Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 30 de mayo de 2002
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Política

Sergio Zermeño

La cultura cívica en Francia

ƑPor qué se volcaron a la calle los estudiantes de los liceos franceses (que ni siquiera tienen edad para votar), oponiéndose al fortalecimiento de una derecha lepenista que estaba lejos de ganar las elecciones el 5 de mayo, y que sólo alcanzó 18 por ciento de los votos? ƑPor qué tenían esa necesidad de gritar que respetaban las diferencias y que no se sentían superiores a los inmigrantes magrebinos, centroeuropeos, asiáticos...? Simplemente porque hay una cultura cívica poderosa en ese país, porque en la escuela y en las instituciones de la cultura se sigue respetando el principio según el cual reconocer, entender y reflejarse en los otros es un camino confiable para indagar en nosotros mismos. Porque esas metrópolis, que fueron poderosas en el siglo de las grandes colonizaciones, conocieron muy de cerca, vivieron y convivieron con los pueblos que dominaron y no contaban con el mecanismo, sencillo pero ilusorio, de hacer desaparecer al otro apretando un botón desde el pertrecho espectacular de la tecnología moderna (de Afganistán sabemos muy poco, sólo lo que se nos ha mostrado: que todo lo indeseable desaparece en añicos).

El pasado 22 de mayo se inauguró en París la exposición Indios: Chiapas, Oaxaca, Guerrero, California. "Es un llamado -nos dicen sus organizadores, Bernard Latarjet, director del Parque de Exposiciones de la Villette, e Ivon Le Bot, sociólogo francés bien conocido en América Latina- para inventar nuevas formas de estar juntos y que cada uno pueda existir como otro y no solamente como uno más... Nos interesa mostrar con fuerza estos ejemplos que rechazan un orden social fundado sobre la sola lógica mercantil... pero que tampoco se encierran en el comunitarismo, sino que aspiran a una democracia que acepta la diversidad..." Y entonces se despliega con toda su riqueza la vida de los trabajadores mexicanos en California; se nos explica que el pintor Toledo se ha mudado para allá, sin duda para estar más cerca de Oaxacalifornia y de Nezayork, volviéndose juchiteco, mexicano y americano; se proyecta una selección de videos de artistas mexicanos en las radios locales, en la pintura femenina, en la explosión guerrerense de pintores sobre amate, en los rarísimos, enigmáticos y grotescos bailes y celebraciones afromexicanos de la Costa Chica; vemos la movilización indígena y campesina contra la construcción de una presa en el Alto Balsas; se zarandea nuestra conciencia al recordarnos que son invisibles las familias mazahuas de las vecindades del centro de nuestra ciudad, que en París cobran brutal realidad en las fotografías de Antonio Turok. Después se nos quitan las ganas de seguir en la exposición: el EZLN, Chiapas, la marcha zapatista a la ciudad de México, la ley de derechos y cultura indígenas, su rechazo, los senadores solemnes y severos... šqué cansancio darnos cuenta de que con la ida del PRI no se le movió ni un pelo a nuestra cultura autoritaria!

El parque de La Villette cuenta con 40 hectáreas apropiadas por las instituciones republicanas cuando se decidió, en los años 70, que el rastro de esa ciudad ya no cumplía su función en aquel lugar; entonces surgieron las salas de exposiciones, la ciudad de las ciencias, el planetario, teatros, espacios de música y danza, enormes galerones para los conciertos de la juventud... Basta comprar el boleto del Metro y llegar, porque el lugar es abierto y desde el viernes pasado se viste de todas las costumbres, los colores, los ingresos.

Cómo nos hace pensar esto en la invasión de malls y de centros comerciales de nuestra ciudad, segregando a la población, volviendo carísimos unos paseos para los que no se encuentran por ningún lado ofertas culturales abiertas al mundo, "para que cada uno exista como otro y no solamente como uno más". Y mientras, los sectores de menos recursos se aglomeran en los viejos Chapultepec y en los camellones con el mimo y el payasito.

No hay que despreciar el esfuerzo que implica organizar conciertos en el Zócalo, la apertura de algunos espacios como el Faro de Oriente, en Iztapalapa, y otras iniciativas del gobierno de la ciudad de México, pero estamos lejos de que constituyan una alternativa ante la explosión privatizante de plazas y macroplazas. Ojalá se esté trabajando para que la vieja refinería de Azcapotzaco, por ejemplo, pueda convertirse en un lugar de concurrencia clasista más amplia, como la plaza de Coyoacán en cierto sentido, pero aprovechando otras potencialidades nuestras y las que la vida pública europea nos ha propuesto.

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