Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 15 de febrero de 2002
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Cultura
Carencias de espacio y de presupuesto, talón de Aquiles del recinto, señala su director

El rezago del Archivo del DF es un problema de educación del pueblo

Es más antiguo que el General de la Nación, pero pocas personas saben de su existencia

La Asamblea Legislativa debe crear una ley para subsanar deficiencias, dice Jaime Guerrero

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

El Archivo Histórico del Distrito Federal enfrenta problemas similares a los de la ciudad: falta de espacio y de dinero. Con más antigüedad que el General de la Nación, pocos saben de su existencia o que resguarda uno de los documentos más antiguos de la América continental: un acta de cabildo fechada en 1524, planos de la ciudad de México desde 1778, documentos de cárceles como Lecumberri o Belén; trabajos de José Guadalupe Posada y miles de hojas con las que es posible retratar cualquier época en la historia de la capital.

Localizado en la calle de Chile número 8, continuación de Isabel la Católica en pleno centro de la ciudad, el archivo pasa inadvertido para la mayoría de los mortales. Sólo llega a llamar la atención porque ahí se encuentra la cabeza del Angel de la Independencia que se cayó con el sismo del 28 de julio de 1957, o por la magnífica puerta de madera que da acceso y que, curiosamente, era utilizada por los primeros dueños de la casa, los condes de Heras y Soto, como entrada para los caballos y no como puerta principal; ésta se ubica justo al lado, en lo que ahora es el número 6 de la calle de Chile. Los dos espacios formaban una unidad, pero con los siglos fueron separados.

''Uno más y se derrumba''

Hace unos 15 años ?explica el director del recinto, Carlos Ruiz Abreu? Chile 6 fue acondicionado para el archivo, pero finalmente el edificio se destinó al Fideicomiso del Centro Histórico, que se extinguió el pasado enero. El inmueble aún cuenta con instalaciones de aire acondicionado, necesarias para la conservación de los documentos, y sólo falta que las autoridades capitalinas digan ''sí'' para que de inmediato sea ocupado y adaptado para el cuidado del acervo y oficinas.

En la planta baja se localizan todos los documentos que conforman el archivo, incluidas 5 mil cajas con la historia de las cárceles de la ciudad, apiladas cuidadosamente en lo que alguna vez hubo la intención de convertir en sala de consulta. En el primer piso se ubican las oficinas del archivo y de la Subdirección de Asuntos Internacionales del Gobierno del Distrito Federal, una pequeña biblioteca y las oficinas vacías de la Vocalía del Centro Histórico, que no funciona desde hace un año.

''Lucho porque nos den esos lugares y otros más porque estamos saturados'', agrega el funcionario, y expresa que desde hace varios años no reciben documentos del Archivo de Concentración para ser valorados como históricos, porque no hay dónde ponerlos: ''No me pueden enviar nada porque una cosa más aquí y el edificio se derrumba. Además, debemos ser muy cuidadosos con el INAH porque es un edificio histórico'', y esta característica impide que el primer piso se utilice para guardar documentos, pues son muy pesados y pueden afectar la estructura del inmueble, construido en 1760.

Depender del Instituto de Cultura

Jaime Guerrero, presidente de la Comisión de Cultura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, precisa que ninguna ley establece los criterios para decir qué documento es histórico o, no o después de cuánto tiempo tiene que ser enviado al archivo. Es necesario, dijo, que la ALDF emita una ley que atienda los problemas de espacio, las condiciones de trabajo y la infraestructura para mantener los documentos ''porque de lo contrario es cuestión de meses o años para que poco a poco se pierdan''. Otro de los aspectos básicos es que documentos y planos estén a disposición de los investigadores y pensar más adelante en consultas por medios electrónicos.

Además, se analiza la posibilidad de que el AHDF ya no dependa de la Oficialía Mayor, sino del Instituto de Cultura de la Ciudad de México, y después de la Secretaría de Cultura. Guerrero y Ruiz señalaron que al director del ICCM, el historiador Enrique Semo, le interesa la propuesta.

El principal problema a resolver en este momento es el del espacio, señala Ruiz Abreu, porque las condiciones laborales no son las adecuadas: en el mismo lugar donde está el acervo trabajan los responsables de cuidar, ordenar y describir planos y documentos. Las enfermedades respiratorias son frecuentes debido al polvo y las partículas propias de los papeles; se deben usar guantes para su manejo, pues de no ser así es posible adquirir hongos en manos y uñas. Asimismo, la presencia de seres humanos no garantiza las condiciones de temperatura y humedad que requieren los documentos para su conservación. Tampoco hay lugar para ordenar, inventariar y describir los documentos en forma minuciosa.

Tras conseguir espacios, se deberá buscar más personal y mejor presupuesto que el año pasado, que fue de unos 6 millones de pesos. Para que funcione ''necesitamos el doble'', puntualiza el director.

La aberración

La planoteca del Archivo Histórico de la Ciudad de México cuenta con más de 63 mil planos de calles, plazas, parques, alumbrado, etc. Los primeros son de 1778 y llegan hasta 1994, pero cualquier especialista que entre allí se llevará un disgusto: están colocados en forma vertical, colgados como de un tendedero, cuando lo correcto es que estén en planeros horizontales.

Al estar colgados ''los planos se deterioran a diario. Hay algunos que ni queremos tocar porque no tenemos dónde ponerlos. Esta (la del tendedero) es una forma de ordenar los planos que ahora ya no se utiliza. No es que hubiera estado mal cuando se hizo porque tal vez en ese entonces no había la técnica de ponerlos en planeros. Desde hace varios años nos dicen que es una aberración tenerlos así''. Pero, una vez más, no hay espacio para instalar los planeros horizontales ni para ubicar 5 mil cajas con la historia de las cárceles de la ciudad o para establecer un taller de encuadernación y restauración adecuado.

Las cajas ocupan un espacio que en principio fue sala de consulta, sin la temperatura adecuada o sistema contra incendio. Hace unos años ni siquiera se conocía su contenido y se realizó un proyecto para rescatar los documentos que en algunos casos estaban sucios o húmedos. Fue entonces cuando advirtieron que había expedientes de reos, de las visitas a los penales, juicios, cartas de liberación, etcétera, de cárceles como Belén o Lecumberri. Se sabe lo que hay, pero falta una descripción detallada.

A la planoteca y las cajas sigue el taller de restauración y encuadernación, ''un espacio pequeño donde se cuenta con lo mínimo. Para restaurar un plano, por ejemplo, se tiene que sufrir mucho porque no hay dónde hacerlo, y existe una regla no escrita de que cuando uno de estos documentos cae del tendedero ya no lo colocamos ahí, sino que hasta donde podemos lo ubicamos en planeros horizontales''.

En el departamento de organización documental se da el primer paso para ordenar la documentación: en un primer momento se separa para clasificarla por año, asunto o tema, y después describirla. Todo lo hace la misma persona.

Sigue el acervo del ayuntamiento de la ciudad de México, de 12 mil 500 volúmenes, que comprenden de 1524 a 1928, con documentos sobre policía, cantinas, barrios de la ciudad, prostitutas, carteles, diversiones públicas, educación; además de autorizaciones para bailes, corridas de toros, circos, material sobre la época porfirista e incluso obras de José Guadalupe Posada, ''pero hay que buscarlos''.

Preservar la memoria

Uno de los documentos más importantes es un acta de cabildo original fechada el 24 de marzo de 1524, y ''es uno de los más antiguos de América continental''. Esta acta le confiere al Archivo del DF una antigüedad mayor que la del Archivo General de la Nación, cuyo primer documento original es de 1528, indica Ruiz Abreu.

Aquí también se encuentra un área para investigadores, pero el espacio sólo permite cuatro lugares, y a veces se utiliza el tapanco para permitir un mayor número.

En otro cuarto se albergan decenas de cajas con documentos del gobierno del DF del siglo XIX, pero apenas están en proceso de ordenamiento. En este lugar y en el acervo del ayuntamiento, los responsables del archivo ganaron espacio gracias a que los techos de esas construcciones son muy altos y eso permitió colocar más estantes.

No obstante las carencias, Ruiz Abreu resalta los logros de las últimas tres administraciones del archivo, ya que hace cuatro años ''ignorábamos lo que había en buena parte del acervo. Teníamos 1.5 kilómetros de documentación al servicio del público y ahora contamos con 4.5 kilómetros que pueden ser consultados. Se hicieron inventarios que están en proceso de llevarlos a la computadora para que el investigador no revise uno por uno, pero no podemos hablar de digitalizar la información, las imágenes, porque no tenemos el equipo ni el espacio para hacerlo''. Aún falta conservar el material dañado, identificar el que no está disponible al público, inventariar muchos legajos y ordenar la documentación dispersa en diferentes catálogos para ''que sepamos lo que tenemos''.

Sin embargo, subraya que las condiciones en las que se encuentra el archivo ''no vienen de uno o dos gobiernos; es un rezago impresionante al margen de partidos o problemas de presupuesto: es un problema de educación, de una nación, de un pueblo que no está acostumbrado a conservar su memoria histórica''.

Y advierte: ''Si seguimos en esta situación los documentos se van a deteriorar y, eventualmente, a perder. Si una ciudad no conserva su patrimonio histórico es como un hombre sin memoria''.

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