Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 15 de abril de 2002
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Cultura

Hermann Bellinghausen

El impostor

Tayde retiró un mechón de pelo prófugo de su cola de caballo cayéndole en el rostro, clavada y desdpeinada en el ajetreo de trasplantar los setos en el jardín de su casa, y me lo presentó con palabras convencionales:

-El es Gildardo. Es mi amigo. Es el jardinero.

Estrechamos manos, Gildardo y yo. La suya estaba terrosa, y para dármela tuvo que soltar la pala, que azotó con estruendo en la carretilla de hierro. Luego prosiguió su trabajo. Mientras, yo hablaba con Tayde; nos frecuentábamos en aquel tiempo.

Quizás hubiera olvidado al amigo jardinero de no topármelo, algunas semanas después, en la zona financiera de Paseo de la Reforma, trajeado y pulcro, elegante sin parecer ridículo ni fuera de lugar aunque tampoco, para nada, la clase de amigos que Tayde. El maletín de su laptop en la mano izquierda.

-ƑGildardo? -aventuré (aliviado de acordarme, soy malo para retener nombres) cuando él se detuvo enfrente, saludando.

Sonrisa capillada en bicarbonato de sodio por toda respuesta. Un dejo de loción bajo las solapas.

-Creí que eras. Que trabajabas. Que, jardinero -balbuceé.

-Me dedico a los negocios.

En esos casos qué dice uno: ah qué bien, qué interesante, u otra babosada. Se miró la muñeca, donde aguardaba a sus ojos un esbelto Patek dorado, y se despidió con presteza y absoluto desinterés.

Pasaron varios meses. Un día lo encontré nuevamente. Vestido de mujer. Manejaba una mañana rumbo a Pachuca y me detuve en una fonda-bar de la carretera a ver si vendían tortas. Varias muchachas limpiaban el local. Detrás del mostrador estaba la cocina, de donde brotó Gildardo, la cara pintada, cejas depiladas, un pañuelo en la cabeza y una falda granate que no se le veía mal.

Con su misma voz de hombre de negocios y jardinero se solazó reconociéndome:

-Tortas no tenemos, pero si te sientas, aquí las niñas pueden servirte a la carta.

-No, yo sólo. Una torta para llevar -dije, incómodo. Intrigado. ƑQué clase de comediante era Gildardo? Aquella fea fonda era obvio que de noche tenía otro ambiente. Como dicen: "Antro de día, es porquería". La muchachas en cambio, pues sí, guapetonas, para qué negarlo.

Regresé al carro con las manos y el estómago vacíos, recapitulando: jardinero, amigo de Tayde, yupi de la Cuahutémoc, travesti padroteador en la México-Pachuca.

El siguiente encuentro fue en un vagón de Metro, dirección Universidad. Gildardo encabezaba una brigada estudiantil y nos tiró un rollo a todo el pasaje contra el imperialismo y la política represora del Estado neoliberal (que en mis tiempos se llamaba "burgués"), y mientras repartía volantes y boteaba me reconoció:

-ƑQué pachuca mi ñero?

Entonces sí desconfié. Qué clase de agente era, Ƒo un performer, un farsante, un Zelig? ƑUn situacionista, un creador conceptual que monta consigo mismo una instalación? ƑConstruía vidas, o las representaba? Cada nueva aparición suya carecía de continuidad con las anteriores y cada vez él completamente distinto. De jardinero era un campesino un tanto pálido, de financiero un maniquí un tanto prieto, de mujer un hombre flaco, de activista radical un convincente jilguero. Intuí, perplejo, que era un tipo de cuidado.

Pasaron más meses. Un día, un tumulto en el cruce de Xola. Embotellamiento y mirones. Me acerqué, y sobre los hombros de otros vi a mitad del eje una moto tumbada y el cuerpo yacente de un repartidor de pizzas con una pistola sin funda detenida en el cinturón. De su nariz salía una abundante mancha carmesí, como si sólo por allí hubiese perdido litros de sangre. Era Gildardo. No alcanzó a sacar el arma. A pocos pasos, su abollado casco de motociclista.

Sonó una sirena histérica, llena de focos rojos. Sin miramientos, la ambulancia se abrió paso en el tumulto de curiosos que habían oído los tiros. Dos paramédicos levantaron el cuerpo, todavía caliente; lo ataron a una camilla y lo traparon a la ambulancia en lo que un tercer enfermero recogía la entrega de pizzas todavía calientes, y unos paquetitos blancos. Desaparecieron como de rayo.

En definitiva, un impostor. ƑUn artista que adopta persona y conducta, genera un mundo alrededor, luego lo desmantela, y se va a montar otro? ƑDónde aparecerá para la próxima, en papel de qué? Llamé a Tayde, a quien ya no frecuento, para preguntarle por su amigo el jardinero. Dijo:

-ƑGildardo? Ni lo menciones. Hace siglos que no sé de él. Me dejó plantada con los rosales de la fachada. Estoy hasta la madre de los hombres que desaparecen, Ƒsabes?

No supe si darme por aludido, así que improvisé un par de chistes y la invité a tomarnos de éstos un café un día de éstos. Pero Tayde andaba corta de tiempo, que le hablara luego.

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