Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 17 de febrero de 2002
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Cultura
REPORTAJE

En Chigmecatitlán la mitad de aprendices de banda son niñas

Ellas también acarician el viento

ANASELLA ACOSTA NIETO ENVIADA

Chigmecatitlan, Pue. Cleofas Flores vive en Chigmecatitlán, en la mixteca baja de Puebla. Cuida chivos y gallinas, teje palma, asiste al segundo semestre de bachillerato y es integrante de la Orquesta Sinfónica Infantil de México.

Hija de dos clarinetistas con formación en bandas de viento, Cleofas aprendió desde pequeña a leer música, pero las posibilidades de tocar eran pocas en un pueblo que, con sus excepciones, seguía considerando como ajena la participación de las mujeres en los grupos musicales.

Hace año y medio recibió la oferta de asistir a la primera escuela de música de banda en su municipio; no tenía que pagar ni comprar el instrumento.

Empezó a tocar el corno francés. Posteriormente fue elegida para participar en la Sinfónica Infantil de México, con la que realizó una gira por el interior de la República. Cuenta que a su regreso la gente la miraba distinto, aunque ella se sentía igual.

Cleofas mira lejos, no se sabe hasta dónde. A sus 16 años tiene claro que se debe superar. Quisiera dirigir una banda de mujeres en Chigmecatitlán y si tuviera dinero estudiaría música en la ciudad de México.

Chigmecatitlán, el perro en el lugar de los mecates

Las bandas de viento y la artesanía de palma constituyen el eje que mueve a la población de Chigmecatitlán, municipio poblano ubicado en la Mixteca Baja.

Orgullo de todo el pueblo, el municipio con menos de 2 mil habitantes cuenta con tres bandas de viento y desde hace año y medio con un centro de capacitación para niños y niñas.

Todos, sin excepción, tejen la palma con la que dan vida a pequeños personajes que emulan al hombre en el acto creativo, o que representan el bien y el mal.

Como la música, las artesanías de palma son orgullo de la población, por lo que desde pequeños sus habitantes aprenden a tejer. Doña Alicia Rangel Espinosa, una de las mujeres que más han impulsado la continuidad de esta tradición, comenta que los hombres dejaron de hacerlo porque se fueron a trabajar a las ciudades y ahora las mujeres y los niños son quienes más tejen.

Doña Alicia cuenta que las mujeres se organizan y llevan a vender sus artesanías a las fiestas de los pueblos. Ahora el ayuntamiento les ha proporcionado un local en la ciudad de Puebla para que ofrezcan su trabajo. Sin embargo, quisieran más apoyo para vender en otros lugares.

Desarrollo de concreto

Chigmecatitlán queda a tres horas del centro de Puebla; una hora de autopista, hora y media de carretera federal y treinta minutos de terracería.

El viento frío que llega desde lo alto de la sierra y el clima árido no permiten el cultivo a gran escala, así que la siembra de maíz y frijol se destina al autoconsumo.

Cientos de cactus adornan la montaña que se debe rodear para llegar hasta el municipio, que con el sacrificio de los hombres que emigran comienza a desarrollarse. La construcción de casas de concreto está en auge, pero sólo hay un teléfono.

La escuela de bachilleres del municipio es otro de los orgullos de Chigmecatitlán, junto con la iglesia y el pequeño museo de artesanías que alberga la parte baja del kiosco en la placita central.

Viento y ritual

Los festejos del pueblo se realizan en torno a la iglesia de la Inmaculada Concepción. Según la versión clerical, la fundación del pueblo tiene lugar cuando la imagen de la Virgen aparece en un árbol que se halla en el centro de la comunidad.

La imagen de la Virgen, estampada en un lienzo, aún se conserva en el templo de Chigmecatitlán y cada 8 de diciembre se le rinde culto. Las bandas le dan serenata, y a manera de competencia se turnan para ofrecer la mejor interpretación a la patrona del pueblo.

Los niños del Centro de Capacitación para Música de Banda (Cecamba) ya han empezado a participar en las festividades religiosas, porque así lo ha pedido la comunidad. Pero de acuerdo con Marco Velázquez, responsable del proyecto por la Secretaría de Cultura, la intención es que la agrupación infantil se mantenga como propiedad de la comunidad, no del ayuntamiento ni de la iglesia.

Como Dios le dio a entender

Como una forma de organización social solidaria, la tradición bandística de este poblado data de 1882, cuando el sacerdote Domingo Ramírez aporta los recursos para la adquisición de instrumentos. Así se funda la banda Sandoval.

Pero la consolidación de la música de banda llega cuando el señor Bernardino Rangel funda la Sociedad Filarmónica Central, hoy Banda Rangel. Posteriormente la agrupación Fuentes afirmaría la tradición que hasta ahora permanece en Chigmecatitlán.

Don Juan, músico de la banda de viento Fuentes y presidente del comité de padres de familia del Cecamba en el municipio, cuenta que aprendió a tocar desde "chiquito", mientras muestra una foto de 1933, cuando los primeros Fuentes vinieron a la ciudad para tocarle a la Virgen de Guadalupe.

Ahora, reconoce, hay bandas mejores porque hay músicos que estudiaron en el Conservatorio. Por eso se le escucha orgulloso de que su hijo esté en el Cecamba y aprenda a tocar en una escoleta, pues él aprendió "así nomás, como Dios le dio a entender".

La niña que toca la tuba

Doña Herminia Lima Sandoval es otra de las mujeres que ha impulsado la existencia del Cecamba, a pesar de la oposición de su marido, que dice pasa mucho tiempo fuera de la casa. Recién se instaló el centro en el pueblo, Herminia corrió a invitar a las niñas a participar en él; muchas no querían. ¿Cómo?, si eran mujeres. Incluso, hubo quien se opuso a que su hija asistiera, porque al fin y al cabo iba terminar casándose y de nada le iba a servir.

Pero las mujeres de la mixteca son entronas, y hoy más de 50 por ciento de los aprendices son niñas, y no sólo eso, le entran a todos los instrumentos: clarín, tuba, saxofón y corno.

A Angélica no le importó la burla de los niños y se abrazó a la tuba. Comenzó a tocarla desde hace dos meses. Los niños no pudieron y ahora se ha convertido en la primera niña del pueblo que toca ese instrumento.

Son las cuatro de la tarde, es la hora del ensayo en la escoleta de Chigmecatitlán. El maestro Pedro Pineda Palacios da la entrada a una obertura. La sonoridad de los vientos se dispersa por el pueblo, sube por la sierra y riega los cactus y la tierra árida.

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