Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 26 de marzo de 2002
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Política

Alberto Aziz Nassif

ƑUna cumbre más?

naciones Unidas (ONU) ha intensificado su labor de hacer conferencias internacionales en los últimos años; en la más reciente, la Conferencia sobre la Financiación para el Desarrollo, México fue el país anfitrión. Este activismo diplomático internacional ha generado cientos de documentos y reuniones, buenas intenciones, pero pocos compromisos sustantivos que modifiquen los temas tratados. Ahora el tema fue el combate a la pobreza, se generó un documento, el Consenso de Monterrey, y con sus particularidades se volvió a ver una historia más o menos semejante a la que han tenido este tipo de reuniones internacionales (Seattle, Davos, Génova, Barcelona) en los últimos años.

La película de las cumbres tiene un guión que se repite: se hacen dos monólogos, por una parte la reunión oficial en la que participan gobernantes, funcionarios, banqueros, empresarios; llegan a acuerdos, hacen compromisos, y por otra, en las calles, los grupos sociales, movimientos y organizaciones de la sociedad civil protestan de forma pacífica o violenta. Los participantes de ambos monólogos construyen su identidad y se expresa en las dicotomías de una clasificación polarizada de categorías de países, hoy igual que ayer: primer mundo, tercer mundo, el eje de desarrollo-subdesarrollo, también como países industrializados y países en desarrollo; ahora simplemente se habla de países ricos y pobres. Los contenidos de los monólogos rondan el fenómeno múltiple de nuestra época: la globalización, con sus vertientes de comercio internacional y mercados globales. Para quienes están de acuerdo con la situación actual, el motor es el comercio internacional y la vía el mercado; para los que están en desacuerdo se trata de regular y hacer gobernable la globalización.

Los datos duros están a la vista: vivimos un mundo cada vez más concentrado, con pobreza creciente, mayor incertidumbre y plagado de riesgos, desde el terrorismo, la destrucción del medio ambiente, hasta el crecimiento de la brecha entre países y dentro de las mismas naciones.

En Monterrey tuvimos prácticamente todo el guión, pero por el contenido mismo y las experiencias previas se intentó hacer un diálogo entre organizaciones sociales y banqueros; fueron los primeros pasos, nadie quedó satisfecho y, sobre todo, no hubo compromisos sustantivos.

El Consenso de Monterrey, plasmado en un largo texto de 73 párrafos, tiene como objetivo central aumentar los recursos que los países ricos dan para el desarrollo de los países pobres. Estos recursos, que se denominan asistencia oficial para el desarrollo (AOD), se quieren incrementar a 0.7 por ciento del producto interno bruto (PIB). Estados Unidos no aceptó el monto, y el presidente Bush señaló que está dispuesto a incrementar la ayuda de 10 a 15 mil millones de dólares, en tanto la Unión Europea decidió elevarla a 0.39 por ciento del PIB en 2006 (La Jornada, 21/03/02).

Una de las notas características de esta cumbre fue la presencia y postura de Fidel Castro, la voz más fuerte en contra del Consenso de Monterrey, quien la calificó de "limosna humillante, condicionada e injerencista"; después anunció su retiro de la cumbre debido a "una situación especial" (La Jornada, 22/03/02), que se ha interpretado como un desequilibrio de la diplomacia mexicana a favor de Estados Unidos y en contra de Cuba. De cualquier forma, como en muchas ocasiones, Fidel se llevó la nota del día.

Se puede discutir si los montos son limosnas, pero lo cierto es que son fondos insuficientes para el tamaño de la pobreza que afecta a miles de millones de personas. Además, es interesante observar que ahora las condiciones para que fluya el financiamiento del desarrollo a los países pobres tienen que ver directamente con la condición de que cuenten con un buen gobierno, es decir, con eficacia, eficiencia y transparencia. La ONU ha anunciado que próximamente desarrollará una conferencia sobre el problema de la corrupción. Se trata, sin duda, de una temática cada vez más importante: la creación de instituciones democráticas.

Sin embargo, no hay que perder de vista, como señala José Antonio Alonso, de la Universidad Complutense: el consenso de Monterrey no aclara nada sobre cómo se modificará el sistema internacional, sólo se piden reformas internas a los países; no se habla de la volatilidad financiera, de los paraísos fiscales; tampoco se dice cómo enfrentar la contradicción del proteccionismo de los países ricos o qué hacer con las deudas externas, impagables y sangrías permanentes (El País, 22/03/02).

Finalmente, dados los resultados de esta cumbre, se puede concluir que será otra más, y que aún falta mucho camino para que el consenso de Monterrey sea un nuevo marco de reglas y compromisos que inicie un cambio en la polarizada y excluyente globalización que hoy amenaza al mundo.

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