Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 2 de marzo de 2002
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Economía

Silvia Ribeiro

La contaminación es buena para usted

La contaminación de variedades campesinas con maíz transgénico en Tehuacán, Puebla, y Oaxaca fue nuevamente comprobada por el Instituto Nacional de Ecología (INE) de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en un informe que hizo público en el seminario En defensa del maíz, el 23-24 de enero en México Distrito Federal, convocado por organizaciones campesinas, indígenas, ambientalistas y sociales. Allí informó que según los resultados hasta ese momento, habría zonas con hasta 35 por ciento de presencia de fragmentos de transgenes en maíces criollos.

Este es el segundo informe de INE, que confirma el anterior emitido en setiembre de 2001, y coincide con los resultados reportados en la revista Nature en noviembre pasado por Ignacio Chapela y David Quist, de la Universidad de California en Berkeley.

Ante estos datos, un puñado de científicos en países del Norte cercanos a la industria, han dedicado cuantiosas horas y esfuerzos a decir consecutivamente que la contaminación no existía porque el método de análisis de Chapela y Quist tuvo errores, mientras ignoraban convenientemente los informes del gobierno mexicano por medio del INE que confirmaron dichos datos. Al ir comprobando que los nuevos informes y pruebas corroboran los anteriores, y que lo más seguro es que lo van a seguir haciendo, siguen intentando llevar el debate hacia metodologías de detección y méritos científicos, pero avizoran el hecho de que la contaminación es inocultable.

Curioso viraje, ahora dicen que si existe, la contaminación es buena para nosotros. O sea, antes era cuestión de demostrar que no existía, pero ahora es buena. Es tan buena que ni siquiera es contaminación, más bien debería verse como una contribución a la diversidad del maíz y una contribución tecnológica a los campesinos mexicanos. Queda por explicar de qué forma la introducción de genes de virus y bacterias, o en el futuro genes de cualquier otra especie animal o vegetal, incluyendo maíz para producir espermicidas humanos, podría ser una "contribución". En ningún caso mencionan que dichos genes están patentados y que podrían utilizarse para futuras demandas de regalías por parte de las empresas propietarias de las patentes -las mismas que financian muchos de los científicos que dicen que será una contribución.

Algunas instituciones científicas internacionales, como el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT), asumen una actitud más matizada. Reconocen que hay muchas incertidumbres y que no hay acuerdo en cuanto a las posibles consecuencias, pero insisten en que se trata de un problema científico, de metodologías y que lo que se necesitan son más estudios para ver qué efectos tendría el flujo genético de maíz transgénico sobre los maíces criollos.

Lamentablemente, los puntos fundamentales de discusión de interés de toda la sociedad, y no sólo para las cúpulas empresariales y acádemicas, quedan ocultos tras esas posiciones.

En un mundo donde una sola empresa -Monsanto- vende más de 90 por ciento de las semillas transgénicas cultivadas comercialmente y cuatro multinacionales más se reparten el resto, donde 6 multinacionales tienen el 74 por ciento de las patentes agrobiotecnológicas, y son las mismas que tienen la mayoría de los mercados de agroquímicos y farmacéuticos, el debate de la soberanía de los países y la dependencia de los agricultores es imprescindible.

Igualmente, el reconocimiento de que hay controversias sobre los posibles impactos de los transgénicos en la salud, el medio ambiente y la biodiversidad, está bien para las publicaciones, pero mientras haya controversia, es necesario aplicar un claro principio de precaución: ante la duda, abstenerse. Las posiciones actuales son las contrarias: ante la duda de riesgo, mejor tomarlo.

Si bien esto afecta a toda la sociedad, al ambiente y la biodiversidad, quienes más claramente quedan otra vez marginados y no son tomados en cuenta, son los creadores y custodios del maíz y de su diversidad genética: las comunidades indígenas y campesinas. Definitivamente, para ellos esto no es un problema científico, sino de supervivencia de su cultura y las bases mismas de su sustento.

Aldo González, zapoteco, de la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca, expresó en el seminario En defensa del maíz: "Para nosotros las semillas nativas son un elemento central de nuestra cultura. Podrán haber desaparecido las pirámides, las podrán haber destruido, pero un puño de semilla de maíz es la herencia que nosotros podemos dejarle a nuestros hijos y a nuestros nietos, y hoy nos están negando esa posibilidad. Estamos hablando de más de 10 mil años de cultura: nuestras semillas han probado durante 10 mil años que no le hacen daño a nadie. Hoy nos dicen que las semillas transgénicas no hacen daño. ƑQué pruebas tienen al respecto? Cinco años o seis años de práctica de la siembra de maíz transgénico en el mundo no muestran que éstas no vayan a causar daño. Nosotros sí tenemos pruebas: 10 mil años de práctica lo demuestran."

Lo que urge, tal como se planteó en este seminario, es parar las fuentes de contaminación, incluyendo las importaciones de maíz, determinar dónde y en qué grado existe -y no sólo en Oaxaca y Puebla-, llevar al Convenio de Diversidad Biológica y a la FAO la demanda de moratoria de liberaciones de transgénicos en centros de origen y diversidad, y la compensación y reparación de los daños causados por la incontinencia genética de las empresas.

 

La autora es investigadora
del Grupo ETC

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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