Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 8 de mayo de 2002
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Política

Luis Linares Zapata

El nacionalismo revisitado

Se desboca la carrera

Una vez que los actores públicos del país han empezado los preparativos para las elecciones de 2003 es preciso revisar el sitio del cual se partió y después ver hacia dónde pueden dirigirse. No se entrará aquí, al menos por ahora, al análisis de la propiedad temporal de tan anticipada decisión de las distintas fuerzas políticas, pero sí se afirma que tal urgencia se desencadenó desde el interior del gobierno de Fox. Tampoco se abordará el costo que este adelanto traerá aparejado. Lo que aparece en el imaginario colectivo como motivo interesante para meditar sobre ello es la formación y entrada en escena de un fenómeno que parecía fuera de toda actualidad y hasta abandonado en el rincón de los triques pasados de moda: un reditado nacionalismo.

El desgaste de salida

La administración de Fox parece que no midió, tan pronto se hizo del poder y con la crudeza a que obliga la actividad política, la densidad y penetración de sus fuerzas reales, pero sobre todo no reparó en su capacidad para enfrentar la tediosa y detallada acción transformadora esperada por muchos. Se embarcó, desde los primeros días del presente sexenio, en una serie de aventuras que resultaron tener no sólo bases endebles, sino que encajaban en un modelo de continuidad ya muy cuestionado por pasadas y negativas experiencias dentro del país y fuera de él. Dio tumbos por aquí y por allá en busca de consolidar la emergencia de un nuevo régimen. No lo ha logrado. Más aún, ha quedado muy corta en su cometido.

Las vencidas preparatorias

Vino después el tiroteo, adelantado desde la Presidencia misma, para empujar la reforma fiscal. Sin preparar el terreno para una negociación, por demás intensa dadas las honduras y meandros del asunto, el Presidente decidió, por consejo de sus cercanos asesores y su propia convicción de mercadólogo triunfante, apelar directamente a la población para torcerle el brazo a los opositores atrincherados en el Congreso.

En el proceso fiscal se dio entonces una belicosa prueba de fuerzas y el Legislativo salió, aunque a medias, vencedor. Las posturas de las bancadas del PRD y el PRI evidenciaron una mejor conexión con el sentir popular que la mostrada por el liderazgo presidencial y su intento de reforma, basada en el IVA a medicinas y alimentos, que castigaba a las clases medias y bajas. Política fiscal de franca inspiración y propósitos neoliberales que tanto acariciaron Fox y su entorno decisorio al que el PAN se sumó con renuente posterioridad. El Presidente, después de un breve apoyo al resultado de sus tardías negociaciones con la oposición, decidió tomar la ruta de los empresarios inconformes e inició el distanciamiento con el Congreso que perdura hasta hoy en día. La oposición, por su lado, probó las mieles del apoyo popular y olfateó el empuje que de ello proviene.

Se siente, se ve, el ánimo está presente

El espíritu que así comenzó a flotar en el Congreso, aunque todavía confuso y titubeante, contenía, desde esos momentos de disputa por determinar quién pagaría por el crecimiento, los humores de un nuevo aliento, que se ha evidenciado ya en plena forma en otras acciones coaligadas de la izquierda con el antiguo, aunque revisitado, nacionalismo priísta. Y aquí se contiene entonces, y para motivos de variada índole, el núcleo de un esfuerzo que pronto se pondrá al alcance del elector y como un componente básico de la nueva cultura ciudadana que la pluralidad impone. Un modelo incipiente, pero ya decidido en su ruta, que pueda ser alternativa frente a las tendencias y propósitos trasnacionalizadores, achacados a una globalidad entendida y precisada en sus consecuencias entreguistas en casi toda Latinoamérica y que ejemplifica, con todo esplendor, la tragedia argentina.

En juego aparece una postrera oportunidad de detener, de forma al menos temporal, pero firme, la entrega casi incondicional de las industrias básicas de la nación: concretada ya en la de la banca, aún bajo fuego en la electricidad, ignorada en el gas y el agua y, aunque todavía lejana, en el petróleo. Las telecomunicaciones quedaron, no por una concepción estratégica de Estado, sino por la actitud de uno de los pocos empresarios que, por propia convicción y aventura, las conduce bajo control y propiedad mexicana.

La sui géneris manera de comprender esta historia desafortunada empezó con De La Madrid, la fermentó con corrupta pasión Salinas y trató de completar, con un ahínco a prueba de chambas futuras, el ahora consultor y conferencista doctor Zedillo, al mando de un equipo de personeros menores encargado a Luis Téllez. Esta pandilla de funcionarios no titubeó, tramposamente, en abultar costos y multiplicar la demanda de energía para sacar de toda proporción los volúmenes de inversiones requeridas por la fábrica nacional para su crecimiento y que el gobierno, alegaron, no tenía ni debía emplear tantos recursos en ese sector.

La magnitud del pleito condensado en la gran trifulca por la industria eléctrica y que su reforma, pendiente de aprobación, implica, es colosal y trascendente. Ella concretará de manera decidida y para finiquitar, de aquí hasta 2003 cuando menos, el pretendido y tan propalado cambio a la usanza foxista. Cambio que no es sino la herencia del zedillismo. Un tal cambio que, a través de modificaciones constitucionales, abriría de par en par la industria eléctrica a la participación del capital privado. Entendiendo por ello, en simplón eufemismo, darlo al capital internacional que, en la práctica, sería el gran beneficiario y es el único horizonte previsible.

La suavidad y trasparencia de la ambición española

El escándalo del BBVA español ha descobijado, en su íntima pretensión, el mecanismo y espíritu de (re)conquista, como uno de los muchos que suceden en derredor y que, en sus antiguas colonias, se ha aceptado como un fenómeno natural y hasta obligado, consecuencia de la globalización, se arguye con frecuencia. Pero bien se podría generalizar a los intentos canadienses, franceses o estadunidenses.

El cuento se inicia cuando la aristocracia vasca (Neguri), celosa de las empresas y bancos que habían fundado a medidos del siglo xix, decide mantenerlos, como política apoyada sin fisuras por el Estado, en manos españolas ante el inminente embate de sus vecinos europeos a la hora de su entrada al Mercado Común.

La penetración de un fondo de Kuwait que compra 5 por ciento del entonces BBV los pone en alerta extrema. Fundan, para el rescate instantáneo de las mismas, un fideicomiso en Jersey, paraíso fiscal desde el cual logran su cometido. Pero no repatrian ni declaran en su balance esos fondos y acciones readquiridas. Los emplean, cuando Salinas les abre una rendija (TLC) para penetrar a Mercantil Probursa y, por extensión, también en todas aquellos lugares de Latinoamérica que se lo permiten o adonde de plano son invitados con urgencia.

En el camino sobornan, apoyan campañas a trasmano y compran simpatías donde las haya en subasta. La quiebra, mala operación, ambición o tontería de muchos improvisados banqueros mexicanos, en connivencia con funcionarios públicos y hasta partidos políticos completos, ponen el resto. Estos bolseros improvisados continúan la operación liquidadora de su costosa intervención en la banca y que culmina con 80 por ciento de ella en manos extranjeras.

Desde esa posición, la total penetración consiguiente a otras áreas, hasta más atractivas, puede resultar una simple derivada. Así lo están haciendo los españoles. Sus puntas de avanzada las forman sus bancos, empresas eléctricas (gas como sustituto) y telecomunicaciones que nunca cedieron a los extranjeros. Lo demás caerá por añadidura. Pero la trama ha quedado descubierta y a ella se le añaden otros accidentes que abultan la conquista despiadada. La quiebra de Enron, por ejemplo. O los resultados nefastos de las privatizaciones en California, Brasil o Chile. El mismo acuerdo de Barcelona, donde Francia rehusó privatizar su industria eléctrica, ferozmente conservada como una empresa de Estado, por demás eficiente, contribuye a comprender mejor lo que pasa.

La esperanza frustrada de los mercados

Con los avatares y presiones a que han quedado sujetos estos intentos de transformaciones, llamadas estructurales, que patrocina un gobierno de mentalidad globalizada y agrupaciones de derecha que lo apoyan, han quedado acorralados en un callejón sin más salida que aquellas formuladas por la oposición. Falta por dilucidar si los productos de tal coalición nacionalista, por llamarla de un modo apropiado, contienen los mecanismos y normas suficientes para hacerlos eficaces y aceptados por la sociedad, entre el factor externo y por la economía.

El tamborileo como estrategia

Pero los estrategas de Los Pinos tocaron los tambores de contienda. Recomendaron fiereza para con un Congreso que no coopera, menos propicia el cambio, y que obstaculiza, dicen con redoblada intensidad, los bondadosos y responsables esfuerzos presidenciales por llevar a México a ser, no sólo la novena economía del mundo, sino un jugador respetado de la escena internacional. La herida es profunda y sólo las acciones siguientes dirán la última palabra sobre las futuras inclinaciones de la ciudadanía. ƑSe le dará o no al Presidente la mayoría en la Cámara de Diputados que requiere para un segundo aire, o se le dejará en el atolladero en el que con tanto desparpajo se metió? En el rejuego están, sin embargo, enclaves nacionales bajo disputa y las bases de una sobe-ranía que de ello depende.

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