Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 23 de mayo de 2002
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Espectáculos

Leonardo García Tsao

La competencia se recupera

Cannes. Para no quedar mal con la teoría del autor, algunos cineastas han levantado el nivel de la competencia cumpliendo simplemente con las constantes de su obra. El británico Ken Loach, por ejemplo, ofreció en Sweet Sixteen una buena muestra de su cine de crítica social, al enfocar a un adolescente de Glasgow y su ascenso en el crimen organizado mediante la venta de drogas. Loach no es Scorsese, claro, pero su compasiva mirada le permite una emotiva conclusión en la que el protagonista no queda atrapado por los compromisos del gangsterismo, sino por su devoción edípica.

Por su parte, el finlandés Aki Kaurismäki ofreció en Mies vailla menneisyyttä (El hombre sin pasado) otra variante de su visión tragicómica: el asalto violento que sufre un soldador lo deja amnésico y a la deriva; sin embargo, su estoica resistencia le permite rehacer su vida y encontrar el amor. Aunque no hay nada nuevo en el estilo del realizador, no dejan de ser admirables el ingenio de su humor lacónico, la poética fealdad de sus personajes y la increíble ternura que consigue evocar en las situaciones más improbables. Eso sí, hasta Kaurismäki -otrora maestro de la economía narratJackNicholsonCannesiva- ha exagerado la duración de su película llegando casi a los cien minutos, con algunos números musicales de más.

La coherente programación de Cannes encontró un sólido complemento hollywoodense en About Schmidt. El tercer largometraje de Alexander Payne es una comedia agridulce sobre el ejecutivo de una compañía de seguros (Jack Nicholson), cuya vida cambia radicalmente a partir de su jubilación, la muerte de su esposa y la inminente boda de su hija. Aún no descubierto por la crítica internacional, Payne ha mostrado hasta ahora una perspectiva sumamente corrosiva sobre su propia sociedad (su anterior Election pasó inadvertida en México). About Schmidt es menos maliciosa pero plantea por debajo del contenido humorístico apuntes bastante amargos sobre la vejez y la soledad. La actuación de Nicholson, chistosa y a la vez reflexiva, es su trabajo más mesurado en décadas.

La presencia del desmadroso actor en La Croisette es posiblemente la última ocasión para tumultos peligrosos en el festival. Lo cual debe agradecerse. La histeria desatada el lunes por la presencia de Scorsese y compañía, le brindó a los guardianes la oportunidad de empujar violentamente a cualquier periodista que intentara rebasar los límites impuestos. (Alguien aquí no quiere al gremio. Ayer circularon un boletín prohibiendo que se aparten asientos en las funciones de prensa).

También debemos reconocerle al festival de Cannes su ingenio a la hora de pensar nuevas formas de molestar a los asistentes. Para entrar a las proyecciones oficiales o al Palais, uno se enfrenta a las mismas medidas de seguridad que para subirse a un avión. Es obligatorio someterse a un detector de metales y a la revisión minuciosa de toda bolsa o portafolios. Ya que el festival ha cumplido una semana y muchos colegas europeos evidencian demasiado sus carencias de higiene personal, no estaría de más que los agentes de seguridad aprovecharan el cateo para rociar con desodorante a quienes así lo necesiten.

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