Jenaro Villamil
La mentira y el engaño
En la comunicación política, la mentira es todo un arte. Se trata no sólo de ocultar, falsear o deformar un hecho o un dicho, sino, sobre todo, de manipular los signos para economizar fuerzas a favor de una causa o un interés, de acuerdo con la definición de Guy Durandin, autor de un extraordinario tratado sobre el tema titulado precisamente La mentira en la propaganda política y en la publicidad.
La mentira en la política no es un pecado capital, sino un asunto de eficacia. El político que miente lo hace sin buscar perdón divino y mucho menos que le descubran su estrategia; de ahí que el manejo de la información sea clave y no todo se deje al azar. Los grandes estadistas usaron la mentira no para ganar el cielo, sino para mantener la gobernabilidad y ejercer la razón de Estado. El valor ético de una mentira está en proporción directa con el éxito político.
El gran problema de la comunicación política del gobierno de Vicente Fox, como se ha documentado desde que asumió el poder, no son las mentiras, sino la torpeza que incluye negar que se miente y que genera el mayor agravio político: la sensación de engaño creciente.
La lección heredada del gobierno de Carlos Salinas revela el alto riesgo que implica que una serie de mentiras se transforme en engaño y rencor social. El impugnado ex presidente utilizó como nadie la mentira hasta lograr ir de menos a más en términos de legitimidad y eficacia políticas. Su credibilidad fue puesta en duda siempre, no así su habilidad para mantener la gran mentira que resultó ser su presidencia. La debacle salinista tuvo que ver con el tamaño del engaño. Salinas nos hizo creer y hasta percibir que arribaríamos a un nuevo estadio de desarrollo nacional. El espejismo propagandístico se derrumbó junto con el peso, con el clan Salinas y con sus víctimas sexenales, de una forma mucho más dramática e irreversible que su capacidad para manipular los signos.
En contraste, Fox parece ir en un proceso inverso hacia una dirección similar: el gran engaño. Empezó con un caudal de legitimidad que pocos mandatarios han tenido en este país. A menos de dos años lo ha desgastado por la percepción creciente de ineficacia, sobre todo, para mentir. La comunicación y la información, subsumidas en la publicidad y el marketing, han obviado que lo más importante de una mentira política no es vender una ilusión u ocultar un hecho, sino influir en las decisiones de los adversarios, los adeptos y los gobernados. Mentira que no influye favorablemente es peor porque desgasta el poder.
Las últimas mentiras reveladas del gobierno de Fox fueron producto de una seria incapacidad para comunicar e influir. En 18 meses se ha recorrido toda la tipología de mentiras:
1. Las supresiones, que consisten en hacer creer que una cosa que existe, no existe. En el caso de Fox se ha tratado de omisiones, negaciones que se le han revertido en forma negativa. El telefonazo de Fidel Castro develó una pueril negación de su canciller Jorge Castañeda, que declaró una y otra vez que nunca hubo presión alguna contra el gobernante cubano para que abandonara la cumbre de Monterrey. Y resultó que la presión provino del propio Fox. En la reciente cumbre mundial de la infancia, el equipo foxista omitió distribuir la versión estenográfica del mandatario que abogó a favor de una plataforma antiabortista. La mentira fue pillada ante la flagrante contradicción entre lo dicho y lo escrito en el boletín.
Todo mundo recuerda cuando Fox negó la existencia de financiamiento externo en su campaña, y hace una semana la resolución del tribunal electoral federal desacreditó la versión foxista. Y hace unos cuatro días, de nuevo el canciller arrastró a Fox en su mentira cuando habló de su encuentro "casual" con el ex presidente Salinas, con quien sólo platicó de "banalidades". Un reportero de Televisa, Juan Sebastián Solís, demostró que no fue fortuito, sino planeado, el encuentro, y sólo falta que Salinas demuestre que entre las fruslerías discutidas se encuentra el asunto de Pemex, la situación jurídica de su hermano o un pacto político de largo alcance.
2. Las invenciones consisten en hacer creer en la existencia de cosas que no existen. En algunos casos se trata de aproximaciones a una realidad que no es tal. De 7 por ciento de crecimiento del PIB hasta la reciente invención presidencial que le anunciaba a inversores europeos la apertura del sector energético, el primer mandatario y su equipo han sido pillados. Y no se trata de simples contradicciones, sino de mentiras construidas a modo para cada clientela. El problema es que los propios interlocutores desconfían.
3. Las deformaciones implican hablar de una cosa que existe, pero caracterizándola de una manera falaz. La situación de Chiapas y la ley indígena conforman un amplio expediente de deformaciones ineficaces de Fox. Desde los famosos 15 minutos que se necesitaban para maquillar la paz en la entidad hasta la "venta" de una ley que no tiene el consenso ni el apoyo de los propios implicados: las comunidades indígenas.
Las deformaciones, dice Durandin, son útiles en propaganda porque sirven para embellecer o deslucir un hecho o una medida, minimizan o exageran las carencias y los logros. Son inútiles cuando en la sociedad existe más información que en el círculo gubernamental y cuando las contradicciones son tan evidentes que acaban por producir el efecto contrario al esperado: en lugar de promover adeptos crean suspicacias, en vez de resaltar las cualidades exhiben las incapacidades.
En el círculo foxista se insiste en presentar al mandatario como un involuntario Pinocho. Sin embargo, para muchos observadores, la percepción más grave es que el Pinocho democrático se convierta en un Salinas redivivo.
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