Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 14 de mayo de 2002
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Política

José Blanco

Coartadas

Estaba escrito por la teoría, pero ahora el PAN -especialmente el presidente Fox- lo está experimentando en carne propia: una clara legitimidad proveniente de una elección sin tacha, apoyada en procedimientos democráticos vueltos leyes e instituciones de alto consenso, es del todo insuficiente para lograr la gobernabilidad. Son necesarias, además, la eficiencia y la transparencia administrativas, la productividad política y legislativa, la limpidez informativa, el estado de derecho y la justicia social.

El arranque del gobierno de Fox mostró manifiestamente su desconocimiento de esas complejas condiciones. Creyó que era suficiente su mayoría de votos para tomar decisiones y gobernar con el programa que tenía en mente, a pesar de que la sociedad decidió configurar un gobierno dividido.

Ciertamente no todo depende del Poder Ejecutivo. Sí, la eficiencia y la transparencia administrativas e informativas. Pero la productividad política y legislativa, así como la justicia social, dependen del Ejecutivo, del Legislativo y del sistema de partidos políticos; así como la vigencia del estado de derecho, del Ejecutivo y del Poder Judicial. Para desgracia del Ejecutivo, hasta ahora, en un país con tradición presidencialista, la sociedad exige resultados y espera que sea el Presidente quien los alcance, sin importarle mayormente los medios. Ahora Fox ha decidido dar un golpe de timón, invitando al PRI a una cohabitación que, de entrada, se ve casi imposible.

En su desayuno de avenencias, Fox ha dicho esta vez abundantes lindezas del PRI, que muy probablemente no cree -como no las cree la mayor parte de la sociedad-, pues desde que dio inicio a su larga precampaña presidencial y a lo largo de la campaña, y aun a lo largo de lo que lleva al frente del gobierno, ha dicho del PRI exactamente lo contrario. No es difícil que el tricolor lea en la propuesta foxista una coartada para ganar tiempo con vistas a la elección intermedia de los diputados. Pero la aceptación por parte del Revolucionario Institucional de la propuesta foxista puede tener exactamente la misma lectura: una pura coartada. De entrada, la falta de credibilidad que se atribuyen mutuamente es inconmensurable.

De mostrarse real esta conjetura, las cosas seguirán como hasta ahora, con el país semiparalizado en una gran cantidad de quehaceres que podrían ser desplegados a pesar del down en el ciclo económico; y la reforma del Estado seguirá siendo la carta a Santa Claus en que se convirtió al día siguiente de firmada por los partidos políticos.

El año que viene toca el turno a las decisiones de la sociedad. Puede también conjeturarse que una parte de la sociedad verá en las oposiciones el obstáculo al avance de las reformas que el país requiere para desplegar su desarrollo. Esa imagen ha estado cientos de veces en los medios. Por ello, una parte de la sociedad castigará con su voto al PRI y al PRD. Pero también es previsible que otra parte de la sociedad aplique un voto de castigo al presidente Fox y al PAN, por su falta de oficio político. La moneda está en el aire respecto a las proporciones en que tales votos serán aplicados.

Está claro que en el escenario de un PAN que avanza o aun gana la mayoría en la Cámara de Diputados, las reformas profundas, constitucionales, que el país requeriría, pueden ser imposibles por la oposición de la mayoría priísta en el Senado. Sin embargo, ese resultado electoral marcaría una tendencia de las percepciones de la sociedad respecto a la ubicación de los obstáculos.

En todo caso, cualesquiera que sean los resultados, todo parece indicar que con diversas proporciones el gobierno dividido llegó para quedarse, conformado por unos partidos que se hallan por debajo de las necesidades de la sociedad mexicana. En el mediano plazo esta realidad abre un espacio de posibilidades a los pequeños nuevos partidos en proceso de emergencia, pero los problemas de la pobreza y la desigualdad, y las reformas necesarias para desplegar un desarrollo sostenido en el nuevo marco de la globalización, serán indefinidamente pospuestos. Los problemas de gobernabilidad, en ese caso, no sólo no avanzarían, sino que empeorarían sin remedio.

La imagen de Argentina, con una clase política que en conjunto queda desnuda, desprovista absolutamente de credibilidad frente al conjunto de la sociedad, aparece como posibilidad con visos de probabilidad efectiva.

En ese contexto la ausencia de espacios de elaboración teórica, de estudio, análisis y debate de los grandes problemas nacionales, con la participación de dirigentes políticos, pero al margen de intereses partidistas, sigue siendo un grave problema. Sin esos insumos racionales, los políticos no harán sino repetir ad infinitum los hoy archiconservadores discursos del pasado, que a leguas huelen a rancio y, con esas ideas, fabricar coartadas.

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