Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 22 de marzo de 2002
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Cultura
Presentaron Devoradores de ciudades

La nostalgia, rasgo esencial del libro de Andrés Ordóñez

La diplomacia, avasallada por trasnacionales: Montemayor

CESAR GÜEMES

gilly_montemayor_li02Hubo una vez un país con una de las diplomacias más afinadas de su entorno. Un país ya lejano en el tiempo pero que en el espacio se denomina exactamente igual que hoy: Estados Unidos Mexicanos. A ese sitio, hoy casi imaginario, lo representaron en el extranjero personajes como Alfonso Reyes, Octavio Paz, Federico Gamboa e Isidro Fabela, a quienes Andrés Ordóñez, también diplomático, reúne para su examen en el libro Devoradores de ciudades, cuatro intelectuales de la diplomacia mexicana (Cal y Arena).

La presentación de la obra de Ordóñez, quien se ha desempeñado en Brasil, Israel, Grecia y recientemente en Cuba, fue en tono de añoranza por la diplomacia nacional de hace algunos años. El texto de Adolfo Gilly, uno de los comentaristas, se tituló La literatura, la diplomacia y la nostalgia. Señaló Gilly: ''De la nostalgia del intelectual diplomático habla, creo yo, el libro de Andrés Ordóñez, y de muchas otras cosas que no mencionaré. Por eso entiendo que su clave está en su título o su título está en clave. Alfonso Reyes llamó a ese intelectual 'devorador de ciudades', y así quiso titular su libro Andrés. 'El trabajo cotidiano del diplomático ?nos dice Andrés? es dar sentido a una situación analizada con minucia. Pero esa tarea debe hacerla en una situación de vida marcada por la omnipresencia de su vida ausente. Esto es, lo que ha dejado en su país de origen y que sigue evolucionando, siendo objeto de su actuación y elaboración. Esta tensión permanente entre lo que vive de facto, lo internacional, y lo que vive de manera virtual, lo nacional, afecta su cotidianidad objetiva y subjetiva.' En esa dimensión contradictoria es donde vive la nostalgia del diplomático, sobre todo si éste es intelectual".

Vasallaje impuesto por trasnacionales

Carlos Montemayor abordó también el tema de la nostalgia y de ahí fue derivando hacia asuntos de actualidad política. ''El libro ?dijo en un principio? en general me parece nostálgico, porque en este momento la mayor parte de las tareas diplomáticas del país o las tareas que interesan al país no se desarrollan necesariamente a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, sino mediante la Secretaría de Economía, porque el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial no tienen nada que ver con Relaciones Exteriores ni con una formación política o cultural de los estados".

Esas acciones, aclaró Montemayor, ''tienen que ver con un vasallaje total de todo lo que antes considerábamos parte integrante del Estado soberano, al servicio de la expansión del poder de las grandes corporaciones trasnacionales". El tinte de su participación se tornó más crítico aún al afirmar que ''en este sentido, tenemos un gran ejemplo en la cumbre mundial para el desarrollo que se lleva a cabo en Monterrey: desde hace por lo menos 30 años la ONU no constituye ni un ápice del eje de decisión de políticas económicas; por tanto, la reunión no puede arrojar ningún fruto concreto, útil o eficaz para modificar las relaciones de política económica entre las grandes corporaciones trasnacionales y los países en desarrollo. El documento Consenso de Monterrey no puede verse como la aportación de los nuevos intelectuales de la diplomacia puestos en juego, sino que nos enfrentamos a una simple formulación nueva de lo que el país hegemónico y las grandes instancias económicas quieren que los demás entendamos como apoyo para la pobreza". La conclusión de Montemayor complementó la idea de Reyes a la luz de la diplomacia contemporánea: ''Los actuales devoradores de ciudades no son ya los diplomáticos, sino los dueños del dinero y de las compañías trasnacionales".

Mesurado como corresponde a quien se ha desempeñado largos años en el servicio exterior, Andrés Ordóñez se limitó a agradecer la asistencia del público, pero aclaró: ''Mi deseo como autor es contribuir a una revisión de nuestra tradición, de lo que nos ha antecedido, en un momento en el que parece que todo nace de la nada; creo firmemente que la coyuntura por la que atraviesa el país exige una revisión de nuestros mitos, en el sentido más excelso del término, para poderlos adecuar y asimilar a la coyuntura que los franceses llaman mundialización, los anglosajones denominan globalización, pero que en cualquier caso nos supone un reto conceptual de grandes proporciones".

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