplantes sin soluciones concretas del gobierno del estado, las y los chihuahuenses se tendrán que aprestar a librar la más dura de sus batallas: la sed.

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