Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 28 de mayo de 2002
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Espectáculos
César Güemes

Narcocorridos, menos de lo que promete

Elijah Wald, músico de profesión, tiene dos virtudes como investigador: una es la inocencia cultural, que le permite asombrarse de hechos tan usuales en Latinoamérica como la prevalencia del género corrido; otra, su tesón.

El volumen Narcocorrido (Estados Unidos, Rayo, 333 pp.) lleva en el subtítulo la penitencia: "Un viaje al mundo de la música de las drogas, armas y guerrilleros". El propósito de Wald es loable, pero dista mucho de cumplir con las expectativas que crea, pese al trabajo que se tomó en elaborarlo. Acudir a la lectura del texto es presenciar el asombro del músico de blues sobre aquello que no causa mayor sorpresa en cualquier escucha mexicano ni en el público hispano que habita, vive y sobrevive, en las ciudades fronterizas de Estados Unidos con nuestro país.

Se deja leer

Sin embargo, el texto se deja leer. Es cierto que no son numerosos los autores de ensayo en México quienes se han dedicado a estudiar el amplio fenómeno del corrido del narco, en buena medida porque un trabajo de esas dimensiones implica un tiempo considerable dada su extensión. Pero de que los hay los hay, además del clásico y respetado Luis Astorga, sólo que Wald no supo dónde buscar; una revisión mínima en las universidades del país le habría reportado muchas más sorpresas que "descubrir" la relación que el corrido guarda con el mundo real.

La curiosidad del autor lo lleva, a pesar de los pesares, a realizar un trabajo de campo relativamente amplio, del cual lo más valioso es el testimonio de compositores como Julián Garza (del cálido dueto Luis y Julián), Jesse Armenta (que saltó a la fama con El circo) o Teodoro Bello (célebre por muchas de sus composiciones, entre ellas Jefe de jefes), más el apartado que dedica a la producción musical en el sur de México, particularmente en Guerrero.

Amenaza negro sobre blanco

El estilo, que está por todas partes, amenaza ya en negro sobre blanco con absorber la historia: Wald es el protagonista de un texto que requiere la supresión casi absoluta de quien escribe. La primera persona que emplea a lo largo del libro y el interminable anecdotario plagado de imprecisiones (según el autor, la ciudad de Culiacán es un pueblo y su cervecería más representativa un cabaret) no hacen más que enturbiar la fluidez del tema. Wald adolece de sentido periodístico e intenta suplirlo con el asombro que la realidad mexicana reflejada en el corrido contemporáneo le despierta.

Visto así, fue la persistencia del autor el único elemento que lo llevó a conseguir un libro que se agrega a la lista de trabajos que forman el mosaico sobre el corrido de la violencia en México. No menos, no más.

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