Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 17 de febrero de 2002
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Cultura
El amante de Janis Joplin, novela de Elmer Mendoza

Escritores de norte y sur, en una misma idea: literatura mexicana

CESAR GÜEMES

Seguidor por partes iguales de los Tomateros de Culiacán y de los Yankees de Nueva York, catedrático regular de la Universidad Autónoma de Sinaloa, dramaturgo, cuentista, autor de novela y de ensayo, Elmer Mendoza se perfila como uno de los narradores más sólidos de su generación: los que actualmente anotan al menos una carrera por partido. Su obra, que empezó a ser conocida más acá de su noroeste natal, pasó por Mucho qué reconocer, Trancapalanca, El amor es un perro sin dueño, Cada respiro que tomas, Buenos muchachos y Un asesino solitario antes de llegar a su nueva novela que confirma su trayectoria, El amante de Janis Joplin, publicada por Tusquets y que ya circula en librerías.

A diferencia de Un asesino solitario, El amante... contiene un lenguaje carente casi de localismos, abierto al lector latinoamericano. Y ello se debe, explica Elmer Mendoza, a que "ahora hay un narrador omnisciente, mientras Un asesino... estaba contada en primera persona. Este narrador, que lo sabe casi todo, maneja códigos muy distintos al narrador-personaje. Además, es otra historia de la que me encargo y como autor quiero practicar todo el espectro de hablas que me sea permitido. Quizá un día me dedique a una novela filosófica en la que abunden los términos de esa manera. La razón básica del cambio es la búsqueda de un registro más amplio".

?El tema del narcotráfico aparece como telón de fondo en El amante... ¿Cómo consigues dejarlo en ese segundo plano sin necesidad de calificarlo?

?Eso se debe a que quien cuenta la historia ha crecido en un ámbito donde siempre se ha tocado tanto el tema que termina por acostumbrarse a él. Pero sobre todo a que la literatura carece de autoridad moral para enjuiciar, incluso al narcotráfico, una actividad presente, peligrosa y que ha determinado buena parte de la vida moderna, no sólo de México sino de muy numerosos países.

?Otra de las características que ayudan a situar a la novela en un espacio concreto es la presencia del beisbol. Habla de cómo lo vives, ¿lo practicaste?

?De niño, claro, e incluso en la primera madurez. Pero sobre todo soy un seguidor de los Tomateros de Culiacán, el equipo de mi ciudad. Recuerdo esas noches procelosas, de niño, cuando no me quería dormir porque el partido no terminaba. Lo primero que hacíamos al día siguiente, en la primaria, era preguntarle incluso a los profesores por el resultado final. Y debo decir que no soy hombre de estadio, es decir, acudo una hora o veo sólo dos entradas. Lo que más me gusta del beisbol, finalmente, es el ambiente que generan los aficionados. Y como buen seguidor señalo que siempre será irreconciliable con estos puntos de vista un equipo como el de los Venados de Mazatlán. Hay quienes llevan el pleito deportivo al literario, pero es difícil porque somos pocos los aficionados escritores y todos nos llevamos muy bien.

-La figura de Janis Joplin es, de algún modo, el eje de la obra, aparte de los personajes mexicanos. ¿También eres seguidor de la Joplin?

-De sus primeros seguidores, desde luego. Crecí con su voz y admirando su calidad femenina. Ella nació en un pueblo muy tradicional y cuando era muy pequeña, según sus biógrafos, tenía severos problemas con su futuro. No le interesó la academia. En esa búsqueda dio con las drogas por un lado y con la música que hacían los negros por otro. En aquella época absolutamente discriminatoria para la comunidad negra Janis se metía a los barrios negros con la mayor facilidad. Era provocadora, contestataria a su modo. Además estaba de por medio su bisexualidad, que por cierto no era de clóset, no le importaba que el mundo supiera del asunto. Así que escuchar su música y enterarse de su vida genera un gran respeto. Y como no sabemos muchos datos de su vida, inventamos. De esa parte nebulosa viene la conseja de que ella gustaba de invitar a desconocidos para tener una relación pasajera y al final revelar su identidad, como le ocurre al protagonista de mi novela.

-¿Dirías que hay alguna diferencia entre la actitud de los narradores del norte y los del sur del país, además de la temática?

-Básicamente en la utilización del lenguaje. Los narradores del centro son lingüísticamente correctos, limpios, sobre todo los de la generación de Juan Villoro. En cambio los del norte mezclamos el lenguaje popular, que es utilizado lo mismo en las calles que en las universidades. Y al momento de armar un texto, veo en el norte un ritmo más acelerado, una narrativa más veloz. Así como que somos más proclives a la ironía que muchos de los del centro, con excepción de Jorge Ibargüengoitia. En cuanto a la selección de las historias, en el norte todavía estamos impresionados por los personajes fuera de la ley y en contra del estado de cosas, sin llegar a lo épico. El comportamiento de ese tipo de personajes ya acusan transformaciones en la vida cotidiana, por eso no es extraño que aparezcan en la literatura.

Retirado a medias de ese lugar de oración culiacanense llamado El Quijote, Elmer Mendoza no abandona la veta académica y cierra así la conversación, justo cuando Rodrigo López, de los Tomateros, acaba de volar rumbo a Baltimore para unirse a los Orioles: "Sin embargo, creo que la gente del sur, del norte y del centro participa ahora en una misma idea de lo que quiere decir literatura mexicana. Para mí es muy placentero acudir a encuentros con todos ellos y darnos cuenta de que nuestras diferencias nos unen, nos fortalecen y nos hacen crecer como país".

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