Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 25 de febrero de 2002
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Deportes
TOROS

Semivacía, con 2 mil espectadores, la Plaza México operó ayer como lavadero

Agoniza la temporada menos chica con siete gordos matalotes de Xajay

Una oreja para Fernando Ochoa Federico Pizarro y Alberto Ramírez, en la nada

LUMBRERA CHICO

Enormes burbujas, colosales esferas de agua y detergente, incontables pompas de jabón subían ayer al aire sereno de la tarde dominguera desde el inmenso embudo de Insurgentes. Vacía en su totalidad (o con no más de 2 mil personas, que es lo mismo), la Monumental Plaza Muerta (antes México) se convirtió en un gigantesco lavadero de impuestos, deudas empresariales o ganancias ilícitas, durante la celebración de la decimoséptima ?que no, como dijo la ''empresa'', décimoctava? corrida de la temporada menos chica 2001-2002.

 Para armar un cartel tan poco atractivo como el de la elección interna del PRI, el ''promotor'' Rafael Herrerías Olea compró un encierro más de la ganadería neoqueretana de Xajay que lidiaron gratuitamente, o por los gastos (que también es lo mismo), el capitalino Federico Pizarro, el michoacano Fernando Ochoa y el ibérico Alberto Ramírez (otro recomendado de Enrique Ponce), a quien nadie conoce por sus méritos taurinos más allá del perímetro de su casa en Castellón de la Plana.

Y así nos fue. Los toros ?gordos, chaparros, de modesta cornamenta? fueron en general de más a menos, pues salieron derrochando aparente presencia y cosechando algunas palmas, para cambiar de opinión acerca de su predestinada tarea en la plaza cuando recibían la primera vara, a partir de la cual doblaban las manitas, rascaban la arena, embestían calamocheando y terminaban, pues, demostrando su mansedumbre y poca fuerza, antes de someterse al puntillero con menos de media espada en el morrillo.

¿Qué habían hecho Pizarro, Ochoa y Ramírez para hacerse dignos del supuesto honor de actuar en la México? ¿Por qué ellos y otros no? Con Pizarro, que tiempo ha dejó de ser una promesa para convertirse en garantía de aburrimiento, Herrerías parece tener una deuda impagable, pues todavía lo sigue recompensando con ''oportunidades'' en reconocimiento a una tarde de enero de 1998...

En aquel tiempo, Cuauhtémoc Cárdenas acababa de asumir la jefatura de Gobierno del Distrito Federal y Ricardo Pascoe era su delegado en Benito Juárez. Deseoso de estar en contacto con su gente, Cárdenas avisó a Pascoe que iría a la próxima corrida de toros en la México. Este se lo comunicó a Herrerías, quien se encargó de conseguir los mejores boletos en el sector de barreras de sombra. Para más datos, le pidió a Federico Pizarro que le brindara su segundo enemigo. Pero todo era un cuatro.

Llegado el momento, Federico se acercó a Cárdenas, le dedicó algunas palabras elogiosas y, cuando le daba la espalda y le arrojaba la montera, la llamada ''porra libre'' prorrumpió en una sonora rechifla contra el jefe de Gobierno, misma que toda la prensa de derecha, la radio y la tele, magnificaron hasta la saciedad. Desde entonces, aunque su toreo valga menos que nada, Pizarrín torea por lo menos una vez en cada serial. Ayer se presentó por segunda ocasión en el presente.

¿Cuál podría ser el primer balance de esta temporada que agoniza? He aquí la opinión de los meseros de la birriería El Paisa, ubicada a 50 metros de la puerta grande de la México. ''De 17 corridas que van, solamente en seis tardes hemos llenado todas las mesas. En tiempos del doctor (Alfonso) Gaona, esto nunca nos pasaba. Ojalá Herrerías cumpla su amenaza y se vaya, como dijo el miércoles en radio, ante la poca respuesta de la gente'', dijeron, llenos de esperanza.

Para recibir a Despreciado, su segundo de la tarde, Pizarro se hincó en los medios y fue tremendamente arrollado por el bicho. Mauricio Portillo, el líder charro del sindicato de los toreros, saltó a la arena y se lo quitó a cuerpo limpio. En lugar de brindarle su intento de faena a su salvador, Pizarrín, siempre siguiendo órdenes, le aventó la montera a la esposa de Herrerías diciéndole: ''A ti, por todo lo que has vivido'', y la gente lo rechifló hasta cansarse.

Ante Cartucho, el quinto, Ochoa corrió la mano por la derecha enardeciendo a la escasa clientela, y pese a que lo mató de un espadazo deficiente, el juez Ricardo Balderas le otorgó una orejita. Ramírez confirmó su alternativa sin fu ni fa, y volvió al montón de donde nunca debió haber salido.

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