Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 27 de mayo de 2002
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Cultura
REPORTAJE

Predominan en los estantes best-seller, libros coyunturales y autoayuda

Qué se lee, otra arista de la crisis de lectura

Para nadie es un secreto: en México no se lee, pero al problema de los bajos niveles de consumo per cápita de títulos se suman la calidad de los contenidos y la constancia en el hábito. Se puede comprar un libro, pero eso no es garantía de que se vaya a leer. El eterno conflicto de la lectura en la mirada de tres sellos editoriales: Santillana, Océano y Grijalbo

CESAR GÜEMES

En México no se lee, o casi. Alcanzar el promedio de un libro al año por persona, que puede llegar hasta tres (según la intencionalidad de la fuente), equivale a contar una verdad a medias que desde cualquier punto de vista habla de analfabetismo funcional. El remedio a este mal de muchos es, sin embargo, un misterio. Las sociedades lectoras no pertenecen a la generación espontánea, sino que responden, sobre todo en el caso de países en desarrollo como el nuestro, a resortes que poco o nada tienen que ver con las grandes campañas publicitarias. No basta, pues, promover la lectura de un libro para que se lea, ni siquiera para que se venda aunque no sea leído.

Sin embargo, en México las editoriales subsisten y se fortalecen justamente merced a la venta de libros. Ferias y encuentros librescos como las de Guadalajara, Monterrey, Jalapa y la del Palacio de Minería son cada año más amplias y profusas. Más allá de los libros de texto, cuya lectura es obligatoria, conocemos también otro hecho concreto: mucho de lo que más se frecuenta en el país son volúmenes de best-sellers de "autoayuda", "autoconocimiento", "superación" o "relaciones de pareja": el camino sencillo, que en realidad no lo es, pero que evidencia una necesidad social por estar en el mundo, articularlo en palabras y conocer el pensamiento de otros sin importar casi quiénes sean.

En el país contamos con gran diversidad de sellos, entre los que destacan, por su amplio rango de títulos y temas, Santillana, Océano y Grijalbo. Las tres mantienen firmes nexos con casas del rubro en varias naciones, sobre todo con España, y entre las tres consiguen una presencia que equivale cuando menos a la tercera parte de la oferta de lectura en México. Si alguien tiene respuesta para las distintas interrogantes que plantee la escasa lectura en la nación son los directores editoriales de los sellos mencionados: Marisol Schulz por Santillana, Rogelio Carvajal de Océano y Ariel Rosales por Grijalbo.

La realidad es más cruda todavía que las cifras, como explica para estas notas Rogelio Carvajal: "El discurso de Vicente Leñero al recibir el Premio Nacional de Literatura insiste en algo que es casi tautológico pero que es fundamental: es necesario haber experimentado el amor por la lectura para poder transmitirlo. Y se supondría que en los ámbitos familiarizados con los libros, la práctica de ese amor, de ese gusto, es algo natural. Sin embargo, son muchos, bastantes más de los que con prudencia se puede especular, los que en el medio editorial, o entre los investigadores y profesores, simplemente no leen; o practican su "gusto" en un limitado marco profesional, o en un determinado género de obras. Tragicómicos hallazgos arrojaría una investigación que determinara cuántos de los que 'trabajan' con libros leen realmente libros, y quienes sí leen, cuáles".

Las preguntas persisten: ¿a qué atribuyen los editores el hecho de que evidentemente ciertos libros sean más vendidos que otros? ¿A campañas en los medios, a su calidad o a qué combinación de factores?

Responde Marisol Schulz: "Creo que se trata de una combinación de factores que van desde la oportunidad de la publicación, la campaña de promoción del libro en medios de comunicación, el prestigio del autor, del propio sello editorial, la calidad de la edición, el diseño de la cubierta, el precio de venta al público, y la distribución. Insisto, todos estos factores contribuyen a que un libro tenga mayor o menor éxito, pero también existe el elemento sorpresa, que es totalmente subjetivo: el gusto del lector y la publicidad 'boca a boca', es decir, la recomendación".

Acota Ariel Rosales: "Los factores que influyen en el éxito de ventas de un libro son múltiples. Como implica la pregunta, entre estos factores destacan el contenido y la campaña de comunicación. Sólo subrayaríamos el hecho de que dichos factores están integrados, y para comprender cómo ha conseguido cierto título ventas masivas dichos factores no pueden aislarse, sino que siempre debe considerarse su integración".

El problema de la difusión de la lectura, aun cuando se trate de un autor o de una línea de probado éxito, tiene sin embargo sus ribetes metafísicos. Explica Carvajal: "Los libros más insulsos, escritos por los más imbéciles, se pueden vender muy bien, consagrados por la sospechosa unanimidad. Pero también se pueden vender muy mal. Los libros extraordinarios, de autores geniales, pueden correr esta misma suerte. Pero en el mundo se publican todos los años centenas de miles de libros que sólo les interesan a unos cuantos y que está bien que sólo les interesen a unos cuantos. Son, diría Zaid, centro de la conversación para esos cuantos que tienen necesidad de ese libro; y no alterarán el curso del mundo porque se les haga propaganda, estén en todas las librerías y se les difunda en horario preferente por radio y televisión: los que se enteren lo harán porque no están leyendo un libro".

La necesidad de lectura en México, en términos que dejan de ser generales cuando se acude a las cifras, se satisface por una parte con libros probadamente bien realizados y por otra, bastante mayor, por textos que invitan a la mejoría personal.

Dice Ariel Rosales, a título de Grijalbo: "Las líneas editoriales que más se han estado vendiendo durante los últimos dos años son: la de libros coyunturales sobre diversos temas y la línea que, en términos muy amplios, podríamos describir como de superación personal, relaciones humanas y autoayuda. Por libros coyunturales entendemos aquellos que responden a necesidades del momento. Pueden ser títulos que satisfagan las necesidades de información y análisis sobre la situación económica y sociopolítica; semblanzas o biografías de personajes muy importantes que, ya sea por su deceso u otra razón, estén en el centro del huracán de los medios; y títulos que aborden el escándalo de moda, sea éste político, económico, de la farándula o cualquier otro acontecimiento que concentre la atención del gran público y sea susceptible de ser descrito, analizado y presentado en forma de libro".

Rosales hace una pausa y apostilla: "No nos agradan las clasificaciones cerradas, las camisas de fuerza temáticas, pues obligan a quienes quieren comprender el fenómeno editorial a una esquematización fácil y, por lo mismo, casi siempre alejada de la realidad. Sin embargo debemos describir la otra línea editorial que lidera el mercado como aquella que está constituida por los títulos 'utilitarios' que ofrecen al comprador una ayuda directa para su realización personal y profesional. Hay que mencionar igualmente, aunque en sentido estricto no conformen una línea editorial, los nuevos títulos de autores consagrados o que ya han obtenido grandes ventas con libros anteriores, autores cuyo nombre por sí solo constituye una garantía de éxito".

La estadística de lectura en el país refleja la ausencia de la misma pero también esconde el resultado estricto, explica Carvajal: "para efectos de estadística, entre dos personas de las cuales una ha leído un libro y la otra ninguno, cada una leyó medio libro. Y es que según la estadística citable, todo mexicano lee más de un librito entero al año; pero en la realidad muy pocos se dan el lujo de leer un libro completo, y un aplastante mayoría no ha leído jamás uno. Pero las encuestas de opinión sirven al menos para consolarnos: si tanta carencia se reparte entre todos, los que no leen nada salen ganando con más de un libro que no han leído, y los que han leído muchísimos libros quedan igualados, para no hacer sentir tan grande la injusticia".

La estrategia a fin de participar en la difusión de la lectura, desde la óptica de la iniciativa privada, ofrece varios frentes. A saber, tal como lo señala Marisol Schulz, se requiere "esfuerzo y dedicación, tratando siempre de visualizar quién es el público a quien nos dirigimos. Tenemos que equilibrar nuestros planes editoriales y siempre editar de cara al lector, es decir, cuando contratamos un libro siempre estamos pensando en cuál va ser su destinatario y qué tenemos que hacer para llegar a él; igual ocurre en todas las fases de la edición: el diseño editorial, la elaboración de las campañas promocionales, las estrategias de comunicación, marketing y distribución. Esto, que se dice fácil, es una labor titánica en un país con tan bajos índices de lectura sobre los cuales, por cierto, no acabamos de ponernos de acuerdo".

Ariel Rosales acepta: "Los principales editores mexicanos hemos asumido desde hace tiempo el bajo nivel de lectura de la población. Sin embargo, el hecho mismo de que existamos nos está diciendo que, a pesar de que la mayoría de los mexicanos no lea, sí se compran libros en nuestro país. Si la situación fuera totalmente negativa, simplemente no existiría un mercado editorial; fenómenos como la FIL de Guadalajara nos indican que este mercado existe y que, aunque sea en una proporción mínima, se trata de un mercado que está creciendo. Respecto a la 'motivación' de la lectura, la iniciativa privada desarrolla el trabajo que le corresponde: hacer libros atractivos para el mayor número posible de lectores y comunicar, mediante estrategias publicitarias, que esos libros están en los puntos de venta para que los lectores los adquieran. La responsabilidad del Estado en relación con la promoción de la lectura la damos por descontada. Por supuesto que debe promover la lectura, ya que forma parte consustancial de la educación".

Al respecto, acota Schulz: "Para motivar la lectura debe darse una conjunción de factores, que van desde la familia, la escuela, la iniciativa privada, y por supuesto, el Estado. No creo que debamos rendirnos y asumirnos como un pueblo no lector; todo lo contrario, creo que nuestra situación debería ser de emergencia nacional por el bajo nivel de lectura de la población. Estoy segura de que la motivación puede comenzar en el hogar; muchos niños nunca han tenido la oportunidad de tener un libro en sus manos antes de asistir a una escuela, de manera que ahí comienza la labor del Estado y de los organismos encargados de impartir la educación formal en nuestro país. También creo que los profesores de los niveles básico y secundario juegan un papel de suma importancia: pueden ser el factor que dispare estos índices, siempre y cuando ellos mismos entiendan la importancia de la lectura. Aunque no es válido generalizar, desafortunadamente en la planta docente nos topamos con algunos profesores no lectores. Así, ¿cómo van a contagiar la afición por la lectura?"

La conclusión, siempre provisional en un tema tan móvil, la expresa Rogelio Carvajal: "Los libros influyen tan escasamente en las masas, los compran tan pocos individuos, y los leen todavía menos, que en realidad no sirven para nada. Y esta forma de pensar, para la cual no se han necesitado libros, ha dado resultados. Muchos de los que así creen están al frente de empresas, instituciones y proyectos. De la religión del éxito se desprende esta falsa lógica. Imposible no citar a Gabriel Zaid: 'Los suicidas wertherianos, de no leer al Werther, ¿no se hubieran suicidado? La lectura de Marx, ¿produjo el 26 de julio en Cuba? La lectura de los evangelios, ¿produjo el bombardeo de Hiroshima? Los sentimientos de culpa de la gente que escribe son conocidísimos, y en parte explica la obsesión de poner la pluma al servicio de 'causas útiles', para sentirse menos inservibles'. Pero 'si pudimos esperar hasta 1966 para tener en español la Fenomenología del espíritu, sin que se haya caído el mundo de habla española por falta de Hegel, y si ahora que tenemos la traducción seguimos sin leerla, y si Castro declara públicamente que no ha leído más que las primeras páginas de El capital, ¿de qué estamos hablando al hablar de influencia de los libros, ya no digamos en las masas?' La influencia de los libros es lenta y selectiva. No es que cambie la vida de millones de lectores simultánea y unánimemente. Los best-sellers no cambian nada en realidad: ¿para qué y por qué tendría que enterarse todo el mundo de la circunstancia particular de un individuo o de sus brillantes ideas?

"Al final una adicción, el gusto por la lectura no cura ningún mal: puntualmente, agrava los que existen. Diría Lichtenberg: 'Aquello tuvo el efecto que por lo general tienen los buenos libros. Hizo más tontos a los tontos, más listos a los listos, y los miles restantes quedaron ilesos'. Variante de la irresponsabilidad, el optimismo fuera de sí, no puede abundar en la condescendencia y la hipocresía: somos lo que somos incluso si leemos".

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