Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 31 de marzo de 2002
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William Hartung

El regreso de los guerreros

La política nuclear de Bush: ¿Haciendo del mundo un lugar seguro para las armas nucleares? La nueva doctrina nuclear de George W. Bush representa un distanciamiento abrupto de las políticas de administraciones previas, tanto demócratas como republicanas. Lejos de ser un "nuevo pensamiento", como algunos analistas la califican, la política nuclear que propone Bush representa el triunfo de un reducido círculo de teóricos conservadores que por largo tiempo ha presionado para que las armas nucleares se erijan en garantes de la superioridad militar estadunidense y en herramienta para ejercer influencia política y estratégica. Si bien el presidente Bush se ha pronunciado en favor de reducir sustancialmente el número de cabezas nucleares desplegadas por su país, su propuesta política expandiría dramáticamente el papel de las armas nucleares en la estrategia estadunidense. Si uno mira más allá de los números y se detiene en la filosofía detrás de esta nueva doctrina, es clara la similitud que comparte con las opiniones que prevalecieron en la era previa a Ronald Reagan acerca del uso de las armas nucleares.

En contraste con Reagan, quien llegó a opinar que la eliminación de las armas nucleares debía ser el objetivo último de la política de Estados Unidos, la administración Bush busca revivir a estas armas mediante el desarrollo de una capacidad bélica flexible, basada en la vigorización del complejo nuclear. A diferencia de su padre, George Herbert Walker Bush, quien removió las armas nucleares tácticas de las unidades de tierra y navales como medio para reducir el riesgo de un enfrentamiento nuclear, la aproximación del hijo prepara el camino para el desarrollo, la experimentación y el despliegue de una nueva generación de armas nucleares de bajo alcance. A diferencia del gobierno de Bill Clinton, que intentó realizar cambios en la política nuclear estadunidense sin por ello abandonar los tratados internacionales para el control de armamentos, Bush y su equipo ya anunciaron su intención de retirarse de uno de los principales acuerdos, el Tratado de Misiles Anti-Balísticos (ABM) de 1972, y sus planes nucleares amenazan con desestabilizar los demás pilares del actual régimen mundial de control de armamentos.

Este reporte busca arrojar luz sobre dos aspectos importantes de los cambios que Bush propone realizar a la política nuclear de su país y que merecen especial atención: 1) el grado en el cual la nueva doctrina surge de un conjunto de supuestos unilaterales extremadamente estrechos, provenientes del gabinete estratégico conservador, como el National Institute for Public Policy (NIPP), sin que se integren los puntos de vista divergentes de otras personas, sean militares retirados, republicanos moderados o expertos científicos, y 2) la influencia que ejercen los intereses de las corporaciones e instituciones que se benefician de las inversiones en el ámbito nuclear y la defensa.

Pero primero necesitamos conocer el contexto de la nueva doctrina.

El experto en defensa William M. Arkin, quien proporcionó el primer análisis público detallado de la postura nuclear del Pentágono en un reporte de Los Angeles Times del 10 de marzo, sintetiza la nueva política de Bush como "una doctrina de planeación integrada y extendida de guerras nucleares, que da al traste con dos decenios en los que se buscó relegar a las nucleares a la categoría de armas de último recurso".

Tres elementos del nuevo plan preocupan particularmente a los críticos:

1. La extensión de la lista de posibles blancos nucleares. El Pentágono busca desarrollar "planes de contingencia" para usar armas nucleares contra un amplio rango de adversarios, posean o no armas nucleares. La nueva lista incluye a China, Irán, Irak, Libia, Corea del Norte, Rusia y Siria.

2. Reducir el umbral nuclear. Las circunstancias bajo las cuales se consideraría el uso de armas nucleares se extienden a situaciones que amenacen la supervivencia de Estados Unidos y que incluyan el uso de armas químicas y biológicas; un ataque a Israel por parte de Irak o alguno de sus miembros; un conflicto militar en Taiwán; que Corea del Norte ataque a Corea del Sur, o simplemente como respuesta a "desarrollos militares sorpresivos".

3. Crear "armas nucleares utilizables". Se pretende desarrollar armas nucleares nuevas, de bajo alcance, que puedan usarse contra "objetivos capaces de soportar ataques no nucleares", como bunkers a profundidad.

Como anota Richard Butler, del Council on Foreign Relations, la idea central de la nueva postura contradice la petición hecha por Estados Unidos en la conferencia sobre el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), en mayo de 2000, de que "exista un compromiso inequívoco con la eliminación total de nuestro arsenal nuclear" a cambio de que los signatarios del TNP mantengan su compromiso de renunciar al desarrollo de armas nucleares. Butler sugiere que la conclusión lógica de dicha petición es remplazar la doctrina de disuasión con la de "la destrucción unilateral asegurada, estilo americano", resultando en una carrera armamentista nuclear.

En el editorial intitulado "Estados Unidos, paria nuclear", The New York Times indica que, debido a que la política del Pentágono reduciría el umbral nuclear y socavaría el TNP, Bush debe "regresarla inmediatamente a sus autores y exigir una nueva versión que no atente contra la seguridad de las generaciones futuras". El editorial agrega que "las armas nucleares no son sólo una parte más del arsenal; son diferentes, y reducir el umbral de su uso es una temeridad absurda".

Pero los funcionarios se defienden de esos duras aseveraciones. En una declaración el Pentágono sugiere que el objetivo de la nueva doctrina es simplemente tener "un conjunto más variado de opciones de disuasión de armas de destrucción masiva". Recientemente, el presidente Bush afirmó que considera que el arsenal nuclear estadunidense es "un factor de disuasión, una manera de decir a quien quiera dañar a Estados Unidos que no le conviene hacerlo. Y el presidente debe contar con todas las alternativas disponibles para darle significado a ese poder disuasivo".

Una manera de evaluar los elementos dispares de la doctrina nuclear de Bush es mirar de cerca sus orígenes. En buena medida, la política de Bush proviene del pensamiento de un pequeño círculo de conservadores, funcionarios de corporaciones y veteranos del establishment nuclear.

II. El regreso de los guerreros: la influencia del comité asesor conservador en la formación de la nueva doctrina nuclear. El fin de la guerra fría planteó un gran desafío a la red de los neoconservadores de línea dura que se habían unido en los años 70 bajo el eslogan de buscar "la paz mediante la fuerza". Luego de ganar algunas batallas bajo el techo del Committee on the Present Danger, que preparó el camino para la elección de Reagan en 1980 promoviendo una versión exagerada de la amenaza soviética y buscando bloquear la ratificación del acuerdo para el control de armamentos, SALT II, esta red empezó a perder influencia a finales de los años 80 e inicios de los 90: los gobiernos de Reagan y Bush concluyeron acuerdos de reducción de armamento con Moscú, y los asuntos económicos internos adquirieron prominencia en la elección de 1992, en la cual el demócrata Clinton venció al republicano George H. W. Bush. El credo unilateral de "paz mediante la fuerza", opuesto al control de armamentos, parecía cada vez más fuera de lugar en el contexto geopolítico emergente. Peor aún desde la perspectiva de los unilateralistas, influyentes líderes militares y políticos empezaron a hablar en favor de eliminar las armas nucleares, algo que los halcones conservadores vieron como la cesión de la principal carta militar estadunidense en un mundo todavía peligroso.

La nueva doctrina nuclear del Pentágono se apega a las recomendaciones específicas contenidas en el reporte de enero de 2001 del NIPP. El presidente y director-investigador del NIPP es Keith Payne, que en el pasado trabajó en el Instituto Hudson y por mucho tiempo defendió estrategias bélicas nucleares. Payne fungió como director de proyecto en el reporte sobre estrategia nuclear del NIPP y probablemente es mejor conocido por la coautoría, junto con Colin Gray, de un artículo de la revista Foreign Policy en 1980 intitulado "La victoria es posible", en el cual argumentan que el ejército estadunidense debería desarrollar planes concretos para pelear y ganar una guerra nuclear. Colin Gray, por su parte, es miembro del comité de asesores del NIPP y participó en un grupo de estudio de 27 personas que produjo el citado reporte.

El grupo de estudio del NIPP también incluyó a Stephen Cambone, quien ahora funge como asistente especial del secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld; Stephen Hadley, consejero adjunto de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, y Robert Joseph, involucrado en temas de contra-proliferación en el Consejo de Seguridad Nacional. Los tres contribuyeron en la revisión de la doctrina nuclear del gobierno. En octubre de 2001, Keith Payne fue electo presidente del Panel sobre Conceptos de Disuasión (en el Pentágono), el cual ayudará a Bush a decidir cómo implementar los lineamientos de la nueva doctrina.

Los puntos de vista de Payne acerca de la estrategia nuclear son importantes por varias razones. No sólo el estudio de Payne de 2001 sirvió de contexto para la revisión que el gobierno propuso, sino que los supuestos básicos de la postura de Bush en relación con las armas nucleares y del reporte del NIPP de enero de 2001 se encuentran en el ensayo de Payne y Gray de 1980. Una lectura detallada de los tres documentos sugiere que la doctrina nuclear de Bush ha sido ampliamente moldeada por las posiciones unilaterales de los conservadores de la guerra fría antes de Reagan. Los enemigos señalados han cambiado para reflejar el giro de la relación con Rusia después de la desintegración de la Unión Soviética, pero la subyacente fe en la utilidad de las armas nucleares permanece.

Por ejemplo, un tema recurrente en el ensayo de Payne y Gray, el reporte del NIPP y la doctrina nuclear de Bush, es la noción de que para tener un poder disuasivo "creíble", Estados Unidos debe planear con detalle el uso de armas nucleares en un rango amplio de escenarios de conflicto. Como Payne y Gray afirman en su ensayo: "Occidente debe diseñar maneras de emplear sus fuerzas nucleares estratégicas como elemento de coerción, y al mismo tiempo minimizar el potencial de paralización que la autodisuasión conlleva. Si el poder nuclear sostiene los objetivos de la política de Estados Unidos, éste debe ser capaz de pelear una guerra nuclear de manera racional". Como ejemplo de su aproximación "racional", Payne y Gray sugieren que "una ofensiva estratégica inteligente, vinculada a la defensa del territorio nacional, debe reducir el número de bajas estadunidenses en aproximadamente 20 millones" en caso de un conflicto nuclear con la Unión Soviética.

El reporte del NIPP también alude a la necesidad de contemplar varias contingencias en las que se considere el uso o la amenaza del uso del arma nuclear. La lista de "posibles presentes y futuros papeles bélicos y de disuasión de las armas nucleares" incluye: 1) "disuadir el uso de armas de destrucción masiva (ADM) por poderes regionales"; 2) "disuadir la agresión convencional o con ADM por parte de un competidor mundial emergente"; 3) "prevenir pérdidas catastróficas en una guerra convencional"; 4) "proporcionar capacidades únicas de ataque contra blancos (infraestructuras de armas biológicas)", y 5) "fortalecer la influencia estadunidense en la evolución de crisis".

El reporte del NIPP ofrece ejemplos específicos de maneras por las que las armas nucleares pueden y deben utilizarse en conflictos futuros. Uno de ellos considera posibles ataques contra los lanzamisiles Scud iraquíes.

La postura nuclear revisada del gobierno de Bush acepta la noción del reporte del NIPP según la cual es necesario dotar a las armas nucleares de nuevos papeles, y que la disuasión es sólo uno de los tantos propósitos de ese arsenal. "Las armas nucleares son fundamentales en la defensa de Estados Unidos, sus aliados y amigos. Ofrecen opciones militares creíbles únicas para enfrentar una diversidad de amenazas, incluyendo las ADM y el uso de la fuerza militar convencional a gran escala". El énfasis en los rasgos "críticos y únicos" del armamento nuclear representa un giro respecto a la posición nuclear del Pentágono en años anteriores, por la que buscaba darse a las armas nucleares un lugar menos prominente en el esquema de la seguridad.

Un segundo gran tema presente en los tres documentos mencionados puede resumirse crudamente en el lema "la paz mediante la fuerza, no mediante el papel", que se basa en la negación total del valor de los acuerdos y las negociaciones internacionales en materia de control de armamentos, así como en la confianza total en la habilidad de realizar composiciones técnicas y militares (desde centrales nucleares estropeadas hasta misiles de defensa) para reducir la vulnerabilidad ante un ataque con armas de destrucción masiva.

La Unión Soviética dejó de ser el principal móvil detrás de la oposición a las políticas para el control de armamentos. Ahora, el argumento es la incertidumbre estratégica. Como señala el reporte del NIPP: "Estados Unidos requiere adaptarse al ambiente de la posguerra fría". "Adaptación" se define como "la capacidad de aumentar y reducir la capacidad ofensiva y defensiva de Estados Unidos y la capacidad de diseñar y crear nuevas armas nucleares". Esta libertad para multiplicar el número de armamento nuclear evidentemente contradice la noción de respetar y acatar los acuerdos internacionales en la materia. La idea de que ante un mundo incierto es necesario unir esfuerzos para reducir los arsenales de armas de destrucción masiva y los materiales para su creación no se consideran ni remotamente en el NIPP ni en la política gubernamental.

La antipatía del reporte del NIPP hacia el control de armamentos encuentra eco en el concepto de la "nueva tríada" de Bush. Durante la guerra fría, la tríada nuclear se refería a la infraestructura de tierra, mar y aire pensada para mantener la invulnerabilidad de la fuerza militar estadunidense frente a ataques sorpresa. La "nueva tríada" ahora abarca: 1) sistemas de ataque ofensivo (nucleares y no nucleares); 2) defensa (activa y pasiva), y 3) una renovada infraestructura de defensa que amplíe las capacidades de responder ante nuevas amenazas. Esta tríada se basa en la idea de desarrollar un arsenal nuclear más "flexible", contenida en el reporte del NIPP.

Los sistemas de defensa en la tríada del Pentágono han sido una de las banderas del Center for Security Policy (CSP), otro nicho conservador que mantiene relaciones estrechas con la administración Bush. Si bien el CSP comenta sobre diversos aspectos de la seguridad, su tema central desde que Frank Gaffney, funcionario del Pentágono, lo fundó en 1988, ha sido promover un robusto sistema de defensa de múltiples niveles. Desde su creación, los fondos del CSP han sido principalmente de donadores conservadores, como la familia Coors, Richard Melon Scaife y la familia Krebel, así como de corporaciones (casi 2.5 millones de dólares en el recuento más reciente), como Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, TRW, y otros contratistas mayores que salen ganando con las posiciones del CSP. Su círculo de asesores incluye nombres que siempre han abogado por la defensa de misiles, entre ellos Edward Teller y George Keyworth (asesor de Reagan en materia científica), y ejecutivos de firmas como Lokheed Martin y Northrop Grumman. Cercanos a los asesores están miembros del Congreso, como el republicano Curt Weldon, el senador Jon Kyl y el republicano Christopher Cox. Uno de los principales funcionarios que apoyan al CSP es el secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld.

Con la elección de George W. Bush, el CSP pasó de ser un grupo marginal buscando influir las políticas públicas, a ser un amigo del gobierno. En su sitio electrónico, el CSP se enorgullece en señalar que no menos de 22 miembros de su "Consejo de Asesores de Seguridad Nacional" ocupan puestos en la administración actual, incluyendo a Douglas Feith, J. D. Crouch, Robert Joseph, Evan Galbraith, Richard Perle, James Roche, William Schneider y Dov Zakheim, entre otros.

La influencia que el CSP ejerce en el gobierno de Bush representa la victoria de la facción opositora al control de armamentos dentro del Partido Republicano. Gaffney mismo abandonó el gobierno de Reagan cuando éste firmó acuerdos para la reducción de armamentos, como el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START). Uno de los miembros del comité asesor, Jon Kyl, luchó en contra de la ratificación del Tratado General de Prohibición de Ensayos Nucleares en el Senado; por mucho tiempo defendió la teoría según la cual la desaparición de la Unión Soviética en 1991 invalidaba el Tratado ABM de 1972 (negociado por el presidente Republicano, Richard Nixon). En un panel de discusión el año pasado, Evan Galbraith, ante preguntas acerca de si un sistema de defensa contra misiles desencadenaría una carrera armamentista, respondió: "No es tan mala idea. Ganamos la primera carrera, ¿no?" El hecho de que esta estrecha red ideológica ahora desempeñe un papel de primer orden en la edificación de la política nuclear estadunidense es motivo de preocupación; no queda claro cuál es la intención: ¿se trata sólo de "flexibilidad" o de dar rienda suelta al deseo de alcanzar la superioridad nuclear a expensas del sistema internacional?

III. Balance final: ¿quién se beneficia con la política nuclear de Bush? No obstante la petición de Bush de reducir el número de armas nucleares operacionales de Estados Unidos de 7 mil 500 cabezas actuales a entre mil 700 y 2 mil 200 en los próximos 10 años, su doctrina nuclear es una excelente noticia para las compañías relacionadas con la producción de armas e infraestructura nuclear. Es aún mejor noticia para las compañías involucradas en la investigación de sistemas de defensa de misiles.

Esta aparente contradicción se basa en el compromiso del Pentágono de desarrollar su "nueva tríada", mencionada anteriormente. En el esquema de la nueva postura nuclear, se invertirá más en las siguientes áreas de sistemas de ataque ofensivo: 1) convertir cuatro submarinos lanzamisiles balísticos Trident en submarinos de misiles guiados, a los que se podría eventualmente dotar de una "nueva arma de ataque"; 2)"aumentar el número de blancos que pueden atacarse en una única misión", para lo cual el Pentágono desarrollaría un "sistema de distribución de información multifuncional", y 3) fortalecer varios sistemas de comunicación e inteligencia para mejorar las capacidades de golpear blancos móviles y "blancos adversarios que se encuentran bajo profundidad".

El segundo elemento de la tríada, defensa estratégica, será indudablemente el más costoso de los tres. La nueva doctrina contiene los lineamientos de una "defensa de misiles para situaciones de emergencia", que estaría lista entre 2003 y 2008. La fase uno de este plan de emergencia incluiría "un Airbone Láser, que intercepta misiles balísticos de todo tipo"; "un sistema de tierra con interceptores y un radar Cobra Dane en Alaska", y "un sistema marítimo Aegis que proporciona capacidad de ataque contra amenazas de medio alcance". Se trata de que entre 2006 y 2008 se expanda el sistema de emergencia para incluir dos o tres aviones Airbone Láser, más puestos de tierra adicionales, cuatro navíos de medio curso y sistemas terminales, como el PAC-3. La nueva doctrina también sugiere al Pentágono avanzar en la elaboración de una red de satélites SBIRS-Low "para fortalecer el sistema de defensa", a pesar de que el sistema está plagado de problemas de presupuesto y deficiencias en su funcionamiento.

Dado que ya se programaron 8.6 mil millones de dólares en el presupuesto de 2003 para la investigación y el desarrollo del sistema de defensa, la consecución de un sistema de defensa especial para situaciones de emergencia podría fácilmente engrosar el presupuesto del Pentágono en otros 10 mil millones o más en los próximos cinco años. Y si los despliegues iniciales sirven como trampolín para desarrollar sistemas más ambiciosos, los costos se dispararían escandalosamente. Un reciente reporte de la oficina del Congreso estadunidense encargada del presupuesto calcula que el costo total de sistemas de defensa de aire, tierra y mar alcanzaría los 238 mil millones en las próximas dos décadas. El reporte señala que el costo total de un sistema integrado sería menor que la suma de construir cada una de las partes, debido a sinergias y a la compatibilidad de equipo y capacidades que existe entre los elementos de tierra y navales del sistema.

El segundo componente más costoso de la nueva tríada será la modernización del complejo de producción de armas nucleares, que registra un crecimiento descontrolado. La Agencia de Seguridad Nacional Nuclear (NNSA), que se encarga de la administración del complejo nuclear nacional, está gastando casi 5.8 mil millones de dólares anuales en "actividades de energía atómica para la defensa", que incluyen trabajar con armas nucleares, reactores nucleares navales y con otras aplicaciones militares de la tecnología nuclear. Se necesitará gastar miles de millones más para desarrollar nuevas instalaciones en las que se produzca plutonio, con el propósito de preparar el sitio en Nevada para posibles ensayos nucleares subterráneos y para actualizar y modernizar el complejo de producción nuclear.

Las mismas firmas que se beneficiarán de la nueva política nuclear tienen nexos con el grupo de conservadores que contribuyeron a su desarrollo, así como con el gobierno de Bush, que será el encargado de aplicar la política. Tomemos el caso de Lockheed Martin. Charles Kupperman, uno de los vicepresidentes del área de Sistemas Estratégicos y Espaciales en Lockheed Martin, forma parte del comité de directores del NIPP y del comité de asesores del CSP. Lockheed Martin recibe mil millones de dólares anuales para operar los laboratorios Sandía en Albuquerque, Nuevo México. Sandía ha estado trabajando en ensayos pensados para desarrollar armas nucleares capaces de alcanzar y destruir bunkers, siguiendo las recomendaciones del reporte del NIPP y de la nueva doctrina nuclear. Lockheed Martin también es uno de los cuatro grandes contratistas dentro del esquema del sistema de defensa, al lado de Raytheon, Boeing y TRW. La compañía firmó un contrato de largo plazo de 4 mil millones de dólares para la elaboración de un sistema de defensa aérea pensado para escenarios en grandes altitudes, y recientemente se le señaló, junto con Boeing, como uno de los "integradores del sistema" que ayudará a la Agencia de Defensa de Misiles del Pentágono en su tarea de diseñar el sistema de defensa de múltiples niveles. Anteriores ejecutivos de Lockheed Martin ocupan puestos en el gobierno federal, encargados de los temas de defensa y armas nucleares.

Los vínculos de Lockheed Martin con los teóricos de la guerra nuclear y los elementos del gobierno Bush que pondrán en práctica la nueva estrategia son particularmente estrechos, pero están lejos de ser la excepción a la regla. La fusión entre la ideología conservadora y los intereses de las corporaciones que han contribuido a lanzar la nueva política militar de Bush ameritan mayor escrutinio por parte del Congreso, los medios y el público.
 
 

Reporte especial del World Policy Institute

Traducción: Marta Tawil

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