Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 4 de abril de 2002
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Cultura

Gilda Salinas

Foppa y la crítica constructiva

A las reuniones en la casa de los Solórzano Foppa no sólo acudieron guatemaltecos, también empezaron a asistir algunos mexicanos y de otras latitudes, algunos pintores y escultores, porque eran amigos de éste o admiraban al otro o porque la crítica constructiva de Alaíde era tan eficaz que un visto bueno llevaba sello de garantía. Alguna tarde estuvo Juan de la Cabada y el poeta Carlos Pellicer -del grupo de los Contemporáneos- acompañado por Adelina Zendejas, una de las feministas primigenias que recogieron la lucha iniciada en 1862, que resurgió durante la presidencia del Lázaro Cárdenas y sin embargo se fue diluyendo en grupúsculos que una vez obtenido el derecho al voto y la inclusión en puestos del gobierno (léase: el chivo asegurado), les vino importando un bledo si existían programas pendientes en cuanto al desarrollo de las mujeres trabajadoras. Es obvio que las preocupaciones de la maestra Zendejas en cuanto a agrupación y nuevas directrices hayan hecho eco en la guatemalteca (nacionalidad adoptada con el matrimonio) quien se propuso investigar, empaparse no sólo con la historia y desarrollo del feminismo en México sino en el mundo; éste era, cierto, uno de los temas que la inquietaban desde sus tiempos de universitaria, sólo que para opinar se hacían necesarios los hilos en la mano: Ƒqué se hizo y qué estaba pendiente? Es decir: devorar libros en los supuestos ratos de ocio. Y como era mala para conciliar el sueño concibió, además, un proyecto personal y loco: Miguel Angel Buonarroti en español. Miguel Angel, poeta ignorado porque en las formas era el poder y la fuerza y en su verso hablaba de impotencia, desdicha y esclavitud. Alaíde defensora de injusticias.

Elena Poniatowska:

''Alaíde era aristócrata, dulce, mundana, refinada, maestra, humanista, doctora en letras, traductora, delicada, pequeña, esforzada, políglota, aficionada al té de las cinco y al desayuno en la cama...

''Yo la conocí en una cena de la embajada italiana, llevaba un vestido muy elegante, largo, color salmón, lleno de botoncitos desde el cuello, porque era hasta acá, unos botones chiquitos desde arriba hasta abajo y me acuerdo que pensé, Ƒcuánto tardará para abrocharse todo eso? šY después para desabrochárselo! šQué trabajo!''

Otto Raúl González:

''En Guatemala se celebra el Día de Muertos con una comida que se llama fiambre, lleva verduras y de todas las carnes, de aire, mar y tierra y una vez, en una de estas reuniones de fiambre, Yllescas llegó con su mujer: Norma, Normita, que es hermana de Tito Monterroso y que me había pedido prestados quinientos pesos, pero resulta que hubo recorte en mi trabajo, me quitaron parte de los ingresos y entonces le dije, fíjate que no te voy a poder prestar porque me jodieron en el trabajo y ella se puso a llorar; šay qué voy a hacer!, los necesito para la colegiatura de mi hijo. Alaíde se dio cuenta y le dijo: no te preocupes, yo te voy a prestar, siguió la fiesta y al rato muy discretamente se los dio. Así era, así eran los dos de generosos.''

Franca Bizzoni:

''Yo era funcionaria del Instituto Italiano de Cultura de la Embajada de Italia aquí en México, cuando llegué me la presentaron mis compañeros del instituto, sobre todo el doctor Luciano Raimondi, que era mi compañero, y él me dijo que era una italianista de reconocida fama, que era una persona extraordinaria. Yo creo que es una de las poquísimas personas perfectamente bilingües que he conocido. La vivencia en Italia sí la marcó. Ella se sentía muy ligada a Italia, no sé si italiana, mexicana o guatemalteca, ella ya no sabía ni lo que era. šO argentina! No tenía una nacionalidad definida, digamos, lo que sí se sentía era guatemalteca e italiana y amaba mucho este país.''

México los mecía magnánimo, iba remendando las roturas aunque a veces reventara el hilo pero, durante las vacas gordas, hasta la colitis nerviosa de la señora Solórzano tomaba vacaciones, esos periodos eran un placer, placer por el desorden en su habitación que no le permitía encontrar lo necesario en el momento: libros en la cama, en el tocador, en el piso, hojas con poemas, recibos pendientes de pago, carpetas con traducciones a medias, bolígrafos buenos e inservibles, perfumes de borla y pastillas para el estómago, para el dolor de cabeza, pastillas de menta, contra el resfriado, sal de uvas y medicinas para cualquier contingencia; sobre el sillón la blusa o la falda que la costurera había dejado para prueba; un closet lleno de ropa, muchos pares de zapatos, cajas redondas con sombreros: velito de tul, con pluma, de ala, de terciopelo.

El nombre de la poeta, traductora y crítica de arte empezó a cobrar importancia en el mundo cultural mexicano mientras ella se llenaba de tareas y retos enormes, que apenas le dejaban tiempo para los niños, porque eso sí, ella los llevaba y traía del colegio, nunca le gustó el transporte escolar, tardaba tanto y los niños con sueño, los niños con hambre.

Con autorización de la editorial Raya en el Agua ofrecemos a nuestros lectores un fragmento de Alaíde Foppa. El eco de tu nombre

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