Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 4 de abril de 2002
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Política

Adolfo Sánchez Rebolledo

El PRD, Ƒhasta cuándo?

Como un viejo balón de futbol, las presiones internas están rompiendo las costuras del PRD. Un largo, complicado y accidentado proceso electoral deja a su paso una estela de inconformidades y protestas que a querer o no dañan la imagen de ese partido y la credibilidad de sus procedimientos.

No se repitió la situación lamentable de 1999, es verdad, pero algunos grupos piden incluso la anulación total o parcial de los comicios y acuden al IFE para que éste dirima cuestiones que en rigor corresponden a sus propios órganos de legalidad.

Aunque las cifras no dejan dudas acerca de quién se impuso en las urnas, otra vez el PRD aparece como una comunidad desconfiada, irritable y fraccionada. Nadie se explica, por ejemplo, que a estas alturas no se haya producido el cambio en la presidencia del partido y que siga vacante la secretaría general: las excusas estatutarias ayudan muy poco, lo mismo que la inefable lentitud del Servicio Electoral para "limpiar" la elección ofreciendo resultados definitivos.

Es obvio que si el PRD quiere mantenerse como una fuerza nacional unida está obligado a iniciar una profunda introspección para saber qué es y dónde está, tratando de valorar con espíritu crítico su vida interna, las normas no escritas que lo rigen y buscando en sus hábitos las razones de esta situación. En una palabra, el PRD tendría que repensar a fondo el significado de su propia democracia partidista.

Por razones que se esgrimen como de principios, se empeña en usar métodos para los cuales no está debidamente preparado, pues es muy difícil llevar a cabo elecciones primarias exitosas de absolutamente todos los cargos partidarios si no se cuenta con un padrón confiable, un aparato electoral aceitado, una organización real y actuante y, sobre todo, una cultura de legalidad y tolerancia arraigada por encima de lealtades personales o clientelismos oportunistas. Por desgracia, estas condiciones flaquean en el PRD, de manera que las ilusiones irremediablemente se van al pozo. Es un escándalo político que el partido que nació luchando contra el fraude sea incapaz de hacer una elección libre de sospecha, sostenida en la simple confianza de y entre sus militantes. De alguna manera la democracia partidista aparece como "contaminada" por los mismos vicios que había decidido combatir.

El Partido de la Revolución Democrática pierde demasiadas energías en sustituir a sus dirigentes, al punto de que toda la vida interna de la organización gira o está mediada por la disputa del poder burocrático que consume y agota los esfuerzos de la militancia. No hay, en cambio, una reflexión política permanente que le permita diferenciarse cualitativamente de otras formaciones, una práctica política renovadora para superar inercias y desconciertos.

Un ejemplo: la idea de elegir a los máximos dirigentes mediante el voto universal y secreto tuvo sentido político y cierto éxito relativo cuando se trataba de mostrar al país un camino a seguir. Pero aun aquellos comicios "ejemplares" abiertos a la ciudadanía en general, inaugurados por el Partido Socialista Unificado y continuados en el extinto Partido Mexicano Socialista, tampoco eran perfectos, ni mucho menos, pues aparte irregularidades varias, ponían en manos de los electores lo que únicamente puede ser decisión autónoma de los militantes del partido.

En cierta forma, se rendía tributo al infantilismo democrático, que consiste en creer que todo puede resolverse aplicando el principio de mayoría. El extremo son las supuestas consultas universales a las que sólo acuden los amigos de siempre. Se olvida que la democracia, sobre todo tratándose de una formación política, es mucho más que un método exclusivo de votación, pues los verdaderos partidos tienen que atender y resolver cuestiones diversas y complejas que exigen tensar las capacidades disponibles, por encima de la popularidad de los caudillos potenciales.

Un partido democrático moderno tiene necesidad de garantizar la representatividad de sus mandos, abriendo las puertas y asegurando la permanencia de una variedad de posiciones y planteamientos que el simple expediente del voto universal no siempre puede resolver. A fin de cuentas causan más daño a la democracia interna unas elecciones cuestionadas que los procedimientos indirectos mediante los cuales muchos partidos del mundo eligen direcciones plenamente legítimas.

Es increíble que un partido de izquierda sacrifique inteligencias y experiencias a un solo método de elección, sin detenerse a pensar si las mayorías resultantes se forman con métodos equitativos y racionales o si son la expresión más silvestre y elemental del clientelismo y la voracidad oportunista.

No se necesita ser parte del PRD para ver que éste tiene una enorme responsabilidad con sus electores, quienes le exigen, ciertamente, elecciones trasparentes y claridad para no ofuscarse convirtiendo sus propios conflictos en el único asunto de interés general... ƑHasta cuándo seguirá el espectáculo?

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