Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 23 de abril de 2002
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Política

El canciller arrastró en su perfidia nada menos que al Presidente de México, dice

Castañeda "fraguó" la gira de Fox a Cuba en febrero; en todo "hubo doblez y cálculo": Castro

Imposible revelar las pruebas del conflicto sin implicar al jefe de Estado mexicano, expresa

BLANCHE PETRICH Y GERARDO ARREOLA ENVIADA Y CORRESPONSAL

La Habana, 22 de abril. Fidel Castro difundió hoy una conversación telefónica con Vicente Fox, para probar que el Presidente mexicano fue quien personalmente lo presionó para que no acudiera o que recortara su estancia en la cumbre de Monterrey del mes pasado y para que no atacara en su discurso a Estados Unidos. Ante dirigentes locales y un centenar de periodistas, el líder cubano, en prenda de sus palabras, puso en la mesa la renuncia al poder en el que se ha mantenido cuatro décadas. Retó a Fox y al canciller Jorge G. Castañeda a que hagan lo mismo si son ellos los que mienten.

"Por decir estas verdades las relaciones diplomáticas se podrán romper, pero los vínculos fraternales e históricos entre los pueblos de México y Cuba serán eternos", concluyó.

Tras casi dos horas de lectura de un informe exclusivamente sobre el reciente conflicto con México, el líder cubano jugó una carta de riesgo. Dio a conocer la grabación de una conversación telefónica con Fox, intercambio durante el cual, muy al principio, el mexicano, de manera preventiva, advierte:

-Primero, antes que nada, quisiera decirte que esta conversación sea privada, entre tú y yo Ƒestás de acuerdo?

Castro accede y acuerda.

Pero ayer, ante un auditorio crispado por el relato transmitido en cadena nacional, Castro hizo público lo privado y pidió que si se dudaba de la veracidad de la cinta revelada, se llamara de inmediato a Fox y a Castañeda para preguntar si existió o no esa conversación, el 19 de marzo pasado, entre las 23:30 y las 23:50.

Quien quema las naves

El gesto tenía en ese momento el timbre de quien quema sus naves.

"Si lo reconocen, y si son o no exactas estas palabras, si se probara que tal conversación no tuvo lugar nunca y que estas no son las palabras del presidente Fox, me comprometo a renunciar de inmediato a todos mis cargos y responsabilidades como dirigente del Estado y de la Revolución Cubana", declaró Castro, con un tono grave y voz pausada, en la primera vez que lanza un reto semejante en su trayectoria política de más de medio siglo. "No tendría cara para seguir dirigiendo este país con honor.

"Me gustaría, en cambio, que los autores de tantas mentiras y del colosal embuste con el que quisieron manipular y embaucar al pueblo mexicano y a la opinión pública mundial fuesen capaces de reaccionar con el mismo sentido de la dignidad y del honor", agregó. "Los pueblos no son masas despreciables a las que se puede engañar y gobernar sin ética, pudor ni respeto alguno."

La evocación de la ruptura de relaciones diplomáticas escaló la tensión entre los dos países a un nivel de gravedad sin precedente. Inesperado, sobre todo porque quien lanzó esta noche el desafío, el presidente cubano, hizo una apuesta de muy alto riesgo, que sin duda fue objeto de un cálculo muy pensado.

Al concluir la reproducción de la cinta magnetofónica y el mensaje final de Castro, en el salón donde se congregaban, además de periodistas extranjeros, la plana mayor de la política y la prensa nacional, la emotividad rebasó las dudas que quedaron sembradas en el aire. Los cubanos presentes en el recinto se pusieron de pie y estallaron en un aplauso grave y sin júbilo.

Era una muestra de apoyo a su presidente.

El giro en la política mexicana hacia Cuba ha colocado a la centenaria relación bilateral en un punto sin retorno, por la vía violentísima de poner en entredicho públicamente al Presidente mexicano.

Castro subrayó la envergadura y la gravedad de sus palabras al convocar al Palacio de las Convenciones al vicepresidente, Carlos Lage; al líder parlamentario, Ricardo Alarcón; al canciller, Felipe Pérez Roque; a dirigentes del Partido Comunista, reporteros y directivos de la prensa cubana en pleno, 70 corresponsales extranjeros de 51 medios acreditados en La Habana y 26 periodistas de 13 medios, de México y Estados Unidos, que llegaron especialmente para la ocasión.

En uniforme verdeolivo, que hoy fue parte del lenguaje y los gestos que envolvieron el mensaje presidencial, el líder de barba gris se apegaba estrictamente a un texto de 12 páginas a renglón seguido, hasta que, en el último tramo, se dejó invadir por la emoción, la indignación y el duelo. Elevó la voz y gesticuló más aún para gritar el "tan terriblemente doloroso papel que desempeña" México, "a la cabeza de una nueva traición".

Algunos tramos de la conversación privada entre Castro y Fox ponen al descubierto la profunda preocupación del Presidente mexicano por cobijar a George W. Bush en Monterrey. Por ejemplo, ya casi al despedirse, una vez que el presidente cubano ha accedido a la "indirecta" de su homólogo mexicano de salir del país antes del atardecer del jueves 14 de marzo, Castro, no sin maña, pregunta:

-Dígame Ƒen qué más puedo servirlo?

Fox cae. Titubea pero no deja ir lo que para él es una oportunidad de quedar bien con sus amigos: "Pues básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush, sino circunscribirnos..."

Castro lo corta: "Oigame, señor Presidente, yo soy un individuo que llevo como 43 años en política y sé las cosas que hago y las que no debo hacer (...) no voy a soltar ninguna bomba ahí".

Desde el comienzo, Castro había adoptado el tono de un narrador emocionado, detallista, reviviendo la forma en que -describió- la cancillería mexicana "fraguó" la gira de Fox a La Habana del 3 de febrero, donde en todo "hubo doblez y cálculo". En esa ocasión el mandatario y el canciller mexicanos vinieron con la intención de hacer desistir a Cuba de participar en la Cumbre de Monterrey, "pero no se atrevieron". Durante el viaje, en la medida en que Fox y Castro profundizaban el nivel de su comunicación, "Castañeda se revolvía nervioso e inquieto", relataba hoy el líder cubano.

Castro subraya el compromiso que ante él hizo Fox, al abordar a solas el tema del voto de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra: "Me aseguró textualmente que México nunca haría algo que afectara a Cuba". El saldo de su visita: "Muchas horas de intercambio respetuoso y aparentemente sincero".

Pronto los sucesos de Monterrey habrían de diluir esa impresión de buena voluntad.

Jugada audaz sí, improvisación no

El momento no puede ser más delicado para La Habana. Todo así lo indica. El crucial mensaje empieza a las 6 en punto, cuando el eterno guardaespaldas principal de Castro ingresa a la sala tres del Palacio de las Convenciones con una carpeta que tiene en cada hoja la esquina superior izquierda doblada. La coloca en el sitio que ocupará el comandante.

Ya está en la sala la nomenclatura del régimen. Presienten -algunos quizá saben- que algo "gordo" ocurrirá. Con cronométrica puntualidad, a un gesto del jefe de protocolo, entra el presidente flanqueado por el vicepresidente Alarcón y el canciller Pérez Roque.

Fidel Castro hace la crónica de la crisis que está por tocar fondo. Se llega al clímax cuando lo dicho por el presidente cubano se torna en un audio donde la voz de Fox, pasadas las 11 de la noche, él, que se acuesta temprano "como buen ranchero", le dice:

-No es muy de amigos avisar a última hora que te apareces por aquí.

-Sí, pero también corro muchos riesgos que nadie corre, usted lo sabe perfectamente bien.

Castro le advierte del "escándalo mundial" que puede ocurrir si Fox le pide que no concurra a Monterrey, pero le ofrece acceder "a una transacción en esto".

El Presidente mexicano expone el límite dentro del cual el presidente cubano sería bienvenido: "Que puedas venir el jueves y que participes en la sesión y hagas tu presentación como está reservado el espacio para Cuba a la 1:00 pm. Después tenemos un almuerzo que ofrece el gobernador del estado a los jefes de Estado; inclusive te ofrezco y te invito a que estuvieras en este almuerzo; inclusive que te sientes a mi lado y que terminado el evento y la participación, digamos, ya te regresaras. Y así ..."

-ƑA la isla de Cuba?

-No, bueno, pues a lo mejor te buscaras...

-ƑAdónde? ƑO al hotel? Dígame.

-A la isla de Cuba, o a donde tú gustaras ir.

Luego los presidentes hablan del menú. Castro teme al guajolote y al mole. Fox ofrece el cabrito regio, "excelente".

Caja de Pandora

En un primer acto, Castro lee, a su manera de narrador, la transcripción. Como siempre que habla, y habla largo y tendido, es escudriñado por los demás. Pero cuando hace oír el audio de la conversación telefónica, es su turno de escudriñar en los rostros de los demás, principalmente de los mexicanos, sus reacciones. A ratos podía haber distinguido en la primera fila, donde fueron acomodados los enviados de la prensa nacional, la inevitable pena ajena. Castro parecía haber memorizado partes del diálogo, como si de una partitura se tratara. Hay audacia en su jugada. Improvisación no.

El insólito discurso de Castro fue titulado Declaración política del presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba. El mandatario entró directo y al grano: "Mi renuencia a presentar las pruebas de lo ocurrido en Monterrey, que me obligó a retirarme el mismo día de mi discurso en la cumbre, se debía a que el señor Castañeda había arrastrado en su descocada aventura al presidente Vicente Fox. No podía revelarlas sin implicar al propio jefe de Estado mexicano".

Era un claro recordatorio de que el pasado 26 de marzo, cuando el diario oficial Granma dedicó un violento editorial a Castañeda, anunció entre líneas una tregua condicionada. Se trataba de cesar las "provocaciones" del canciller mexicano para evitar exhibir las pruebas del conflicto de Monterrey.

En su intervención de hoy, Castro hizo un recuento de la agitada relación bilateral con México, prácticamente desde el principio del gobierno foxista. Su parte troncal fue la transcripción del diálogo con Fox, siguió con la desembocadura de la cumbre de Monterrey y concluyó con las reiteradas declaraciones del Presidente y del canciller de México en los que ambos negaban expresamente la acusación cubana.

Si Cuba exhibiera las pruebas, anotó Granma, produciría deshonor o desestabilización a México. Castro explicó hoy: "La palabra desestabilización se empleó porque el aventurero canciller mexicano arrastró en su perfidia nada menos que al Presidente de México. No podían usarse nuestras pruebas sin implicarlo. Tal vez esto los condujo al error de creer que nos resignaríamos al golpe sin que se destapara la caja de Pandora".

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