Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 4 de abril de 2002
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Espectáculos

Jenaro Villamil

Música contra la intolerancia

"Empaca tu mochila, ponte unos lentes de sol porque el Love Parade 1998 está ahí", con esta frase más de 1.1 millón de personas, en 47 camiones se reunieron en lo que ya se había convertido en una legendaria manifestación musical en Alemania. Apenas 10 años antes, el 1Ɔ de julio de 1989, el primer Love Parade inició con sólo dos carros y 150 personas que se reunieron para escuchar al talentoso DJ de música electrónica, Dr. Motte, en vísperas de la caída del Muro de Berlín.

Desde entonces, el Dr. Motte le imprimió un sello a esta manifestación, que alcanzó su máximo esplendor y llegó a México como parte del Tecnogeist en julio de 2000: la libertad, el amor, la unidad y el respeto serían los cuatro grandes ejes que aglutinarían a los jóvenes de todo el mundo para imprimirle un nuevo espíritu a esta época.

Justamente, ese año fue el primero que el Tecnogeist de la ciudad de México se enlazó con el Love Parade realizado en tres continentes y en ciudades como la británica Leeds o Viena, Tel Aviv, o Kapstdat, en Sudáfrica, y Berlín. En el Zócalo capitalino se juntaron 25 mil personas, la mayoría jóvenes integrantes de la familia rave, y el saldo fue blanco, sin ninguna agresión que lamentar y con un gran respeto a las esculturas de Juan Soriano que se exponían en la plancha de la gran explanada.

La entonces jefa de Gobierno, Rosario Robles, y el director del Instituto de Cultura, Alejandro Aura, a pesar de los insistentes "consejos" de comerciantes de la zona y de otras personas acostumbradas al prejuicio de que a los jóvenes hay que mantenerlos encerrados, gestionaron el permiso para que se realizara el Tecnogeist y se enlazara nuestro país con el Love Parade internacional.

Para 2001, el Tecnogeist de la ciudad de México, organizado por el Instituto Goethe, Arte Alameda y el Festival del Centro Histórico, fue todo un éxito, a pesar de que se trasladó del Zócalo al Monumento a la Revolución. Participaron casi 100 mil jóvenes y los problemas más delicados fueron provocados por riñas con policías y no por la participación de los jóvenes ni por la música electrónica ni por el consumo de drogas.

El desfile de ese año se realizó el fin de semana del 17 de marzo de 2001. Se inició en la columna del Angel de la Independencia y culminó en el Monumento a la Revolución. Fue una fiesta de la diversidad, la tolerancia y una demostración de la riqueza cultural y artísitica de los DJ's. Participaron los DJs alemanes Sven Väth, Hell, Thomas Schuhmacher, Mijk van Dyk, al mismo tiempo que en Berlín se juntaban un millón de ravers y, por primera vez, una delegación mexicana participó encabezada por DJ Klang.

Estos hechos indican que el Tecnogeist y el Love Parade están muy lejos de la idea aldeana e intolerante que ha llevado a ciertas autoridades capitalinas a poner restricciones a la realización este año de esta gran fiesta del arte y del espíritu de una nueva época. La música electrónica ha demostrado que los jóvenes de todo el mundo le han apostado a la diversidad y al respeto de las diferentes expresiones artísiticas. No sólo eso. Se ha descubierto una enorme veta de creatividad que combina las posibilidades del software con el talento musical de cada DJ.

El Tecnogeist es una ola que difícilmente puede ser frenada por la política restrictiva de la Delegación Cuauhtémoc, que parece emular, como subrayó en estas páginas el escritor Carlos Monsiváis, a las viejas épocas del regente de hierro, Uruchurtu.

La actual prohibición se inscribe en una mentalidad más propia de la guerra fría generacional, justamente cuando en Alemania un muro de intolerancia dividía a los jóvenes, a los artistas, a los habitantes de un mundo que lo que siempre han querido es respeto a su libertad de expresión y creación.

Las autoridades parecen olvidar que el Love Parade y el Tecnogeist son de los pocos eventos gratuitos para miles de jóvenes citadinos que forman parte de la cultura del Peace Love Unity Respect (PLUR) y que su demanda es justamente encontrar espacios abiertos para convivir y ser.

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