Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 8 de mayo de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política

Arnoldo Kraus

Enfermedad: el peso de la observación

En la medicina contemporánea los doctores deberían ser conscientes de que una de sus obligaciones fundamentales es balancear el peso de la tecnología contra el valor de la clínica. La primera conjunta las bondades emanadas de la ciencia y sus impresionantes avances; la segunda se basa en los principios añejos de la profesión en los que la palpación, la mirada, la escucha y la relación entre médico y enfermo eran piedras angulares. Idóneamente, ambas tendrían que ser complementarias y no excluyentes.

La clínica debe ser preámbulo de la tecnología y guía de cómo, cuando y por qué usarse. Si bien lo inverso sucede cada vez con más frecuencia -solicitar exámenes sin siquiera conocer al enfermo u operar, en ocasiones, sin consultar la opinión del afectado-, la tendencia de la medicina "humanista", de la medicina clínica, tiene ante sí el reto de encontrar las vías para revertir esas corrientes. No es lo mismo saber de un tumor por medio de estudios radiológicos en una persona desconocida que sospechar que el enfermo padece cáncer por lo que platica, por como se ve o por lo que se escucha.

El término clínica proviene del griego clinós, que significa cama. Al pie de la cama, oyendo, palpando, observando, oliendo y preguntando es donde el médico debe mostrar su oficio. La suma de esas destrezas suele ser suficiente para establecer la mayoría de los diagnósticos, sugerir tratamientos o solicitar los exámenes apropiados -entre menos mejor- que complementen la mirada clínica. Dentro de las habilidades enumeradas todas tienen el mismo peso, aunque, dependiendo del galeno, de su sensibilidad y de su especialidad, puede desarrollarse una más que otra.

Antes de hablar del "método de Zadig", narro brevemente una historia médica en la que el peso de la observación fue cimental.

X es un hombre de 46 años a quien conozco desde hace 12 años. Padece polimiositis, enfermedad autoinmune y crónica que requiere el uso de medicamentos que por un lado benefician -en ocasiones "salvan la vida"-, pero que tienen la posibilidad de dañar. Por tratarse de un padecimiento crónico y a veces muy agresivo, el control de estos enfermos requiere visitas y exámenes de laboratorio frecuentes, usualmente durante toda la vida, pues en general la polimiositis se controla, pero no se cura. El caso de X ha sido particularmente "grave" y preñado de múltiples complicaciones. Hace poco enfermó del oído y tardó en sanar tres semanas. El problema auditivo disparó la depresión y la ansiedad del enfermo. A los siete días acudió a consulta su compañera, usualmente sana, quien la noche previa había notado una hemorragia proveniente del oído izquierdo. Tras examinarla y recabar opiniones ad hoc, la conclusión fue la esperada: ella misma se había lacerado el oído.

ƑComplicidad? ƑSufrimiento compartido? ƑMimetismo amoroso? El caso conlleva una serie de hipótesis filosóficas y siquiátricas imposibles de abordar en este espacio, pero invita a reflexionar acerca del poder de la observación y recuerda la historia de Zadig y la vieja escuela de medicina, donde los médicos, desarmados de ciencia, pero armados de intuición, diagnosticaban a partir de inferencias y deducciones provenientes de datos imprecisos.

Zadig es el nombre de una novela de Voltaire. Zadig proviene del hebreo tzadik y del árabe saadiq, significa hombre justo o veraz. Zadig, el personaje de la novela, es un filósofo amante de la verdad. Posee la habilidad de ver el mundo y comprender el significado de lo que ha observado. Con el tiempo renuncia a la vida mundana, se separa de aquellos que envidian sus capacidades y decide buscar la felicidad mediante el estudio de la naturaleza. Dedica mucho tiempo a escrutar las características de los animales y de las plantas; pronto adquiere la sagacidad para observar miles de sutiles diferencias invisibles para otros seres humanos.

El "método de Zadig" implica dilucidar a partir de detalles aparentemente triviales. Se dice que estas habilidades fueron utilizadas por Freud, Sherlock Homes -el detective de Arthur Conan Doyle, quien además de escritor era médico- y William Osler, uno de los clínicos más prominentes del siglo xx.

La observación es una herramienta clínica invaluable. Significa desmenuzar e interpretar no sólo lo que "es evidente a la vista", sino lo que se esconde atrás de la primera mirada. Ver, en el sentido clínico, pero también en el de Sherlock Holmes, equivale a liar todos los lazos.

En medicina la observación pasa más allá de la mirada. Escuchar, palpar y preguntar son formas complementarias del mirar. Zadig aprendió a ver lo que nadie veía. Sus herramientas eran sus ojos. Esas destrezas deberían cultivarse nuevamente en la medicina contemporánea.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año